Llueven piedras
Basta un grito que señale, una media verdad repetida como el mantra que las redes pueden llegar a ser. Del otro lado basta una sutileza cautiva, un no sé quién habrá sido pero ojo que lo más probable es que haya sido un negro de esos. Y lo dice alguien que tiene un micrófono y todos los medios enfocando a la palabra sagrada que tenga ese día en la boca. Ser político tiene una enorme responsabilidad, aunque parece que algunos lo hayan olvidado. No se trata solo de cuestiones propias del rol parlamentario, sino de influencia discursiva. Lo que dices, por el hecho de pronunciarlo desde una tribuna pública, ejerce autoridad, legitima odio o pasiones de otro tipo. Orar no es gratis. Llorar tampoco.
En Torre Pacheco lo normal es convivir con el diferente: pasa mucho en zonas de España en la que hay trabajos que los nativos no queremos hacer más. Las horas interminables bajo el sol recogiendo la cosecha de la huerta de Europa, no nos renta mucho ya. Entonces vienen ellos y ellas y tratan de salir adelante dando por buenas condiciones que lindan con lo esclavo. Y conviven. Hasta ahora. Porque siempre están bajo la mecha de un fueguito que inunde todo: el malo eres tú, siempre, porque eres diferente. Y porque, aunque no haya habido mayor problema hasta ahora, de un tiempo a esta parte, los discursos de la extrema derecha sin duda y los de la derecha con coqueteos, legitiman que tú, de primeras, eres el malo de la película.
Ser migrante no es un camino de rosas. Pero sí es un camino de audacia. El último informe de GEM, que mide el emprendimiento en España, reafirma la tendencia que en realidad es bastante lógica: que quienes más emprenden en nuestro país no son autóctonos, sino extranjeros. Y no me extraña: emprender aquí es un deporte de riesgo que solo toman o quienes no les importa perder todo porque tienen lo suficiente para intentarlo de nuevo, o quienes no tienen nada que perder y solo pueden mirar hacia delante. O locos audaces.
España es un gran país para tomarse unas cañas y unos vinos y disfrutar de una buena jubilación, pero sigue estando dominado por un mercado laboral precario, en el que la macroeconomía puede ir muy bien y las cifras del paro pueden ser estupendas, pero es que lo que se paga en general es tan de risa que lo más normal es que si alguien te convence de que hay un culpable débil, como un migrante cualquiera, te parezca suficiente. Porque la gente está harta de trabajar y no llegar a fin de mes. De estudiar y no tener expectativas. De que se esté mareando la perdiz y tomándonos por imbéciles cuando todo el mundo sabe lo que Rufián dijo claro desde esa tribuna que parece sólo usar él con excelencia en los últimos tiempos. Que en España hay tres problemas: vivienda, vivienda y vivienda. Es eso. Porque sin solucionar el techo, todo lo demás no vale nada.
Por supuesto ese malestar no justifica una cacería de ningún tipo. Pero hace tiempo que no queremos escuchar lo que mucha gente joven defiende: la rebeldía se volvió de derechas y, aunque ahora estemos en pleno verano y los problemas parezcan más ligeros, este es el punto de inflexión. El futuro dice que está harto y que la solución no pasa necesariamente por mantener la democracia que nuestros padres pelearon así que, si tienen que llover piedras, que lluevan.