El descanso eterno de Pedro de Toledo y Osorio

César Sánchez / Ical. Túmulo funerario del marqués de Villafranca, en la iglesia de la Anunciada, en Villafranca del Bierzo (León), después de su restauración.

Vanesa Silván / Ical

Las cinco hermanas clarisas del monasterio de La Anunciada guardan y custodian el eterno descanso de Don Pedro de Toledo y Osorio, quinto Marqués de Villafranca y virrey de Nápoles en tiempos de Felipe II, cuyos restos yacen en la cripta ubicada en este convento. Un descanso también protegido por un túmulo funerario recientemente restaurado para, entre otros trabajos, “iluminar” de nuevo su epitafio: “Espejo de discreción, rayo, terror y castigo. Triunfante de su enemigo. Sepulcro cenizas son. No se sabe la razón de tan lastimosa suerte; pero que viendo mas fuerte otro poder, espantada hizo la muerte esta muerte”.

Una restauración acometida por el Centro de Conservación y Restauración de Castilla y León, ubicado en Simancas (Valladolid), y que fue presentada el pasado martes por el director general de Patrimonio, Enrique Saiz. Una largo proceso para recuperar el esplendor de una pieza muy peculiar, un túmulo de piedras duras de factura italiana sustentado por una base de madera policromada integrada por distintos elementos decorativos y donde, junto a Don Pedro de Toledo, reposa también su hija, Sor María de la Trinidad.

Según el informe de la restauración, en su realización se empleó la técnica del 'commesso', una especie de taracea -técnica artesanal mediante el encaje de diferentes piezas- a base de mármoles y piedras duras, de origen clásico y que tiene su apogeo en el Renacimiento. Aunque no hay duda sobre el origen italiano de la pieza, sin embargo, no existe unanimidad entre los investigadores sobre la adscripción a un taller concreto y, según la restauradora María Paz Aguiló, “se trataría de una obra producida en Roma por su composición regular en torno a un motivo central, en este caso un óvalo rodeado de collarino, alrededor del cual se distribuyen el resto de los elementos”.

Una pieza que presentaba un importante deterioro y motivo por el que las clarisas, protectoras de la cripta, aprovechan también ahora para recordar que será necesaria una nueva intervención en otros elementos artísticos como el frontal del altar, el Cristo o las pinturas de las bóvedas, también afectados por sus condiciones ambientales -marcada por una elevada humedad relativa- y la continuidad de su uso funerario, ya que su suelo sigue dando sepultura a las monjas de la comunidad. Y es que desde 2010, se ha trabajado en el seguimiento y estudio de la evolución del estado de conservación de todos los bienes que hay en la cripta para hacer “un diagnóstico”, así como un estudio de humedades.

Unos estudios que llevaron a la intervención en el túmulo funerario, como consecuencia de problemas existentes en el nivel de circulación de la cripta y los daños estructurales en su base de madera. La intervención en esta pieza se planteó de forma integral, según destaca el propio informe, partiendo de los datos del estudio previo de condiciones ambientales y humedades y que requirió, debido a su complejidad, la articulación de todo un equipo de especialistas en piedra, madera policromada y cuestiones estructurales, que iniciaron los trabajos a finales de 2013.

Con 20 manos

Un total de diez personas participaron en la restauración de túmulo funerario, 20 manos que permitieron mejorar su estabilidad estructural y estado de conservación de un bien considerado “excepcional” dentro de patrimonio cultural de Castilla y León. En cinco fases de restauración, el equipo ha devuelto el esplendor a esta pieza, comenzando primero por el desmontaje del tablero de piedras duras para acceder a la base de madera y a la zona de apoyo de la estructura. “La restauración del tablero se ha acometido 'in situ', en la propia cripta del monasterio, debido a su fragilidad”, explica el informe.

El siguiente paso fue regularizar la superficie del terreno que servía de base y asentamiento a la estructura del túmulo, ya que el peso de la mesa de piedras duras junto el desajuste y fractura de alguno de los bastidores de madera que lo sustentaban había provocado un basculamiento. “El inestable equilibrio alcanzado derivó en la fractura de un lateral y su enmarcamiento perimetral”, advirtieron los restauradores, que procedieron a formar un suelo de apoyo de losas de caliza para hacer más estable la estructura y minimizar la acción de la humedad, al tiempo que sustituyeron el bastidor de madera fracturado.

Por otro lado, los elementos de madera policromada del mueble del túmulo, por sus características y por la necesidad de proceder a su estabilización, fueron trasladados a Simancas. Destacan los cuatro leones exentos que sustentan el mueble y que están tallados en madera de castaño policromada y en cuyos lomos se apoya la estructura, compuesta por varias piezas, molduras y elementos decorativos, también de madera de castaño y chopo. Dentro de la decoración, en cada uno de los lados se encuentran cuatro gallones pareados y en la parte central de los tablones principales aparece la figura de un querubín, mientras que sobre la base se apoya un marco de madera moldurada policromado y dorado, sonde se lee la inscripción que es un epitafio funerario, realizada “con temple graso en negro sobre un fondo blanco con técnica a la cera”.

El estudio de caracterización de materiales permitió al equipo documentar varias técnicas pictóricas, como dorado al mixtión, marmoleado y repintes al óleo sobre una preparación de cola animal y estuco muy fino. Así, los deterioros que presentaban, principalmente como consecuencia de la humedad, también cierta suciedad y algún ataque de insectos xilófagos, fueron abordados con una fijación de las policromias, consolidación de las zonas de madera que lo requerían, limpieza de la suciedad y las gotas cera, eliminación de repintes, barnizado y protección final.

El último paso, una vez montada de nuevo la estructura de madera, fue la restauración del tablero de piedras duras, especialmente su enmarque perimetral, que estaba más afectado por algunas pérdidas puntuales, fracturas y fisuras. También llevó a cabo una limpieza y eliminación de adhesivos, morteros y yesos, al tiempo que se han reproducido algunos de los elementos que delimitaban el campo decorativo y que se habían perdido. A continuación se limpiaron y reubicaron todos los fragmentos pétreos desprendidos del marco procediendo a su consolidación y fijado a la superficie del tablero mediante resina.

Un convento para su hija

El monasterio de La Anunciada fue fundado por Don Pedro de Toledo y Osorio para su hija, que profesó dentro de la orden clarisa. Un edificio que se erigió sobre los restos de un antiguo hospital medieval que esta destinado a asistir a los peregrinos que pasaban por Villafranca del Bierzo en su Camino hacia Santiago de Compostela. Así, la construcción de su iglesia fue más tardía, entre 1655 y 1660, formando uno de los lados del claustro y con un estilo barroco italiano. Su mayor riqueza artística la constituye el retablo mayor, de madera de nogal policromada, cuyas piezas principales fueron adquiridas en Italia por el marqués de Villafranca.

La parte más representativa del templo es el 'templete' que da cobijo a la famosa custodia o tabernáculo, de bronce sobredorado y mármoles, de casi tres metros, traída de Roma, en cuya base se halla instalado el sagrario. La iglesia es de una sola nave, con contrafuertes que sobresalen de la fachada en su alzado Este y que quedan absorbidos por pequeños patios internos del monasterio, en su lado Oeste, mientras que en la parte izquierda del presbiterio se encuentra la hornacina-sepulcro de San Lorenzo de Brindis y la urna de bronce sobredorado que guarda sus reliquias.

Desde hace casi un siglo, en 1917, la iglesia de la Anunciada está consagrada y agregada a la basílica romana de San Juan de Letrán. A sus pies, el Panteón de los Marqueses, por debajo del nivel de circulación y que recibe ese nombre porque es el lugar de enterramiento de Don Pedro y de algunos de sus descendientes, además de su hija. Así, con su planta cuadrada y su bóveda rebajada, en sus paredes se encuentran varios arcosolios que acogen enterramientos de otros miembros del Marquesado de Villafranca.

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