León ante la versión teatral de 'La lluvia amarilla': más allá del canto premonitorio sobre la España vacía

'La lluvia amarilla', a cargo de la compañía Seda.

César Fernández

La primera vez que el director de teatro Jesús Arbués leyó 'La lluvia amarilla' pensó en las dificultades de llevar a la escena un texto “tan poco teatral”. Hoy la obra recorre España bajo su batuta. Y esta semana llega a la provincia de origen de su autor, Julio Llamazares: este miércoles 30 de noviembre al Auditorio de León y el jueves 1 de diciembre al Teatro Bergidum de Ponferrada. “La novela está llena de trampas para el adaptador”, cuenta Arbués al referirse en primer lugar a la falta de tiempo en una acción que transcurre materialmente en ese instante en el que al protagonista, el último habitante de un pueblo a punto de ser abandonado, se le pasa toda la vida por delante hasta conformar una de los libros capitales de la literatura española del último tramo del siglo XX.

Podría decirse que la novela se gestó y se finiquitó en torno a dos reportajes periodísticos de Julio Llamazares con varios años de diferencia. Aunque eso hay que decirlo con matices. “Las novelas se escriben durante toda la vida. Se van formando en tu conciencia”, advierte el autor leonés, que tuvo el primer impacto cuando en la noche de San Juan de 1983 se desplazó a San Pedro Manrique (Soria), hizo un alto en la capital para comprar el libro de Avelino Hernández 'Donde la vieja Castilla se acaba' y acabó aterrizando en Sarnago, a un palmo ya de la frontera con La Rioja. Fue entonces cuando empezó a recorrer pueblos abandonados detrás de 'La lluvia amarilla'.

Cuatro años después daría con la última frase del libro en una localidad apartada, aunque todavía no despoblada, en medio de un temporal de nieve en Ruidelamas (Balboa), en el Bierzo Oeste, en este caso a un palmo con la frontera de Galicia.

"La novela está llena de trampas para el adaptador", cuenta el director, Jesús Arbués, que nunca pensó en adaptar una obra que se desarrolla fuera del tiempo y con un monólogo interior nada al uso

Llamazares (ya lo hizo notar en su declaración de principios) empezó realmente a escribir 'La lluvia amarilla' cuando nació. “Mi interés por el tema tiene que ver con mi propia biografía. Y no sólo con Vegamián (el pueblo sumergido bajo las aguas del pantano del Porma en el que nació en 1955), sino con el mundo campesino y minero”, apunta el escritor, que ya había ambientado en León 'Luna de lobos', publicada en 1985, y quiso “cambiar de aires” hasta encontrar el escenario en el Pirineo de Huesca con el argumento añadido de ser la zona de España con más pueblos abandonados. “A Ainielle llegué por casualidad cuando ya tenía media novela escrita”, cuenta. Y allí situó la acción del libro que publicó en 1988 por otras dos razones: “Me gustó el sitio y me gustó el nombre”.

La casa como “hilo conductor”

La primera vez que el actor Ricardo Joven leyó 'La lluvia amarilla' ya se había puesto en la piel de Andrés de Casa Sosas, el protagonista de la obra. “Había oído hablar del libro. Pero preferí leerlo a posteriori, tras la adaptación y el estreno, por la curiosidad del contraste”, afirma sobre un papel en el que Julio Llamazares quiso volcar otra particularidad: la importancia que en la idiosincrasia de Aragón y Cataluña tiene la casa familiar. De Casa Sosas no es, en este caso, el apellido del protagonista, sino su procedencia. Y el hogar goza de tanta relevancia como “hilo conductor” de la trama que se superpone en el cartel de la obra a la cara del actor protagonista.

Aparte de una arrebatadora potencia lírica que dificultó su adaptación teatral, 'La lluvia amarilla' tiene la virtud de anticiparse a un fenómeno al que por entonces no se le había puesto nombre y que hoy acapara titulares y agendas políticas: de la España vacía o vaciada. “Nadie hablaba de ello”, sentencia el autor leonés al apenas citar como excepciones aquel libro iniciático de Avelino Hernández o fragmentos de novelas de Miguel Delibes. “Los que primero hablamos fuimos los escritores. Los medios de comunicación van siempre por detrás de la sociedad. Y los políticos van por detrás de los medios”, relata el autor tras hacer otra declaración de intenciones: “Yo escribo a partir de sentimientos y pensamientos. No escribo para cambiar la realidad, ni para cambiar la mente de los lectores”.

"Los que primero hablamos de la España vacía fuimos los escritores. Los medios de comunicación van siempre por detrás de la sociedad. Y los políticos van por detrás de los medios"

Julio Llamazares Escritor

El abandono del medio rural, que en este caso se sustancia en la progresiva aniquilación de un pueblo, pone el fondo. “Pero no quise hacer un alegato sobre eso, sino contar la impresión que se producía al entrar a un pueblo abandonado. Y es una novela sobre la soledad”, matiza el autor. El director Jesús Arbués también niega la mayor: “De la misma manera que 'El Quijote' no es una obra sobre las novelas de caballerías, 'La lluvia amarilla' no es una novela sólo sobre la España vaciada. Y su éxito radica en que es una obra sobre muchas otras cosas”. El actor Ricardo Joven coincide y cita otras cuestiones latentes y presentes en el texto como la Guerra Civil, la emigración o el desmantelamiento de casas en pueblos que quedaron literalmente a la intemperie.

Arbués había señalado a la falta de tiempo como la primera trampa de la obra para su adaptación teatral. La segunda tiene que ver con el propio texto. “No es un monólogo a la esencia, sino una manera muy poetizada de reflejar lo que piensa el personaje”, describe. Y es que, en este caso, en la virtud lleva la penitencia. Ricardo Joven lo dice con otras palabras. “En lo onírico está la enorme dificultad y el enorme acierto de esta obra. De ser más realista (la adaptación), toda la carga onírica y poética quedaría deslucida. Así tiene el riesgo de que podía haber salido mal”, afirma sin obviar que él debe asumir el reto de hacer creíble que un personaje de pocas palabras se exprese de esa forma y sin dejar de citar como “otro acierto” el salpicar la acción con canciones cantadas a capela por la otra actriz, Alicia Montesquiu, y con proyecciones hasta recrear la esencia de la obra.

'La lluvia amarilla' ya tuvo una adaptación anterior, en aquel caso abordada por la compañía Inconstantes Teatro y con el actor Chema de Miguel en el papel de Andrés de Casa Sosas. “Me gustan las dos. Podría decirse que aquella era más naturalista y esta recrea más el territorio de lo onírico al estar fuera del tiempo y de la realidad”, constata Julio Llamazares. Tras una representación en el Teatro Español de Madrid, el periodista Juan Cruz le encontró paralelismos con la literatura de Juan Rulfo, según cuenta Ricardo Joven, encargado de dar vida a un personaje que el director define como “incapaz de mostrar emoción”. “Es un personaje muy aragonés”, sentencia Arbués. “Yo incorporo algún matiz leve del carácter aragonés porque considero que es un personaje universal”, aporta Joven sin ocultar que el papel le implica emocionalmente “siempre en un momento álgido”. “Yo siento y padezco”, sentencia.

"De la misma manera que 'El Quijote' no es una obra sobre las novelas de caballerías, 'La lluvia amarilla' no es una novela sólo sobre la España vaciada. Y su éxito radica en que es una obra sobre muchas otras cosas"

Jesús Arbués Director de teatro

Ahora 'La lluvia amarilla' aterriza en la tierra de su creador, que apenas se ha inmiscuido en la adaptación teatral. “Hablamos con Julio. Tuvimos un intercambio de impresiones. Y le pareció bien. Hablar con él es un aprendizaje continuo. Es una persona que siempre aporta”, indica Jesús Arbués. “Yo no sé escribir teatro. No he querido intervenir porque no sé nada del lenguaje teatral. Así que preferí dar libertad”, cuenta Llamazares, satisfecho del resultado de la adaptación teatral y receloso hasta la fecha de llevarla al cine. “Me he negado hasta ahora. Ya he cumplido mi vanidad con la adaptación de 'Luna de lobos'. De llevarla al cine tendría que hacerse muy bien. Y es muy difícil captar la esencia poética”, advierte.

Libro de referencia en Aragón

'La lluvia amarilla' llega a León siendo toda una referencia en Aragón, donde tiene la consideración de libro de referencia en etapas educativas. La obra teatral se ha representado en la zona, incluso en Susín, una localidad despoblada muy cercana a Ainielle, en una función al aire libre con los sonidos rebotando en el monte y entrando la noche hasta dejar una sensación “espeluznante” en el actor protagonista, que llega “con muchas ganas” a la provincia de origen del autor aun siendo consciente de que el libro se ha convertido en una obra de culto que tiene “lectores por todas partes”.

"Me he negado hasta ahora a llevarla al cine. Ya he cumplido mi vanidad con la adaptación de 'Luna de lobos'. Tendría que hacerse muy bien. Y es muy difícil captar la esencia poética"

Julio Llamazares Escritor

¿Cuál es el impacto en los espectadores? “Hay público que ya ha leído la obra y viene con dudas. Yo tengo que intentar que, cuanto antes, el público entre en consonancia con el personaje”, responde Ricardo Joven. “Viene también muchísima gente que no la ha leído. La gente sale conmovida. Y se trata de eso”, contesta Jesús Arbués. “Yo soy el menos indicado para opinar como espectador”, despacha Julio Llamazares, que sí ha testado que “la gente se queda como sobrecogida” ante una obra ante la que su cabeza viaja hacia “detalles” de su vida personal que le ocurrían cuando escribía el texto, entre los años 1986 y 1988, principalmente en el barrio madrileño de Chueca.

Llamazares halló el final perfecto para su novela de casualidad cuando acudió a hacer un reportaje para El País sobre pueblos de la zona montañosa del Bierzo Oeste que habían quedado aislados por la nieve en enero de 1987. “Ponferrada parecía una ciudad polaca al amanecer”, evoca. En compañía entre otros del polifacético conseguidor Miguel Yuma y el entonces cartero de la zona y alcalde de Balboa José Manuel Gutiérrez Monteserín, llegó a Ruidelamas. María Brañas pudo ser una más de las mujeres vestidas de negro que se asomaban a la puerta “con mucha desconfianza”. Pero la luz ya se iba en el cielo. Y María, la de Ruidelamas, fallecida el pasado verano a los 102 años de edad, dejó una frase muy compleja para los traductores pero extraordinaria para un final: “A noite queda para quien es”. Y así nada más queda que echar el telón. 

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