'Feud: Capote vs. The Swans': plegarias atendidas

Fotograma de 'Feud: Capote vs. the Swams', con Naomi Watts y Tom Hollander.

Antonio Boñar

‘Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por aquellas que permanecen desatendidas’. Esta sentencia de Santa Teresa perseguiría a Truman Capote las últimas décadas de su vida, hasta el punto de convertirse en el origen del título de una novela que nunca llegaría a acabar, una promesa de obra maestra que el escritor, alcoholizado e incapaz de alcanzar una mínima disciplina, solo anticiparía con algunos relatos envenenados, llenos de frases como puñales que desvelaban muchos de los chismes y secretos que sus amigas de la alta sociedad neoyorquina le habían confiado.

En 1965 Capote había publicado A sangre fría, una obra incontestable de la literatura moderna, la primera novela de ‘no ficción’ de la historia, donde mezclaba brillantemente periodismo y literatura para reconstruir el asesinato de la familia Clutter. Se convertiría casi al instante en una celebridad, en el autor más reconocido y  deseado del país, en ese tipo genial y locuaz al que los poderosos deseaban tener en sus fiestas. Su editor, Joseph M. Fox, le firmó un cheque por valor de 300.000 dólares para que escribiese cómodamente su siguiente novela. Capote aseguraba tener en su cabeza esa nueva obra maestra, un absorbente fresco sobre la alta sociedad de Nueva York. Pero lo cierto es que vagaba entre fiesta y fiesta, adicto al alcohol y a las pastillas, y la novela no llegaba, y él pedia más dinero (el editor llegó a adelantarle hasta un millón de dólares). Hasta que, en 1975 y ante la presión de editorial y lectores, decide publicar un par de capítulos en la revista Esquire. Uno de ellos, llamado La Côte Basque en honor al restaurante en el que se reunía con sus ‘cisnes’, hizo que todo estallará.

La serie que relata la ascensión y caída del escritor dentro de ese cerrado circulo social al que acabaría traicionando es, por encima de todo, un elogio a la banalidad que reina en la vida de los ricos y despreocupados, un tratado sobre la superficialidad que llena los días de aquellos que tienen todo el tiempo del mundo para poder perderlo, casi siempre compartiendo cotilleos y chismes, dimes y diretes que rebosan toxicidad. El problema con esta historia, por otra parte magníficamente interpretada por un elenco de actores y actrices tan lujoso como los ambientes que retrata, es que se acaba diluyendo entre tanta nadería hasta rozar el aburrimiento en unos innecesarios capítulos finales. La serie hubiera ganado enteros siendo menos extensa y más concisa, menos vaga en su estudio de personajes y más afilada, como la prosa genial de este escritor que finalmente acabaría repudiado y abandonado por sus ‘cisnes’.

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