Los mineros asturianos ocupan León para pertrecharse “en defensa del Frente Popular”

Mineros asturianos como los que en defensa de la República pasaron por León camino de Madrid.

Equipo '7 Días del 36'

Amanece el 19 de julio en León. La noche anterior se habían oído disparos por la ciudad y algunas algaradas. Aparece un muerto en el Bernesga. Al parecer los falangistas se habían dado cuenta de que los ugetistas y cenetistas querían asaltar las armerías y terminaron pegándose tiros en Ordoño II cerca de Casa Lubén, donde vivía el médico y ex alcade de la ciudad Enrique González Luaces. En sus memorias indica que se siguieron oyendo “tiros de alarma” hasta las cinco de la mañana. Los serenos habían sido convocados en el Ayuntamiento por sorpresa por el jefe de alguaciles, pero el alcalde Miguel Castaño ordenó que se fueran a casa antes de los hechos. La muerte del joven dependiente Cebada no se pudo investigar adecuadamente al llegar camiones y trenes a la ciudad que hicieron que la atención de todo el mundo se pusiera en otro lugar. Además, ya no volverían a salir periódicos hasta el día 25.

Revuelo en la ciudad a primera hora. Unos tres mil mineros asturianos han llegado a León en dos columnas pasadas las nueve de la mañana. Una de ferrocarril, con unos 2.500 miembros en tres convoyes y otra motorizada, con unos 500. Se pasean por las calles de la ciudad henchidos de fervor obrero proclamando la defensa del Frente Popular ante los facciosos.

Una imagen de la Estación del Norte de Ferrocarril (la que hoy es Renfe) donde llegaron el 16 de julio del 36 los mineros asturianos que se dirigían a Madrid.

Algunos tiran petardos, lo que asusta a gran parte de la población del extrarradio, creyendo que son más disparos. Otros compañeros les reprenden. “Hay que mantener el orden”. Se introducen en la ciudad por Ordoño II, y 'toman' el bar central, mientras son bienvenidos por los sindicalistas y obreros de la ciudad. Sus mandos se dirigen al Gobierno Civil a solicitar las armas que les prometió el “compañero coronel Aranda” en Oviedo. Mientras, los milicianos 'toman' los bares de la ciudad, como el Central y el Vitoria.

El Gobernador Civil, Emilio Francés, había telefoneado por la noche al inspector general del Ejército, Juan García Gómez Caminero, solicitándole que volviera de Astorga a León y acordó con el gobernador Militar, Carlos Bosch, entregar armamento a esta columna. Las negociaciones serán tensas, puesto que hay miedo en los cuarteles de recibir un asalto de la columna. León está ocupada por las fuerzas populares.

Ese domingo 19 de julio, los mineros habían logrado, con permiso de las autoridades, lo que no pudieron hacer en la Revolución del 34, entrar en León. Sin embargo, estaban de paso hacia Madrid.

El general Bosch ordena mantener el orden a los militares

El gobernador Civil le remite las órdenes de Aranda, confirmadas por Madrid al gobernador Militar, el general Bosch, que se había puesto a su servicio el día anterior. Bosch contesta que dará las órdenes pertinentes para que se recopile el armamento.

Los militares y los guardias civiles observan con mucho recelo la situación. El general Bosch ordena que se cumpla todo lo que dice “y se mantenga el orden, más cuando está la ciudad repleta de mineros”, también exige que se refuerce la seguridad en el cuartel de Infantería del Cid y se tomen posiciones defensivas. “No es momento de que haya violencia”, comunica a algunos oficiales que se muestran muy tensos con la situación. Aún enfadados los oficiales el general Bosch les recuerda: “Con la ciudad ocupada por mineros es importante mantener el orden”. Mientras, los soldados eligen fusiles viejos y cartuchos de segunda para cumplir las órdenes dadas.

La mañana se torna tensa en el Gobierno Civil. Los mineros, bajo el mando del teniente de la Guardia de Asalto, Alejandro García Menéndez exigen las armas “cuanto antes”. Otros sindicalistas y obreros leoneses también demandan que se les arme.

La radio repite que la sublevación está controlada

Durante toda la mañana del domingo la radio repetía constantemente cada diez minutos un comunicado para tranquilizar a la población.

“El Frente Popular de León, en comunicación directa y constante con el Gobierno Civil, asistido plenamente por las organizaciones obreras, comunica a todos los organismos afectos a la política que el criminal intento faccioso no ha tenido repercusión alguna en esta provincia y advierte a todos que es preciso mantenerse serenamente alertas a todas las partes, sin manifestarse en ninguna, y prestando atención tanto a las noticias que el Gobierno de a la publicidad, como aquellas que este Frente Popular ya publica. Las noticias que se tienen del resto de España causan tranquilidad y fracaso total del movimiento subversivo”.

El diario de Luaces de ese día: “Parece el encierro de un enjambre”

El médico Enrique González Luaces describe en su diario, que se pudo consultar en el Archivo de la Banca Fernández-Llamazares, la situación de la ciudad: “El domingo 19 parece que no había pasado nada la noche anterior. La gente a misa, pero cuando se celebra el sacrificio, los agustinos [colegio entre actuales calles de San Agustín y Gran Vía de San Marcos] dicen que es preciso salir con orden y cada uno para su casa. Comienzan a pasar por la calle mineros de Asturias, muchos con fusil Mauser —yo conté próximamente un fusil por cada cinco—. Decían que 'iban a Madrid a defender la República´. El vecindario sobrecogido. Nadie sabía nada. Se notaba un retraimiento en los habitantes anormal en un domingo en que todo el mundo sale a la calle. Se dice que viene el general Gómez Caminero Inspector del Ejército, a visitar las guarniciones. No hay prensa. No pasan los trenes y llegaban noticias de que en Valladolid ocurre algo. Pero no sabemos nada en concreto. Yo no tenía radio ni se me ocurrió preguntar qué noticias se nos daban por ella. Circulaban por la calle los mineros armados y a las 11 ya se ven algunos con ”vino“ en demasía. A uno de ellos le oigo decir ”ya tengo ganas de empezar a quemar dinamita“. El día está espléndido, sin embargo se nota una pesadez irreal como en día de tronada. Por la tarde, a primera hora, veo desde la terraza camiones al lado de la Diputación, y mineros acordonando las calles alternando con Guardias de Asalto. Ignoro lo que quiere decir, y pocas horas después la minería, es decir, el Ejército del pueblo, desaparece en pocos minutos. Me dio la sensación del encierro de un enjambre”.

Mientras, en el Gobierno Civil, los mineros empiezan a exigir las armas al gobernador Civil Emilio Francés. Tienen prisa en partir para Madrid. Éste pregunta al general Bosch cómo lleva la cuestión. Y éste es explica que tiene preparados fusiles, miles de cartuchos y hasta ametralladoras para ellos. Pero le dice que “sin órdenes firmadas” no está dispuesto a entregarlas.

Francés decide esperar al general Caminero; que está a punto de llegar desde Astorga para que éste le dé personalmente las órdenes. Él también quiere que los tres mil mineros abandonen la ciudad para evitar cualquier conato de violencia que complique las cosas. Cree tenerlo todo controlado.

[Continuará]

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