HUMOR GRÁFICO Los accidentes del verbo

Polisemia infecciosa

Una persona agresiva es la que te dice ¡Vaya mierda de color has escogido para pintar la habitación! Una persona pasivo-agresiva es la que te dice lo mismo DESPUÉS de que la hayas pintado y cuando estás ya quitando la cinta de carrocero. Es peor la pasivo-agresiva, claro. La noche de fin de año una pandilla de agresivos –sin más– chalados colgó un muñeco representando al presidente del Gobierno frente a la madrileña sede del PSOE en Ferraz para darle golpes y tal. A mí me resultó tranquilizador –luego lo explico– ver tal piñata/Sánchez –aunque la marioneta se parecía más al Morty de Rick y Morty que a nuestro presidente– y a esa gente dándole golpes y tratando –sin conseguirlo– de quemarla. A ver. Personas tratando que ardiera un muñeco mientras le gritaban psicópata. Al pelele. Voy a ponerlo otra vez: una pequeña turba atribuyéndole un horrible desarreglo mental a un muñeco de cartón mientras trataban de prenderle fuego. Al títere. No sé si se comprende en toda su magnitud. Bueno… resultó tranquilizador, digo y explico, porque sabe uno que fue inofensivo en su transparencia no pasiva. El fascismo, como la homeopatía, solo funciona y hace daño en dosis enormes que en el primer caso se llaman masas escuadradas y en el segundo, tsunamis. Pero, al carecer de sentido y dirección, se convierten en perturbadoras –nunca mejor dicho– solo al ser lo suficientemente grandes como para desafiar la ley de la gravedad. A veces pasa, me temo. Deben darse varios factores. Muy pocos, por cierto; ya que la realidad no nos importa nada: nos guiamos por percepciones y nos basta cualquier excusa para dejar de creer no solo a nuestros sentidos sino al sentido mismo: véase el que le atribuyen algunos a la palabra –palabras, siempre las putas palabras– libertad.

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