María José Díez, la leonesa candidata al Goya por ‘Cerrar los ojos’: “La vuelta al cine de Víctor Erice era algo histórico”

María José Díez Álvarez, productora y directora de producción leonesa.

César Combarros / Agencia ICAL

Como un fogonazo deslumbrante, el cine de autor irrumpió en la vida de la productora leonesa María José Díez Álvarez (Riaño, 1971) en su primer año en la universidad. En los Cines Renoir, en Madrid, descubrió el Decálogo de Kieslowski o el rupturismo de Godard, películas que le abrieron los ojos para ver que otra forma de contar historias era posible, también desde el cine español, con obras como Alas de mariposa. Ese hallazgo iluminó su camino, y piedra a piedra comenzó a labrarse una trayectoria brillante, que le ha llevado a sacar adelante trabajos de cineastas como Jaime Rosales, Juan José Campanella, Gerardo Olivares, Rodrigo Sorogoyen, Alauda Ruiz de Azúa o Víctor Erice, entre otros muchos. Su labor en Cerrar los ojos, de este último, le ha valido su segunda nominación a los Premios Goya como directora de producción de forma consecutiva (la anterior fue con Cinco lobitos, un año antes). El próximo día 10, en Valladolid, sabrá si se lleva a casa la estatuilla, y la Agencia ICAL ha querido repasar con ella en esta entrevista 25 años de intensa trayectoria profesional.

¿Qué es León para usted? ¿Refugio? ¿Identidad?

Yo nací en León y me crie allí hasta los seis años. Es un lugar que pertenece a lo más profundo de mi biografía, donde están mis primeros recuerdos de infancia. Tengo familia y amigos allí y he seguido yendo de manera permanente, aunque el trabajo no me permite ir todo lo que quiero. Nuestro oficio es muy exigente e intenso, a veces hay muchas situaciones de caos y estrés, y Riaño siempre es un lugar donde vuelvo para limpiar, para encontrarme conmigo misma, a poner las cosas en su sitio y a descansar. Es muy importante para mí.

Procede de un enclave que ya no existe, el viejo Riaño. ¿Qué recuerdos atesora de aquella infancia en rincones hoy sepultados por el agua?

Tuve una infancia muy feliz en un pueblo que era muy especial, muy hermoso. Luego, cuando yo tenía catorce años, llegaron los desalojos y el cierre. El tema del pantano siempre estaba ahí, como una espada de Damocles. Cuando llegó la democracia se desató la ilusión de que eso nunca iba a suceder, pero de repente… Fue un momento complicado para todos, y cuantos lo vivimos tenemos ahí una especie de herida sin cerrar. Estamos muy unidos a esas montañas, que es lo único que queda. Una gran parte de los lugares donde transcurrían nuestros recuerdos han desaparecido pero eso no nos ha separado, sino al contrario: lo poco que queda nos une mucho. Hay algo muy especial en los habitantes del valle entero, que sufrió una enorme tragedia.

Se trasladan a Madrid y, cuando le toca elegir, decide matricularse en Derecho.

A mí lo que me gustaba era la literatura, pero me parecía muy difícil ser escritora y no quería ser profesora, así que empecé primero de Derecho. Había muchas menos opciones que ahora y, viniendo de Letras, no me veía en carreras como Historia o en una filología. Sentía que no encajaban con mi forma de ser, y en la vida es importante encontrar una profesión que encaje contigo, porque tienes por delante 40 años de trabajo y más vale que te guste lo que haces. Y yo tuve la suerte de encontrarme con el cine.

¿Cuándo comenzó su historia de amor con el cine?

En Derecho enseguida me di cuenta de que aquello no era lo mío, pero empecé a ir al cine en unas sesiones vespertinas en los Renoir. Iba a la Facultad de Derecho de 8.00 a 12.00, y a la una me enganchaba en Martín de los Heros con un tipo de cine que no sabía que existía. Yo pensaba que el cine era Indiana Jones, ET o 007, las películas que yo veía con mis padres en el cine de barrio. Allí descubrí que había una manera de contar historias alejada de Hollywood con la cual yo me sentía más identificada, y decidí cambiarme a Imagen y Sonido. Aquel año fue esencial en mi vida, me abrió los ojos y descubrí que a través del cine también se pueden contar historias como las que me gustaban en la literatura.

En 1996 acaba Imagen y Sonido y se traslada a Cuba para estudiar Producción en San Antonio de los Baños. ¿Qué le empujó a esa especialidad?

Cuando estudiaba en Madrid me di cuenta de que no quería trabajar en la publicidad ni en el audiovisual, sino en el cine. En esos años me hablaron de que en Cuba había una Escuela Internacional de Cine donde estaban pasando cosas y decidí presentarme. Al examen fuimos 400 personas para optar a las cuatro plazas que ofrecían para España. Durante mucho tiempo pensé en ser guionista, porque a mí lo que me gustaba era escribir, pero ese año solo convocaron cinco especialidades y guion no estaba entre ellas. Yo elegí dirección y producción y me seleccionaron para la segunda. No podía decir que no a esa experiencia y allí me di cuenta de que la producción encajaba mucho con mi carácter y me servía para contar historias, porque en realidad abarca todas las etapas del proceso cinematográfico, desde la elección de historias y de directores en la fase de desarrollo hasta la distribución. En realidad, los productores son la única figura que se mantiene constante durante todas las fases. Me di cuenta de la importancia que tiene dentro del proceso creativo, no solamente en la parte financiera o logística, sino también en la creativa.

En 1998 regresa a España y empieza a trabajar en Tornasol, en proyectos de Campanella (El hijo de la novia), Piñeyro (Plata quemada) o Díaz Yanes (Sin noticias de Dios) ¿Fue un periodo de aprendizaje?

En Tornasol se concreta toda la parte teórica que yo había aprendido en la escuela y se convierte ya en práctica, completando mi formación. Tuve la suerte de trabajar además con dos jefes muy generosos, Gerardo Herrero y Mariela Besuievsky, y eso siempre es importante cuando estás empezando. Recuerdo con mucho cariño esos primeros pasos en la vida profesional.

Dar clase y el contacto con los alumnos es una de las cosas que más me gustan. En los últimos quince años he solapado mi actividad docente con la dirección de producción

En 2001 pone en marcha Fresdeval Films junto a Jaime Rosales, que les condujo a Cannes (con Las horas del día y La soledad) o a ganar el Goya (con Un instante en la vida ajena, de López-Linares y Rioyo). ¿Era un paso natural más?

Tener mi propia productora junto con mis socios era un paso importante, diría que imprescindible en ese momento de mi carrera. Además tuve la suerte además de poder hacerlo con Jaime, que es uno de los directores de más talento con los que he trabajado en mi vida. Nos habíamos conocido en la Escuela e incluso hicimos juntos nuestra tesis de graduación. Nos gustaba mucho el mismo tipo de historias. Jaime tenía el guion de Las horas del día, no lograba sacarlo adelante y alguien le animó a montar su propia productora para desarrollarlo. Me propuso ser su socia y lo conseguimos. Ya es historia. Hicimos Las horas del día con muy pocos recursos, pero tal y como pensábamos que debía ser. Fuimos a Cannes, ganamos el Fipresci, la película se distribuyó en un montón de territorios y eso consolidó la productora y lanzó la carrera de Jaime.

De aquel proyecto se desmarca en 2009, cuando crea Lavorágine Producciones Cinematográficas para desarrollar proyectos propios. 

Siempre he sido así. No me gusta quedarme estancada en un sitio. Siento la necesidad de no aburrirme, de afrontar retos y hacer cosas nuevas. Soy una persona inquieta y no me cuesta salir de las zonas de confort. Al contrario; el hecho de saltar me resulta bastante estimulante. Es el impulso que siempre me ha movido, por eso también formé parte de la consultora Balboa Proyectos Cinematográficos. En ese momento comencé a trabajar en dirección de producción con otros directores, como Gerardo Olivares en Entre lobos, y también empecé a participar en el mundo de la docencia, que es muy importante para mí. Dar clase y el contacto con los alumnos es una de las cosas que más me gustan. En los últimos quince años he solapado mi actividad docente con la dirección de producción.

¿Qué le aporta la docencia y estar en contacto con las nuevas generaciones?

Cuando yo era alumna agradecí mucho la generosidad de los profesores que me ayudaron a encontrar mi camino y pienso que, de alguna manera, hay que devolver esas cosas que tienes la suerte de que la vida te dé. Eso es lo que me gusta de la docencia. Tener que contar tu trabajo ante un grupo de gente te obliga a reflexionar sobre lo que haces y por qué lo haces de una determinada manera. Es muy interesante. Se aprende mucho también sobre el propio trabajo dando clases.

Entre 2014 y 2015 fue además directora general de Caimán Ediciones, ¿Cómo fue la experiencia en un terreno completamente nuevo como ese?

Uno de mis mentores en la vida, Manuel Pérez Estremera, formaba parte del Consejo Editorial de Caimán. La persona que hasta entonces había ocupado la gerencia se jubilaba, Manolo le habló de mí a Carlos F. Heredero, que era el director, y me planteó la posibilidad. Mi reflexión fue: ‘¿El mundo es mejor si esta revista sigue existiendo? Sí. Pues vamos a ayudarles’. Ese tipo de impulsos me empujan. No era un trabajo para nada a tiempo completo, les ayudé a poner un poco las cosas en orden, a tomar algunas decisiones para que el proyecto empresarialmente funcionase, porque en ese momento todo el mundo estaba pasando al digital. Yo era suscriptora desde el principio y aún hoy, cada vez que recibo en el buzón Caimán no sabes lo orgullosa que me siento de haber formado parte de ese proyecto durante un tiempo.

El pasado mes de abril se incorporó a Lazona. ¿Qué trabajo desarrolla allí?

Supervisora de producción. Superviso a los diferentes directores y directoras de producción de cada proyecto, y Lazona abarca muchos y muy diversos. Desde que yo estoy se han estrenado por ejemplo películas tan dispares como Chinas de Arantxa Echevarría, El amor de Andrea de Martín Cuenca y Ocho apellidos marroquíes de Fernández Armero. Yo superviso, junto con mis compañeros, la gestión de todos los proyectos desde la estructura de la empresa para asegurarnos de que todo va bien y que la calidad es la máxima posible.

¿Está contenta con el paso?

Sí, es una etapa nueva. A mí lo de dar saltos al vacío me encanta. Esto no lo había hecho nunca, pero me lo ofrecieron y me lancé. No sé a dónde me llevará, pero estoy en una fase de descubrir cosas todos los días y eso me gusta mucho.

¿Qué balance hace de sus 25 años en el oficio?

Yo quería dedicarme al cine y lo he hecho. A veces en proyectos mejores, a veces en proyectos más irregulares, pero mi vocación de formar parte de los proyectos desde dentro está cumplida. Y no solo eso, sino que además he podido incorporar la docencia del cine y aspectos como lo de Caimán o la consultoría. Al final han sido 25 años dedicados al cine en sus diferentes vertientes y eso me hace muy feliz. Lo que yo descubrí en el cine cuando tenía 20 años es lo que he querido hacer y transmitir. Cuando alguien me dice: ‘Vi Las horas del día y gracias a esa película me he querido dedicar al cine’, o me cuentan cuánto se emocionaron viendo Cinco lobitos, me siento súper feliz, porque eso es lo que a mí me llevó a querer dedicarme a ello.

¿Cómo llegó a sus manos la posibilidad de participar en Cerrar los ojos?

A través de Cristina Zumárraga, la productora. Antes habíamos trabajado juntas en Objetos y Lo nunca visto, y cuando Víctor Erice decidió que ella sería la productora de su nueva película, Cristina me llamó para contar conmigo y ni me lo pensé.

El día de las nominaciones me comentaba que ha sido un proyecto lleno de retos.

Sí, a todos los niveles. Salíamos de la pandemia. Había que trazar un calendario que nos permitiera estrenar en Cannes. Teníamos un plan de rodaje largo, de nueve semanas y dos días, que no es nada habitual. Es una película que se terminó rodando por toda España: en Almería, Granada, Segovia, Asturias, Madrid... Luego, aunque física e intelectualmente esté en la mejor forma, Víctor tiene una edad, y sus películas nunca habían involucrado tantos elementos diferentes de producción: tanto El sur como El espíritu de la colmena transcurren en una localización, con muy pocos personajes, y esta era todo lo contrario: con actores importantes, figuración, muchas localizaciones, diferentes épocas que se mezclan... Por otra parte, Víctor es un director muy exigente y eso era otro reto. Queríamos estar a la altura de lo que él tenía en la cabeza. La vuelta al cine de Víctor Erice a la ficción cuarenta años después de El sur era algo histórico y queríamos formar parte de esto. Todos los proyectos tienen limitaciones de tiempo y dinero. Trabajamos muy intensamente para poder optimizar los recursos y que Víctor contase con el máximo de elementos y una total libertad creativa.

Ahora me doy cuenta de que toda la trayectoria anterior me ha permitido tener la madurez para poder afrontar una película tan complicada

Ha sido su segunda nominación consecutiva a los Goya tras la de Cinco lobitos. ¿Lo entiende como un espaldarazo a que está haciendo bien las cosas?

No es habitual que sean consecutivos, pero las nominaciones y los premios son una lotería. Cerrar los ojos es la película más difícil que he hecho en mi vida. He estado 50 años preparándome para esa película. Ahora me doy cuenta de que toda la trayectoria anterior me ha permitido tener la madurez para poder afrontar una película tan complicada, pero Cinco lobitos fue una película muy sencilla para la dirección de producción y me nominaron. Al final mi conclusión es que estar en buenos proyectos es lo que termina trayendo esa especie de reconocimiento de la industria.

Usted ha formado parte de la junta directiva de CIMA (la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales). ¿Estamos viviendo realmente un movimiento transformador, donde las mujeres están ganando peso en todos los estratos de la industria?

Yo creo que en los departamentos más técnicos, como los maquinistas, eléctricos o dirección de fotografía, es donde más está costando asentar la presencia de las mujeres en puestos importantes, además de por supuesto en dirección y en guion. Gracias a las cuotas y a determinadas leyes estamos consiguiendo encontrarnos con un cine español que de repente recupera otros públicos, donde pasan cosas y que te cuenta historias que no se habían contado antes, con nuevas voces como las Carla Simón, Alauda, Pilar Palomero o Estibaliz Urresola, entre otras muchas. La incorporación de la mujer en igualdad de condiciones no solo es un tema de justicia, que por supuesto también, sino que además lo que va a lograr es acercar a espectadores que se habían alejado del cine español, porque las historias que se contaban siempre llegaban desde un punto de vista muy masculino. Me parece que es un ‘win-win’. Todos salimos ganando.

¿Cree que se abre la caja de Pandora en el cine español con el ‘caso Vermut’?

Ojalá.

¿Qué puede traer todo esto para el cine español? 

(Lo piensa con detenimiento) Transparencia... Verdad… Seguridad en los entornos laborales. Que nadie trabaje con miedo y que si vives una situación en la que no te sientes cómoda, no tengas problema en levantar la mano y contarlo. Yo, por ejemplo, en los últimos rodajes, he incorporado una frase en las citaciones en la cual se dice expresamente que queremos un entorno de trabajo seguro para todos, que tenemos tolerancia cero con los abusos, y facilitando un teléfono abierto para comunicar cualquier situación que pueda producirse. Igual que desde el Ministerio se ha habilitado el teléfono 016, las productoras tenemos que incorporar mecanismos sencillos y confidenciales para las víctimas, porque si no nunca denunciarán. No es fácil denunciar.

Se ha abierto un debate que igual era necesario.

Por supuesto. Hay un debate que me gusta porque solo nos puede hacer mejores, propiciando la creación de protocolos más seguros de trabajo. ¡Es que es mejor! Igual que ha pasado en el fútbol, que pase en el cine. Creo que solo puede traernos cosas buenas, para la industria pero sobre todo para la sociedad en general, porque al final aunque se hable de esto en un sector que no sea el tuyo, te ayuda a reflexionar en tu propio ámbito laboral. Y, por supuesto, se acabó. No se pueden permitir abusos de poder en ningún entorno, y menos en entornos laborales. En cada película se contrata a muchas personas, e igual que nos preocupa la seguridad de la cámara o de los especialistas, también nos tiene que preocupar que en ese entorno no haya nadie ejerciendo ningún tipo de presión, violencia o agresión sobre ninguna persona. Sea la que sea.

Etiquetas
stats