'The Last of Us': la carretera

Un cartel promocional de la serie 'The Last of Us' de HBO.

Antonio Boñar

En el año 2007 Cormac McCarthy ganó el premio Pulitzer con La carretera, una obra mayúscula que nos cuenta el viaje épico de un padre y su hijo a través del paisaje baldío y muerto de un mundo apocalíptico. “El frío y despiadado girar de la tierra intestada. Oscuridad implacable. Los perros ciegos del sol en su carrera. El aplastante vacío negro del universo. Y en alguna parte dos animales perseguidos temblando como zorros escondidos en su madriguera. Tiempo prestado y mundo prestado y ojos prestados con que llorarlo”. Con una prosa brutalmente inspirada que parece brotar de las entrañas de ese mismo mundo que el escritor norteamericano describe con poética y desoladora precisión, McCarthy derrama ante los ojos del lector una historia abrasadora. Estamos ante un texto que alcanza connotaciones casi bíblicas, escrito por uno de los grandes de la literatura contemporánea.

La carretera es un relato cargado de simbolismos en el que cada párrafo es gritado sobre el papel con las palabras exactas que explican el aullido más profundo del alma humana. Es por ello que cuando en 2009 John Hillcoat decidió trasladar la novela al cine muchos pensamos que era una ardua y estéril empresa. Porque recrear con imágenes la enorme hondura expresiva con la que McCarthy nos cuenta la odisea de ese hombre y ese niño que vagan a través de un arrasado paisaje, supone realizar el mismo ejercicio de abstracción que, por ejemplo, tendría que obrar un pintor para extender sobre un lienzo la melodía triste de una vela crepitando su diminuta luz sobre una negrura sin profundidad ni dimensiones.

El ejercicio de transposición al lenguaje audiovisual que tuvieron que hacer los creadores de The Last of Us, aunque también prodigioso, no tiene nada que ver con lo sucedido en el caso de La carretera. Craig Mazin, responsable entre otras de la mayúscula Chernobyl (2019), y Neil Druckmann adaptan el aclamado videojuego homónimo de Naughty Dog, un medio de expresión más cercano a los paradigmas estilísticos del cine. Y aunque hasta hace cuatro días estos dos mundos parecían no encontrar un encaje satisfactorio, con producciones que parecían gravitar torpemente entre ambos universos sin llegar nunca a conciliar las distintas referencias estéticas y narrativas que definen a cada uno de ellos, en los últimos tiempos podemos asegurar que la poderosa industria del videojuego se ha convertido en un fértil vivero de magníficas series o películas. The Last of Us ['el último de nosotros', traducido del inglés] es el mejor ejemplo de ello, el juego ya era una obra maestra y la serie es posiblemente la mejor adaptación jamás realizada.

Pero las similitudes con La carretera van mucho más allá de lo estético para confluir en la desoladora narración de un mismo y pavoroso horizonte sin ley, una distopía causada por diferentes razones pero transitada en ambos casos y en un viaje sin futuro por un adulto y un menor, un padre y su hijo en el caso de la novela, Joel y la adolescente Ellie en la emocionante y épica serie que nos ocupa. Dos seres que recorren ese mundo sin buenos ni malos, donde la moral siempre se ajusta a la única prioridad de sobrevivir, como últimos redentores de la especie humana. Porque de eso es de lo que nos habla finalmente The Last of Us, de la condición humana.

“Nosotros somos los buenos, ¿verdad papá?, llevamos el fuego”, le dice el niño al hombre. “Sí, somos los buenos”, responde él. “Pero al inclinarse para mirar la cara del chico bajo la capucha de la manta mucho se temió que algo había desaparecido para siempre, irremediablemente”, leemos en la novela de McCarthy. “Pase lo que pase, sigues encontrando algo por lo que luchar”, escuchamos decir a Joel en The Last of Us.

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