Las rampas de Hautacam

Biarne Riis y Miguel Induráin en las rampas del Hautacam en 1996.

Boomerang es una maravillosa canción de la banda catalana Manel que nos transporta a aquellos veranos en los que escuchábamos las mil aventuras que contaba ese tío de barba larga y recién llegado de países lejanos, mientras los abuelos hacían una comida especial, cuando los chavales más mayores conseguían impresionar a la chica que nos gustaba manejando con pericia aquel extraño boomerang. “Pero hablo de un tiempo, de ese julio en que se fundió Indurain; cuando maldijimos al danés y a las rampas de Hautacam…”, continua evocando la letra, aludiendo a aquella aciaga tarde en la que el ciclista navarro, que había ganado cinco tours consecutivos, perdía su hegemonía en 1996 cuando se desfondaba en aquellas malditas cuestas de Hautacam y era superado por Bjarne Riis.

Ahora que llega estival y puntualmente un nuevo Tour de Francia recordamos también aquellas otras ediciones que marcaron nuestra juventud, cuando ver junto a nuestros padres y hermanos las hazañas de Perico Delgado o Miguel Indurain en aquellos puertos de nombres legendarios y cuestas endiabladas era una ceremonia familiar imperdible, una rutina veraniega que nos empujaba a la somnolencia en las primeras etapas llanas y nos levantaba del sofá al llegar las de alta montaña. Aquellas sobremesas de ciclismo en las que nos abandonábamos a la obstinada cadencia que surgía del esforzado pedaleo de todos esos gigantes del deporte, forman parte de esos recuerdos de juventud que quedarán arraigados para siempre en la memoria.

En aquellas épicas etapas de entonces se batían por alcanzar la gloria junto a nuestros héroes nacionales muchos otros grandes ciclistas como Bugno, Jalabert, Ullrich, Rominger o el malogrado Marco Pantani. Después llegarían el dominio tramposo de Lance Armstrong y una posterior caída en la vergüenza deportiva que arrastraría injustamente a este colosal deporte hacía una crisis que duro unos cuantos años. Hasta que volvimos a emocionarnos con las increíbles proezas de Alberto Contador, ciclista completo y exquisito que terminaría triunfando en dos ediciones de la egregia carrera gala.

Ahora volvemos a disfrutar de otra era dorada del deporte de la bicicleta, anhelando asistir a las nuevas batallas que dirimirán en esas interminables rampas de Hautacam monumentales atletas como Vingegaard o Pogacar, estrellas contemporáneas de este brutal espectáculo que lleva a sus competidores hasta la extenuación, que hace honor a uno de los mayores inventos de la humanidad al extender esas dos ruedas sobre el asfalto kilómetro tras kilómetro, con una perseverancia a prueba de fe. Y veremos con asombro las nuevas epopeyas de estos guerreros mientras derrochan quilates de pundonor escalando los mismos puertos imposibles de siempre. Aunque posiblemente estos duelos que están por ser escritos no lleguen a deslumbrarnos de una forma tan pura como aquellos otros de los años 90.

“Los años, en fin, nos han hecho hombres…”, continua la canción de Manel.

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