Esta ciudad ya no es tuya

El velador ilegal de la plaza de San Marcelo, del restaurante Marcela.

Echa uno de menos a Paco Martínez Soria y sus andanzas rurales. Y mira que soy viejuno, oye, pero no tanto como para poder invocar esta cita cinematográfica sin reconocer que vi la película en un sofá, con mis padres o mis abuelos, hace más años que el copón. Vamos a datarlo juntos: al día siguiente pusieron una película en la que unos bailarines interpretan de seguido el bolero de Ravel durante un tiempo tan interminable como hipnótico. ¿Los unos y los otros? Así se llamaba, creo, pero no voy a buscar en Google.

Pero el caso es que no se trata de gente que viene con una caja de manzanas y una gallina debajo del brazo. De lo que hablo es de que la ciudad, que era tuya, y no lo es. No le interesas a nadie.

No te quieren los taberneros, que prefieren al grupo de turista que se deja 40 euros en una ronda, pidiendo mierdas y raciones, antes que al parroquiano habitual.

No le interesas al comercio local, fuera de los grandes supermercados.

No le interesas al restaurante, que te come las plazas con terrazas infinitas (hola, gorrinos del Marcela, oink, oink) o con exigencias extrañas para reservar.

Y luego está lo del tren turístico, que ya es de traca. Tenéis que ver lo que pasa cuando sube por la calle ancha: terrazas a su derecha, terrazas a su izquierda, y por el medio, el tren. A veces los parroquianos de las terrazas se tienen que apartar para que pase el tren, mientras los transeúntes, los ciclistas y los patineteros van contra la pared, contra la terraza, contra el guiri, el peregrino o el coche de la policía municipal.

A lo mejor exagero. O a lo mejor simplemente hablo de un viernes a las siete de la tarde o un sábado por la mañana. Pero está claro que hay gente en la ciudad que empieza a sobrar, y somos justamente los que vivimos aquí. Analizados cabeza por cabeza, somos los que menos dejamos a los que importan. Analizados barba por barba, somos menos rentables, menos atractivos y menos interesantes que un visitante de dos noches que se deja casi mil euros en la ciudad.

Y luego nos hablan de empleo. Y de prosperidad. Pero si miras a la cara al empleo y miras a la cara a la prosperidad, te encuentras rasgos que no tienen mucho de tuyos. Lo único que se parece a ti, un poco, son las facturas, los ruidos, y los malos rollos. Es como lo de los patinetes... ¿Soy yo el único que se ha fijado en que el usuario medio parece de otra latitud? A lo mejor si me pregunto por qué, me llaman racista. A lo mejor si lo explico, porque conozco el motivo, me meto en una movida con una banda de narcos. Lo haría si creyera que vive en una sociedad que vale la pena defender, pero el caso es que no lo creo, así que paso.

Nos expulsan. Nos deportan. Nos expropian. Nos da igual y nos reímos.

Pues vale. Suerte.

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