La indumentaria de los años 30 y 40 se cuela en el Torreón de los Pernía

Foto: Astorgaredacción

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El Torreón de los Pernía, en Otero de Escarpizo, acoge hasta el 13 de septiembre la exposición 'Abuelos y nietos. Indumentaria 1939', en la que se pueden ver indumentarias de todas las edades sobre todo de los años 30 y 40 del pasado siglo. Se trata de una pequeña colección que viene ampliándose y que sirve de base para una próxima nuestra más pormenorizada que se pretende llevar a cabo en 2017.

“Lo que se quiere crear a partir de esta pequeña muestra es 'el efecto contagio'”, explica Benito García 'Escarpizo', que ha hecho de guía para Astorga Redaccion.En esta exposición del Torreón de los Pernía podemos ver atuendos femeninos como el tocado, el sayuelo, camisas de lino con bordados, justillos o corpiños, jubones de paño oscuro, dengues y sobre todo pañuelos de paño o de algodón estampado. También las sayas y el mandil.

En lo que se refiere a la indumentaria masculina hay muestras de sombreros, algunos de tipo profesional, camisas de lino y chalecos con bordados, jubones, coletos, valones, calzones, bragas y pantalones, un pantalón de pañal de estameña y las famosas capas de paño negro.

De la indumentaria infantil lo que más destaca es el colorido y la preciosidad de diseño de las ropitas para el día del bautismo, los famosos 'trajes de acristianar', entre los que hay que contar mantillas, gorros y fajeros. Algunas de las mantillas de finísima hechura, trabajada en el telar o al ganchillo, aprovechan abalorios y agremanes negros. Pero lo más llamativo son los gorritos de los niños recargados de cintas y florituras. Los baberos bordados en crucecitas de colores.

Además de las ropas del cuerpo podemos ver una cuna con sus ropitas de cama y el orinal, diversos andadores.

La moda o las producciones de los vecinos también están presentes en esta exposición matriz. Así se ven mantas que se hacían en el Val de San Lorenzo, paños de San Justo. La moda era entonces algo que cambiaba de cuando en cuando, se modificaban los colores y algún matiz en el diseño, pero las prendas y sus nomenclaturas permanecían desde el Medioevo. El cambio hoy en día es a cada estación. Las palabras han quedado viejas, virtuales, vibrando en el aire sin saber en qué reposarse.

Los modos de vestir son ahora pasto de las modas estacionales y se rigen por estéticas espúreas, que nada tienen que ver con la función y el hábitat de quien las viste. Las vestimentas de oficio son exclusivas para un ámbito de trabajo, pueden ser uniformes que al final de la jornada se desdeñan. Las pertenencias ya no son étnicas ni de origen; siendo ahora en muchas ocasiones de elección propia, profesionales o en base a los ingresos económicos. Muchas de las vestimentas tradicionales que llevaron nuestros tatarabuelos resultan hoy irreconocibles y como mucho todavía baila el nombre de algunas de las prendas en nuestro magín, sin saber a qué ropas asignarlo.

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