Promonumenta mira hacia el mecenazgo privado como vía de futuro

Promonumenta

j m lópez

Ya han pasado dos décadas desde que Victor Ferrero León presentó la esencia de la Asociación de Amigos del Patrimonio Leonés ante un nutrido público que copaba el salón de actos del colegio la Milagrosa. Desde entonces su cuaderno de bitácora está plagado de múltiples reconocimientos a una labor silenciosa, altruista, asentada en una larga lista de escenarios patrimoniales abandonados a su suerte que emergieron con brío luego de muchas hacendadas a lo largo y ancho de toda la geografía de la provincia. Y sobre todo ha logrado mantener ese espíritu laico al margen de cualquier religión política que le ha caracterizado en estas dos décadas. Cierto es que hubo intentos de algún efímero presidente de convertir la asociación en un púlpito político, pero la fuerza de la razón ha relegado este capítulo a la condición de chascarrillo.

Cuando Victor Ferrero dio forma y estatuto a una idea que amasó con paciencia durante meses ya se había pateado muchos rincones de una España llena de reliquias patrimoniales. Durante una visita al pirineo aragonés recaló en Jaca, en la comarca de Serralbo cuya capital Sabiñago es conocida por su producción de cerillas, ahora ya un tanto en desuso.

El ejemplo fue suficiente; los vecinos de la comarca, dirigidos por un maestro albañil, dedicaron muchos fines de semana a reanimar primero con limpiezas a fondo y más tarde con algunas operaciones de mantenimiento, y con la complicidad de la Dirección General de Patrimonio de Aragón, decena y media de pequeñas iglesias en las que el prerromano y los vestigios mozárabes se entremezclan y hacen de testigos del tiempo.

Sandoval

Con este bagaje bajo el brazo Promonumenta se hizo cuerpo y alma el 23 de abril en uno de los lugares más mimados por la asociación: el Monasterio cisterciense de Santa María de Sandoval. Abandonado desde el siglo XII, había sido esquilmado por la avaricia que propició la desamortización de Mendizábal, en 1835.

Resulta curioso que aquel erial silvestre que escondía la reliquia y que tenía zarzales que había que quitar del medio a hachazo limpio, con el tiempo, y no se sabe después de cuantos días y días de trabajo, se convirtió en monumento del Programa “Raphael” de la Unión Europea en 1999.

Sería una lista larga e interminable enumerar una tras otra cada una de las acciones realizadas en monasterios, iglesias, conventos, puentes, murallas o castillos en los que ha quedado la impronta del sello Promonumenta. Una huella imborrable en otro de los escenarios primerizos y mimados: el palacio condal de Grajal de Campos, a unos 70 kilómetros de la capital leonesa, propiedad del conde de Grajal y duque de Alburquerque, quien ha cedido su titularidad al pueblo y tal vez se convierta en un hotel.

Victor Ferrero recuerda que le impresionó tanto la robustez de los zarzales con los que tuvieron que pelear en el Monasterio de Sandoval como las más de 10.000 tejas que escondía la maleza que ocultaba el patio central del claustro, obra de Gil de Ontañán, el mismo que hizo otro tanto en el Palacio de los Guzmanes, sede de la diputación provincial.

Catedral

Promonumenta nunca mueve una piedra. Su labor concluye cuando emerge todo ese legado escondido entre zarzales y desidia oficial. De ahí en adelante compete a las administraciones mantener e invertir. Y tal como se cuecen los acontecimientos en formato recorte Promonumenta nos descarta buscar el mecenazgo en la iniciativa privada, una fórmula común en otros países aunque en España está lastrada por el escaso desarrollo de la ley que contempla esta figura. Tal vez, explica Victor Ferrero en voz alta, Castilla y León nunca debió asumir estas competencias o en todo caso limitadas a obras menores.

Un caso claro es la joya de la corona o al menos del mercado del turismo; la catedral. Aunque no es cometido de la asociación, Promonumenta ha puesto sobre el tapete en varias ocasiones la situación de algunas de las vidrieras más valiosas del centro gótico. Con los recursos que destina en la actualidad la Junta de Castilla y Léon a la catedral, sobre el papel unos 300.000 euros de los que sólo se han visto 20.000 euros, harían falta dos décadas para evitar el desastre de algunos de estos vitrales únicos, que para entonces corren peligro de deshacerse en pedazos.

Otros caminos

El currículum de Promonumenta también se sustancia en ciclos de conferencias, en la integración de todo tipo de colectivos en sus tradicionales hacendadas, desde universitarios norteamericanos hasta los internos de centro de Villahierro o las acciones conjuntas con otras sociedades como la Asociación Astronómica Leonesa con observaciones desde ese mirador privilegiado que lleva el nombre de ese leonés que nos vio apenas insignificantes desde cerca del cielo; el Observatorio Pedro Duque.

Victor Ferrero es como una enciclopedia abierta y recuerda con total sencillez mil y un detalles de las incontables intervenciones que ha sembrado el espíritu de Promonumenta por toda la provincia.

De entre los muchos nombres de los escenarios que han surgido en la conversación que manteníamos con Victor Ferrero destaca la alusión del promotor de esta idea en tono jocoso sobre el castillo de Sarracín, en Vega de Valcarce; el último de la provincia y el que nos abre las puertas de Galicia, camino de Santiago. Hasta ahora ha visto desfilar ante sus narices millones de euros destinados a la autovía del noroeste; pero lo del 1% para la cultura ha pasado de lejos. Lo curioso es que como lo han iluminado y domina un buen tramo de ascenso al puerto de Piedrafita del Cebreiro, dice Victor Ferrero que, desde cierta distancia, parece un ovni de aquellas películas de serie b, tal vez de aquellas que inmortalizaron a Ed Wood.

Ni a Promonumenta ni a Victor Ferrero les asusta el futuro. Dos décadas han servido para asentar una idea que ha puesto en evidencia que no miramos demasiado para el legado que nos han dejado otras culturas durante siglos.

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