Delicuescencia programada

La mejor manera de saber si alguien necesita –urgentemente– lecciones es si afirma que nadie puede darle lecciones. Como diría la maláfora: dime de que presumes y échate a dormir. Los pacientes de los psiquiátricos no suelen gritar que están como una cabra. Más bien al contrario. Vale para otras ideas o imágenes. El concepto transfuguismo –por poner un ejemplo– se parece al de pecado. Más aún: al de escrúpulo. Tan sutil, tan cambiante, tan líquido... constituye más bien un estado del alma. El tránsfuga ama la libertad como el creyente a Dios y su único castigo es el proporcionado por él mismo y su avaricia de perfección. O con tales argumentos va a defender –¡y alabar!– sus movimientos centrífugos. Pura espiritualidad. Nos pasamos el rato debatiendo cuántos tronos, serafines, querubines, dominaciones y potestades pueden bailar en la cabeza de un alfiler mientras proclamamos lo indiscutible y evidente de la virginidad de María. Nadie es nazi. Aunque lleve una camisa parda, grite raus! y les rompa los escaparates a propietarios judíos en la Varsovia de 1938. “¡No, si va a resultar que todo el mundo es de extrema derecha!” exclamaría indignado Reinhard Heydrich ahora mismo desde su oficina del Sicherheitsdienst des Reichsführers-SS. En cambio es fácil ser comunista: basta con afirmar que los impuestos deben ser progresivos. No confundir con progresistas, grave insulto. Nadie judicializa la política ni politiza la judicatura. Ambos ámbitos se contaminan de un modo igualmente teologal, intangible. “Nosotros no hacemos eso”, se revolvían las bandas de rock en los ochenta cuando eran tachados de punks, de sinfónicos, de tecnos, de poppies e incluso, en algún caso, de músicos. Me he liado muchísimo: quería hablar de las divertidísimas lecciones –citadas arriba– que nos han enseñado los resultados del informe PISA. Según parece tales excelencias educativas se deben a que somos listísimos y lo hacemos todo muy bien –mejor, oh, que otras autonomías– y a que nos queremos largar de aquí por cuestiones de supervivencia básica. ¡Las dos cosas a la vez! Nadie nos puede dar lecciones. Porque nos piramos. O sea.

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