Mar García Puig: “Hacer de la mujer la mala del cuento ha sido la estrategia del capitalismo para tenerla dominada”

Mar García Puig

Abel Aparicio

Con motivo del evento encuadrado en el programa ‘Afinidades electivas’, dependiente del Ministerio de Cultura y Deporte, este viernes 22 de septiembre en la librería Sputnik de la capital leonesa tendremos la ocasión de escuchar a las escritoras Mar García Puig y Eider Rodríguez. Hablamos con Mar, autora del libro ‘La historia de los vertebrados’.

Hace unos años, muy pocos, a la puerta de un colegio de Astorga una mujer le preguntó a un hombre que acababa de ser abuelo qué tal se encontraban tanto la nieta como la nuera. La respuesta fue: “la niña bien y la nuera también, ya es el cuarto, es como una gallina, ya ni se entera”. Esta respuesta la estuve analizando durante varios días, y sigo haciéndolo. Esta primavera, a través de un programa de la radio pública escuché una entrevista a Mar García Puig, autora del libro ‘La historia de los vertebrados’ (Random House, 2023). Vamos a analizar con ella su propia experiencia y la de tantas otras a lo largo de la historia.

Desde la antigüedad, los dioses griegos, los grandes pensadores de los siglos XVI, XVII y hasta nuestros días. Si una mujer embarazada tenía buena cara se decía que llevaba dentro un niño, de lo contrario, una niña. Si estaba embarazada de mellizos, como fue tu caso, el niño tenía que estar a la derecha, porque es la mejor parte. ¿Por qué desde tiempos inmemoriales la mujer siempre es la mala del cuento?

Hacer de la mujer la mala del cuento ha sido la estrategia del capitalismo para tenerla dominada y poder controlar su capacidad reproductiva. Las malas madres, ya desde la asesina Medea, pueblan nuestro imaginario. De hecho, originalmente la mala del cuento de Blancanieves no era la madrastra, sino la madre. Una mala madre, una madre que no se somete al estereotipo de la madre correcta, podría hundir el sistema, y demostrar que eso del instinto maternal como algo universal e inmutable es también quizás otro cuento que nos han vendido para tenernos sometidas.

Aristóteles y Galeno, entre otros, negaban que la mujer aportara nada a la creación del hijo: “era el padre quien proporcionaba la semilla, la vida, mientras que la madre no era más que una materia inerte que lo acogía en su senojun tiempo”.

Es que la medicina, al igual que la religión, también ha sido machista. Hipócrates o Galeno lo fueron hasta límites insospechados, Freud también, y en la actualidad continúa habiendo un importante sesgo de género. Pensar que la ciencia es totalmente neutra y que no cae en las trampas del patriarcado es una falacia.

Fuiste diputada por En Comú Podem en el Congreso de los Diputados. Cuentas que en un grupo escribiste que, tanto en tu grupo parlamentario como en el resto, las mujeres no forman parte de los principales órganos de dirección, y eso te valió no pocas críticas internas.

Sí, se ha avanzado mucho en la participación de las mujeres en política, pero queda muchísimo trabajo. Y las feministas tenemos normalmente este papel incómodo dentro de los partidos políticos, porque debemos denunciar y luchar contra esta realidad. Hay que reconocer y cuestionar las prácticas machistas que hay también dentro de los partidos que se definen como feministas. Pensar que el machismo no permea también en estas organizaciones no es realista.

Tú, como miles de mujeres, sufriste al conocida popularmente como “depresión posparto”. Esto, que a día de hoy se siguen manteniendo casi como un tabú, llevó a muchas mujeres a ser ingresadas en centros psiquiátricos, o no volver a tener nunca más una vida como la que tenía antes, y en última instancia, el suicidio. ¿Por qué este silencio y este obviar un grave problema?

Porque las madres siempre hemos tenido miedo de dañar a nuestros hijos, que nos alejen de ellos, y eso nos ha impedido contarlo y muchas veces no poder encontrar la ayuda que necesitábamos. Pero es que a veces no somos capaces ni de reconocernos a nosotras mismas que no sentimos esa felicidad y alegría que nos habían prometido. La culpa es demasiado grande, y a menudo intentamos acallar nuestro dolor. De nuevo, el peso del estereotipo de la mala madre y todo lo que conlleva que te cuelguen esa etiqueta, es demasiado doloroso.

En el invierno de 1918, un grupo de mujeres, entre ellas Amàlia Alegre, se manifestó en Barcelona por el precio de la vivienda, de los alimentos y la falta de carbón. Empezaron pocos y acabaron siendo miles. Siempre son ellas las que dan ese paso, siempre ellas las desconocidas.

Sí, también la historia de la lucha obrera y por la justicia social ha querido silenciar el papel de las mujeres en ella. Y las mujeres muchas veces hemos sido las más conscientes de las injusticias sociales, las que las hemos sufrido más. Porque ha sido en nosotras en quienes ha recaído tradicionalmente el papel de cuidar, y quien cuida se hace consciente como nadie de la injusticia y el dolor.

Las madres de la Plaza de Mayo recibieron todo tipo de críticas por preguntar públicamente dónde estaban sus hijos. Un capitán del ejército dijo que no se podía imaginar a la Virgen María esparciendo su odio cuando  nuestro Dios fue arrebatado de sus brazos. Es decir, que las madres lloren, pero poco.

Exacto. La madre puede sufrir pero desde la resignación, como la Virgen María, nunca desde la rebeldía. Y sobre todo, en ese sufrimiento no puede olvidar cuál es su lugar, que nunca es en el espacio público, sino en el privado. Y ahí las madres de la plaza de Mayo lo pusieron todo patas arriba, porque no renunciaron a su papel de madre, pero decidieron defender sus derechos y los de sus hijos ocupando el espacio público, y en eso cambiaron la historia.

Cuentas que durante tus estancias en Madrid, alejada de Sara y David, tus hijos que como tú viven en Barcelona, decidiste unirte a un grupo de mujeres para contar experiencias personales. ¿Faltan medidas públicas como esta, impulsadas desde las instituciones?

Sí, cuando hablamos de salud mental reclamamos más psicólogos y psiquiatras, pero a veces nos olvidamos de que no todo se resuelve en una consulta, que son necesarias medidas de tipo más comunitario, que amplíen nuestras redes, que rompan con el aislamiento y el estigma. Yo acudí a un grupo de ayuda mutua de mujeres que me cambió la forma de ver cómo podía hacer frente a mi dolor.

Uno de los trastornos que provoca la depresión posparto es la hipocondría, más que hacia una misma, hacia los hijos. Es esta una carga mental que se arrastra de generación en generación.

En mi investigación me resultó muy curioso encontrarme con muchas mujeres que, en el siglo XIX, en el que la religión estaba tan presente, sufrían delirios posparto relacionaos con castigos divino o con el diablo. Pensaban que Dios o el demonio dañarían a sus hijos. Ahora vivimos en una era científica y muy medicalizada, y es muy común el delirio hipocondriaco. En el fondo todo tiene la misma raíz, el miedo a lo inesperado y a no poder controlarlo todo.

¿Qué le responderías al hombre que pronunció las palabras con las que abrimos esta entrevista?

Le diría que aprenda a escuchar a las mujeres. Que en lugar de animalizarnos, lea sobre las múltiples vivencias de la maternidad. Ya es hora de que los hombres lean acerca de temas que tradicionalmente se han considerado “de mujeres”.

 Entiendo que hacer un ejercicio del calibre de mostrarte públicamente por dentro, sacar a la luz tus miedos y fantasmas, que son los que tantas otras arrastran en silencio, sea muy costoso, pero también entiendo que debemos ser optimistas y ayude a poner en el foco esta situación.

Yo soy optimista. Me ha sorprendido la buena acogida del libro. Que tantas personas me hayan dicho que necesitaban leer sobre este tema, cómo les ha ayudado saber que otras mujeres han pasado por situaciones parecidas. La literatura puede hacer mucho para comprendernos a nosotras mismas y descubrir que no estamos solas.

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