El leonés César García Álvarez profundiza con un ensayo en el “hechizo universal” del legado arquitectónico de Gaudí

Carlos S. Campillo / ICAL El profesor leonés César García, autor del libro Gaudí. Símbolos del éxtasis

César Combarros/ ICAL

Desde su más temprana infancia, cuando al visitar la casa de sus abuelos pasaba por delante de la Casa Botines, el profesor de Historia del Arte de la Universidad de León César García Álvarez (León, 1970) se sintió fascinado por el legado arquitectónico de Antoni Gaudí. Aquella huella se acrecentó cuando estudió en el Instituto Juan del Encina, al lado del edificio modernista, y despegó definitivamente cuando pudo contemplar in situ las obras del arquitecto en Barcelona.

Fruto de aquel “hechizo” el este miércoles, 21 de junio, llegará a las librerías españolas 'Gaudí. Símbolos del éxtasis' (Siruela, 17,95 euros), un completo ensayo donde ilumina y esclarece las “raíces formativas, a veces quizá inconscientes”, que influyeron en Gaudí: “La raíz cristiana del símbolo, la raíz romántica del símbolo y el símbolo como un mediador que mantiene tensiones entre los contrarios entre todos y cada uno de los pares que se oponen en su concepción: el dolor y el placer, la materia y la vida...”.

“La aspiración fundamental de Gaudí es dotar de vida auténtica a la arquitectura ex nihilo, al igual que Dios creó la vida a partir de la materia. En ese procedimiento el símbolo permite mediar entre contrarios, entre la geometría y la imaginación, entre la imaginación y el espíritu, y armonizarlos todos en la forma arquitectónica final resultante”, reseña en declaraciones a Ical.

El fogonazo inicial que prendió la mecha del libro, según relata, fue un seminario impartido por el arquitecto catalán Juan José Lahuerta en un curso de verano de la Universidad de León hace más de dos décadas. En aquella conferencia, reflexionó sobre el contenido ideológico y simbólico de Gaudí de una forma “reveladora”, que provocó en García Álvarez un “auténtico deslumbramiento”. “Su visión sobre Gaudí me parecía extraordinaria, porque permitía encontrar los enlaces entre la concepción personal de Gaudí de la vida y su poética arquitectónica, que Lahuerta identifica de un modo permanente con el dolor”, apunta.

Sin embargo, en el análisis que él mismo emprendería durante años, concluyó que si bien “el dolor, el sufrimiento y el castigo” ocupaban una parte central en Gaudí, aquella mirada al creador de La Sagrada Familia resultaba “incompleta”, ya que olvidaba otras facetas de Gaudí como “el gozo, la alegría y la posibilidad de ver la arquitectura culminada”. “La idea de que, después de muchísimos sufrimientos, el arquitecto alcanza a ver, en unos segundos que él califica de tridimensionalidad angélica, la forma final de la arquitectura finalmente existente, me parece una descripción perfecta de una de las dos dimensiones del éxtasis. La otra es la de percibir en el espíritu la forma final de la forma arquitectónica construida saliendo fuera del propio espíritu del arquitecto”, señala.

Un legado sin parangón

Para García Álvarez, “la arquitectura de Gaudí es símbolo puro toda ella”. “Otra cosa es que también pueda transmitir significados de todo tipo: de carácter político, ideológico, religioso, naturalista, biográfico, local, natural... Gaudí amalgama todas esas dimensiones y sus obras tienen una riqueza de niveles simbólicos verdaderamente insólita. Él va muchísimo más allá del modernismo, de los neogóticos o que cualquiera de sus contemporáneos, y establece una dimensión simbólica de la arquitectura que no tiene parangón en la historia del arte”.

En el libro, además, el autor establece vínculos entre Gaudí y prestigiosos coetáneos suyos con los cuales desvela “afinidades sumamente profundas” a la hora de “comprender el papel del artista, la creación del artista y del sentimiento estético”. Así, establece paralelismos entre Gaudí y Aschenbach, el protagonista de 'La muerte en Venecia', de Thoman Mann; con el Oscar Wilde de 'De profundis', con asertos de carácter nietzscheano, y con Marcel Proust, puesto que, en su opinión, la teoría estética que subyace en 'El tiempo recobrado', el último tomo de 'En busca del tiempo perdido' , es “profundamente afín a cuanto late por debajo de la arquitectura gaudiniana”. “Considero que son hilos de ese tapiz del tiempo, del 'zeitgeist', que permiten encontrar ecos, como rizomas, que se manifiestan sin contacto entre ellos pero que manifiestan un mismo espíritu de una época”, desliza.

Para García Álvarez, una de las claves para que el legado de Gaudí siga siendo rupturista incluso hoy, es que el catalán “nunca siguió las pautas de ningún estilo”. “Como dice Carlos Flores, los trituró para poder, a partir de esos añicos, crear un estilo radicalmente diferente y personal. Nunca fue seguidor ni adepto de ningún otro estilo ni forma arquitectónica que no fuera su propia concepción de querer unir la naturaleza, la materia, la vida, la geometría y el espíritu. Ese fue su credo”, resume antes de concluir que “el hechizo que produce la arquitectura de Gaudí es universal”.

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