José Luis Puerto: “La poesía hoy tiene que ser esa palabra que ponga el dedo en la llaga, en lo humilde, en lo desatendido”

Carlos S. Campillo/ICAL. El poeta José Luis Puerto

Elena F. Gordón/Ical

De origen salmantino aunque afincado en León desde la década de los 80, el escritor, poeta y etnógrafo José Luis Puerto presenta hoy en Valladolid su obra más reciente, 'Trazar la salvaguarda'. Será de la mano del poeta, periodista y director de 'El Norte de Castilla', Carlos Aganzo, a las ocho de la tarde en la Fundación Segundo y Santiago Montes.

¿Qué van a encontrar sus fieles y qué pueden descubrir quienes inicien un acercamiento a su obra en 'Trazar la salvaguarda'?

En mí poesía, desde Señales (1997), predomina, a través de un lenguaje ascético, franciscano, conciso pero, al tiempo, sugeridor –eso pretendo-, una búsqueda de todo aquello que se nos escapa, que nos pasa desapercibido, pero que, al tiempo, de modo simbólico, nos da algunas de las claves de nuestro misterio y del misterio del mundo. Concibo la poesía como un lenguaje capaz de trascender lo que vivimos, lo cotidiano, para iluminar la realidad. Es lo que ocurre en Trazar la salvaguarda, donde, a través de un triple paso, de un triple salto mortal diría (el dextro o espacio sagrado y protector en torno a los templos; los juegos de los niños, en los que se trazaban círculos en la tierra y, cuando uno entraba en el círculo, estaba salvado, protegido), llego a concebir la poesía como un dextro, como un territorio de protección y de sentido, lleno de sacralidad, frente a todos los sinsentidos en los que nos toca vivir y que nos toca soportar.

Dicen de este libro que en él se concibe la poesía como un territorio de salvaguarda, como ámbito en el que podamos estar protegidos, salvados... ¿De qué nos protege la poesía?

La poesía, como dentro que es, como espacio protegido por ese círculo imaginario de la humanización, de la vida del espíritu y de la belleza, nos protege de ese “enemigo rumor” del que hablara el gran escritor José Lezama Lima, de ese exceso del mundo, de tantas profanaciones que sufren el lenguaje, la vida comunitaria, la dignidad de los seres humanos. La poesía -y ahí su sentido profundamente moral, pues no hay estética sin ética- hoy tiene que ser esa palabra que ponga el dedo en la llaga, que dé señales de la belleza y de la dignidad que reside en lo pequeño, en lo humilde, en lo desatendido, de ese fulgor y esa luz que se halla en todos esos territorios.

¿La poesía aparte de una protección es un arma para combatir momentos críticos personales o colectivos?

La poesía es palabra que cura, palabra que sana, palabra que apacigua e ilumina; en ese sentido, es una herramienta, un recurso que, a través de un uso iluminador de la palabra, es eficaz para librarnos de tantas tinieblas y sombras a las que se nos arroja; y, claro, nos libra de esos precarios momentos personales o colectivos a los que aludes en la pregunta. La poesía, el poeta es el que da forma, el que cifra -aquí Mallarmé, Valente- las palabras de la tribu, las palabras de la comunidad y las pone al servicio de todos, para que arrojen luz, para que den sentido a todos.

¿Qué le aporta o qué le resta a un poeta una situación como la actual, de desánimo, de dificultad, de pérdida dicen muchos de derechos?

En la medida en que la poesía se produce en una comunidad, en una sociedad, en una lengua, es una palabra que necesariamente acusa, expresa, se hace eco de la realidad en la que surge. La precariedad, hoy, de la nuestra, se debe a que asistimos al desmantelamiento de lo conseguido por todos, de lo público, en aras de intereses que no son los del bien común, de ahí el desasosiego, la indignación. Y esta situación crítica es un reto para la poesía, que no ha de desentenderse de esta crisis y que ha de poner también el dedo en la llaga (de nuevo, el profundo sentido moral que tiene).

¿En qué trabaja ahora?... Usted no para y no hace nada presentó un libro de leyendas de tradición oral en la provincia de León

Siempre compagino en mi vida diversos quehaceres, tanto creativos, poéticos, como de investigación, tanto en los terrenos de la etnografía y de lo antropológico, como en el estudio literario y en la indagación artística. Y ahora mismo ultimo la edición de los romances de tradición oral en la Sierra de Francia Salmantina, recojo los de la Sierra de Gredos, e indago en distintos aspectos etnográficos leoneses, salmantinos y de la mítica comarca cacereña de Las Hurdes. Y la poesía siempre sigue su curso.

¿Cómo andamos en Castilla y León de talentos literarios?

En nuestra comunidad, hay no pocos talentos literarios y, además, dentro de las distintas generaciones que están creando en la actualidad y de los distintos géneros. Sería inútil dar nombres, algunos están en la memoria de todos. Sería necesario un mayor apoyo de nuestras autoridades, una mayor visibilización de los escritores y que se favoreciera una mayor presencia de los mismos en el mundo educativo, en la sociedad, a través de lecturas, charlas, encuentros...

¿Cuál es, a su juicio, el mayor fallo del sistema educativo de España?

El mayor problema es que no ha habido una suerte de consenso por la educación y fijar una serie de programas, por ejemplo, para que el patrimonio literario lo conozcan nuestros niños, de tal manera que igual que en Inglaterra los alumnos saben versos de Shakespeare, aquí tendría que ocurrir lo mismo. Por ejemplo, en Enseñanza Media, en el programa actual es una materia casi invisible. Esa gran patrimonio, nuestros jóvenes y la sociedad se van a ver privados de él.

Usted conoce la provincia de León de cabo a rabo y ha recogido legados y tradiciones. ¿Cree que este patrimonio se mima lo suficiente?

León tiene un valiosísimo patrimonio de cultura tradicional, tanto de tipo material, como inmaterial. Aún se puede documentar, inventariar, recoger, transmitir y difundir. Pero creo que, desgraciadamente, tal patrimonio no se mima ni se valora lo que se debiera. Y muchas veces se utiliza en plan propagandístico y simplificador. Merecería una atención mucho mayor de la que se le dedica.

Escritor, poeta, etnógrafo, profesor, filólogo, traductor, editor... de tantas vocaciones, tantas ocupaciones, ¿Cuál es la que más satisfacciones le da?

A lo largo de mi vida, han ido apareciendo en mí todos esos aspectos que enumeras, pues todos ellos los cultivo y los compagino; pero no podría destacar unos más que otros, pues, en mí, todos obedecen al mismo impulso: a lo que María Zambrano llamaba “la razón poética”. El individuo crea y el pueblo crea, y esas creaciones se plasman en creaciones literarias y artísticas, en tradiciones orales, en ritos, en indumentarias, en arquitectura popular... Y me interesa, sobre todo, cómo funciona el imaginario humano.

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