Ana Isabel Martínez de Paz, la leonesa que reina en el Picu Urriellu: el Naranjo de Bulnes

Ana Isabel Martínez de Paz y el Picu Urriellu; el Urriello, conocido en Castilla como Naranjo de Bulnes.

Fernando Pérez Soto / Agencia EFE

La montañera leonesa Ana Isabel Martínez de Paz le ha declarado “amor eterno” al mítico Picu Urriellu –o Pico Urriello, muy conocido fuera de Asturias como el Naranjo de Bulnes–, al que ha ascendido en más de un centenar de ocasiones desde que se iniciara el mundo de la montaña, casi por casualidad, hace cerca de cuatro décadas.

Precisamente su bautismo de fuego en el lejano otoño del año 1985 le llegó en una cumbre, admirada y también respetada y a la que califica de “roca excepcional, por su firmeza y nobleza”, relata en una entrevista con la Agencia a EFE en la que hace balance de una gesta, quizá menos reconocida que otras en el mundo montañero, siempre ligado a las grandes cumbres y a los ochomiles.

Martínez de Paz también ha saboreado otras montañas a lo largo del mundo, en Pirineos, Alpes, Dolomitas, Asia, Marruecos, Alaska, Ecuador, Peru o Bolivia, –con la única excepción de Oceanía- pero ninguna “le ha enganchado” tanto como el Picu Urriellu.

En la mítica cumbre asturiana se estrenó de la mano experta del que hoy es su marido, Cesar de Prado, que también tiene la misma idolatría por esta montaña ubicada en la vertiente asturiana de los Picos de Europa, en el Macizo de los Urrieles y dentro del concejo Cabrales, cuyos 2.519 metros ha coronado en 128 ocasiones.

Había practicado otros deportes como natación, atletismo o baloncesto, lo que le sirvió para tener una base física imprescindible para que la adaptación al medio resultara menos complicada y su relación con la montaña también tenía ligazón familiar a través de los relatos de su madre sobre las bellezas de la comarca leonesa de Babia.

Ella reconoce que en esa primera ascensión, a la que luego sucedieron más de un centenar, llegó “con una mochila llena de ignorancia, sin conocimiento, pero también con un deslumbramiento que supuso todo un amor a primera vista, a pesar de cierta inconsciencia por haber hecho esa ascensión sin material adecuado -arnés o pies de gato-, pero fue toda una experiencia vital intensa”.

“Seguiré subiendo el Urriello mientras cuerpo y mente aguanten”

Las sensaciones que experimentó la actual montañera sexagenaria le hicieron encandilarse de por vida con el Pico Urriellu: “Supuso un viaje también interior, ya que al coronar la cumbre lo que me encontré ante mis ojos en la puesta de sol fue indescriptible, aunque luego llegara la complicada bajada, con una experiencia que fue toda una sacudida interna”.

En su periplo centenario con el Urriello aún tiene una deuda pendiente que cumplir como es realizar la ascensión por la cara oeste –por el resto lo ha hecho en numerosas ocasiones y hasta en trece itinerarios diferentes–, en una expedición para la que aún no tiene fecha pero que no tiene ninguna duda que muy pronto intentará tras recuperarse de una lesión.

“Al Urriello, mientras el cuerpo y la mente aguanten, seguiré subiendo, no solo por lo que me gusta, experimento y encuentro diferente en cada una de las ascensiones, ni tampoco por computar, sino porque es algo que me acompañará mientras siga ligada a la montaña”, recalca. 

Su relación con la montaña no se limita tan solo a realizar ascensiones, sino que, en el caso del Picu Urriellu, ha sido la perfecta excusa para un conocimiento profundo de toda su historia de diferentes escaladas que le han llevado a realizar un trabajo pormenorizado de recogida de datos y protagonistas, con un especial hincapié en las pioneras, las adolescentes leonesas nietas de El Cainejo, también precursor, María Isabel y Teófila.

“Parece de ciencia ficción cómo pudieron llegar a la cumbre sin cuerdas y en una época en la que las mujeres no tenían la consideración actual”, señala la montañera, que tuvo el “honor” de conocer en persona a una de las dos precursoras, Teófila, antes de su fallecimiento.

Por todo ello está embarcada en un proyecto de “desempolvar la historia de tantas mujeres desconocidas, para que se conozcan sus nombres y poner en valor lo que realizaron pese a las múltiples dificultades de todo tipo a las que tuvieron que hacer frente”.

Necesaria educación y formación

Además, no tiene dudas en insistir en la necesidad de que se tenga un “respeto máximo” a la montaña desde todos los puntos de vista, empezando por la necesidad, según su opinión, de que se inculcara en la educación a los escolares.

“Se trata de intentar que llegue antes la educación que la promoción del gusto y el amor por la montaña, porque es un entorno muy frágil y tenemos la obligación de preservarlo para futuras generaciones, además de que quien se acerque debe hacerlo con todas las normas de seguridad e intentando tener una formación previa”, explica.

En este sentido, añade que “no se puede ir a lo loco a la montaña porque es un medio donde los errores se pueden pagar caro y por eso hay que intentar adaptarse como ocurre con cualquier otro escenario desconocido al que uno se acerque”, concluye.

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