Nadie quiere a León

Un momento de la recreación del embrión del Parlamentarismo en las Cortes de León.

En mis tiempos de mal estudiante –nunca lo fui bueno– en mi casa decidieron enviarme a estudiar, pese a las estrecheces económicas, a un colegio de pago en León. Al margen de la cuestión pedagógica, objeto principal del remite, el encuentro con otros muchachos internos con los que compartí tres años, fue un choque brutal. Para un mozalbete de pueblo como yo, la cruda realidad fue un tanto traumática. Yo no concebía a León capital como resultó ser.

Ni dentro ni fuera del colegio de los Agustinos las cosas resultaban como uno las tenía concebidas. Dentro convivíamos rapaces de muy distintas procedencias de la geografía leonesa, además de otras provincias cercanas y ese fue un trauma que aún hoy, medio siglo más tarde, aún me rechinan en la memoria. Yo tenía el concepto de ser leonés, ¿qué otra cosa podía ser? Pero muchos de los compatriotas con los que compartía veinticuatro horas al día no lo tenían igual.

Los jovenzuelos venidos del Bierzo suspiraban por Galicia mientras que muchos otros de la vertiente sur de la Cordillera Cantábrica, suspiraban por ser afines o tenidos por asturianos. Los asturianos se consideraban colectivo aparte, como sucedía con gallegos y zamoranos. Incluso los llegados de los ‘Campos Góticos’ parecían sentir más afinidad por los usos y costumbres de vida castellana. En resumen, todo apuntaba en que la condición leonesa parecía tan sólo reservada a los originarios del León ‘plano’ y los alrededores de la capital.

Eso es por lo que respecta al colectivo estudiantil y sus particularidades, pero en la ciudad el panorama no era más alentador. A León se iba al médico o a realizar trámites administrativos donde el rústico de turno tenía que soportar las impertinencias, la soberbia y la altanería de sus habitantes y sus displicentes funcionarios. De aquellos polvos estos lodos. No se quedaba ahí la prepotencia. La fatua presunción que siempre presidió la vida leonesa, causaba rechazo entre los que concebíamos a la capital como un lastre que entorpecía el normal desarrollo de la vida en la provincia. Esa es una de las causas de las desavenencias entre Ponferrada y León.

Desquiciada integración de la Región Leonesa en Castilla

El paso del tiempo y la desquiciada integración de la Región Leonesa en Castilla han mostrado una fea fractura ósea en la sociedad leonesa y las graves carencias conceptuales de León, heredero involuntario del nombre de todo un Reino, albacea sin méritos que vendió su primogenitura por un mísero plato de lentejas. ¿Qué figuras reseñables han dado lustre a León desde 1230? Unas pocas individualidades y ahí se queda todo. Para muchos leoneses León es sólo una entelequia. Grandes panegíricos del pasado, odas desatadas a la historia, palabras grandilocuentes, exaltaciones vacuas, banderas, trajes, fastos y después… silencio, vacío.

En un reciente viaje a un lugar de Picos de Europa, de cuyo nombre no quiero acordarme –perdón por el plagio– en el restaurante elegido para yantar, la prensa era asturiana, (el Comercio, La Nueva España, el Fielato, etcétera) ni rastro de la prensa leonesa. ¿Alguien puede explicar por qué? ¿No? Es fácil. Porque no interesa. El concepto de León no cautiva. Feria de la raza asnal Zamorano-Leonesa de San Vitero, un productor de la misma zona promociona sus quesos como productos de Castilla y León.

Asturias renunció a su consideración de Reino – que cedió al Reino de León– y se desgajó de un proyecto de país que ella misma había alumbrado. Prefirió pasar a tener la consideración de Principado. ¿Falta de ilusión? ¿Visión premonitoria de que no se iba a ninguna parte?

¿Y El Bierzo, Zamora y Salamanca?

Organizaciones presuntamente leonesistas hablan de León Norte y el Bierzo. Otro tanto hace la prensa de campanillas. El Bierzo no necesita distanciarse, las fuerzas vivas de León ya se encargan de distanciarlo. Nos quejamos de que Zamora y Salamanca no se sienten concernidas por la pulsión autonómica leonesa porque sus respectivas Diputaciones, procuradores junteros, congresistas, senadores e incluso personalidades de dichas demarcaciones así lo hacen saber. ¿Se ha intentado atraerlos persuasivamente? ¿Acaso la desafección no es fruto de siglos de alejamiento y desconexión? No hay otra región en España tan deslavazada e inconexa entre sus integrantes.

Manifestaciones en Sanabria y Zamora por la reducción de paradas del AVE en la primera y quién sabe si también en la segunda. Se alzan voces soliviantadas con el inicuo trato propinado por el Ministerio de Transportes a instancias del alcalde de Vigo. Se amenaza con solemnidad –en vano, por cierto– con palabras en gallego, como advertencia de que se puede pedir la adhesión de Sanabria a Galicia, como ya lo hicieron en su día Soto de Sanabria, Fuente de Oliva, el Ayuntamiento de Vega de Valcarce, etcétera. Nadie suspira por León. ¿Motivo?

¿La Autonomía de León, un sainete?

La Autonomía de León ya tiene tintes de sainete, de ópera bufa, porque hasta los propios leoneses están dejando de creer en ella. Los actores con escasas dotes escénicas, el libreto antiguo, la puesta en escena tosca, el decorado añejo, no hay novedad en el discurso porque, a decir verdad, no hay discurso, algún exabrupto, alguna palabra campanuda y los cómicos se retiran hasta la próxima puesta en escena. Cae el telón, se apagan las candilejas y se recoge la tramoya. Y en la siguiente función se vuelve a las tablas con el mismo guion manido que acaba por desilusionar a la concurrencia.

No, la Autonomía de León, si de verdad se quiere alcanzar, precisa de actores de reparto con credibilidad, atrevido escenario, caras nuevas, obras creíbles, vestuario atractivo y llegar con la representación hasta el último rincón de nuestra geografía. De lo contrario mejor declararnos vasallos de Valladolid; tal como muchos leoneses aceptan ya, aunque digan lo contrario con la boca pequeña. Eso sí, teniendo muy presente que los vasallos acabarán, más pronto que tarde, convertidos en lacayos pucelanos.

Ese es a día de hoy nuestro triste destino: un reino sin rey, sin tierra, sin presente, sin memoria, sin horizontes, sólo con vasallos.

Tomás Juan Mata pertenece a Urbicum Flumen, la Asociación Iniciativa Vía de la Plata

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