Mariano Calvo Haya: “Miraba las imágenes y los dibujos incluso antes de aprender a leer e inventaba mis propias historias”

Mariano Calvo Haya

Manuel Cuenya

Si bien es originario de Cantabria, el escritor Mariano Calvo Haya visitó por primera vez, con veintitrés años, el pueblo de su compañera, “hija de emigrantes leoneses en Santander”, y desde entonces está enamorado de La Mata de la Bérbula (La Matica), que es también tierra del escritor Julio Llamazares, al que Mariano conoce personalmente y a quien ha leído. A este respecto, cree que el “río del olvido... el solitario y verde río que atraviesa en vertical el corazón de la montaña leonesa” es un nombre más que acertado, con su “inevitable aire literario”, que el autor de 'Las rosas del sur' diera al Curueño.

“Me he perdido en sus orillas en una inmensidad de ocasiones. Es medicina para el alma. Parece una tontería, pero muchas veces cuando piensas en la muerte, es el paisaje que odiarías abandonar... 'El río del olvido' se convirtió en un documento de incalculable valor para conocer la comarca de León que yo visitaba ya por entonces asiduamente”, señala Mariano, cuya primera impresión de La Matica fue la de un lugar conocido y reconocible.

“Supongo que tiene mucho que ver con que, a partir de los trece o catorce años, desarrollé una afición a la montaña que me llevó a su práctica habitual en la comarca de Liébana y los Picos de Europa”, apostilla el creador de 'La madera que arde', publicado recientemente a través de la editorial Eolas a cargo del polifacético Héctor Escobar, al que agradece su cercanía, su amistad y su interés por lo que hace.

“Para mí es una satisfacción poderme contar entre sus aliados. Y creo que Eolas hace una labor incuestionable y valiosa para dar a conocer autores que, por lo que he podido comprobar, no carecen para nada de calidades”, afirma Mariano, consciente de que manejarse en los laberintos de la edición y la publicación es cuando menos un engorro al que le cuesta acostumbrarse.

En cuanto a 'La madera que arde', el propio autor nos aclara que es un libro más íntimo que los anteriores. “Si en todos ellos mi posición ante lo que cuento suele ser la de alguien que sobrevuela, un testigo impertérrito aunque con ciertas dosis de ironía, aquí, en muchos de los poemas, el autor se inmiscuye, baja al teatro de operaciones, camina por el bosque en el que todo está sucediendo”, nos cuenta Mariano, que, al poco de nacer, su padre tuvo que recorrer, por motivos laborales, parte de León y Asturias “en las brigadas que instalaban líneas telefónicas en parte de ambas provincias, convirtiéndose en nuevos trashumantes. Con los trabajadores viajaban de pueblo en pueblo sus familias, alojándose en habitaciones alquiladas, en lo que se llamaba 'de patrona', en los pueblos que iban visitando. En nuestro caso vivimos esa experiencia mi madre y yo, aunque desde luego no tengo recuerdos propios de esa época. Lo que sí recuerdo es que, ya instalados en Santander, mis padres hablaban mucho de aquellos días y para mí se convirtieron en familiares, si no mitológicos en la imaginación de un niño, nombres como Gordaliza del Pino, Mansilla de las Mulas, Boñar, Busdongo o Puente de los Fierros, ya en Asturias”, rememora este narrador y poeta, para quien no existe una gran diferencia entre los modos de vida y costumbres que se desarrollan a un lado y a otro de la Cordillera Cantábrica.

Cuando estudiaba BUP me llamaban siempre la atención unos poemas que aparecían al final del libro de texto y a los que nunca llegábamos en clase. Eran bilingües y estaban escritos por poetas completamente desconocidos para mí

Reconoce que su acercamiento a la literatura que se hace en León (o está relacionada con esta tierra) fue producto, en principio, de su genérica indagación inicial cuando llegó a La Mata en los años 80, donde se encontró, por las calles del pueblo, a un joven autor que acababa de publicar 'Luna de lobos', que además trataba el tema de la Guerra Civil y sus consecuencias, que a él siempre le ha interesado.

“En la cocina de mi casa en Santander siempre se habló a media voz de guerrilleros como Juanín, Bedoya o El Cariñoso. Y de pronto, leyendo el libro, mientras levantaba la cabeza de cuando en cuando para observar La Collada o Peña Morquera, compruebo que al otro lado (o sea, en León) también se dio ese fenómeno tan silenciado en los tiempos grises”, explica Mariano, quien, al poco tiempo de la lectura de 'Luna de lobos', descubriría a Jesús Fernández Santos, “escritor procedente de un pueblo más arriba, en la cabecera del Curueño, que había publicado un libro titulado 'La que no tiene nombre' que hablaba de una dama de Arintero que había ido a una guerra medieval disfrazada de hombre. Su lectura me llevó a 'Los bravos' y a 'Cabeza rapada'. Recuerdo que 'Los bravos' era un libro que tenía que leer en el Instituto... pero, claro, nunca lo había relacionado con los paisajes que entonces empezaba a conocer”.

De este modo, fue ampliando el alcance de su “búsqueda literaria”. Y en poco tiempo -asegura- leyó casi todo lo que hasta ese momento habían publicado Luis Mateo Díez y José María Merino.

'La fuente de la edad' o 'Cuentos del Reino Secreto' le siguen pareciendo hoy en día lecturas deliciosas. “Aunque ese ciclo también lo inicié con la de Julio Llamazares. Con el tiempo he leído a Antonio Gamoneda, Antonio Colinas o Juan Carlos Mestre, entre otros. He saboreado con placer cuanta poesía hecha en León ha llegado a mis manos, pero creo sinceramente que el propósito primero que me llevó a la búsqueda literaria de León, el de anclarme de algún modo a una tierra que empezaba a considerar de adopción, lo conseguí sobre todo con la narrativa”, matiza Mariano, cuya vocación por la literatura surgió, a buen seguro, a raíz de los tebeos que le comprara madre.

“De hecho, por lo que me decían, yo miraba las imágenes y los dibujos incluso antes de aprender a leer e inventaba mis propias historias o, al menos, seguía los acontecimientos a través de ellos”, explica este gran lector, el cual siempre se recuerda con algún libro entre manos y rebuscando por los desvanes en las casas de sus abuelos a la espera de hallar tebeos y novelitas de sus tíos y de sus primos. Así que lo primero –evoca– fue la lectura. Luego ya, de cuando en cuando, escribía historias a la manera de Julio Verne y pequeños diarios.

“Cuando estudiaba BUP me llamaban siempre la atención unos poemas que aparecían al final del libro de texto y a los que nunca llegábamos en clase. Eran bilingües y estaban escritos por poetas completamente desconocidos para mí. Aún recuerdo el comienzo de uno de Celso Emilio Ferreiro: 'Lingoa proletaria do meu pobo, la falo porque sí, porque me peta...'. Otro acercamiento llegó a través de los cantautores, Paco Ibáñez, Serrat... Así conocí a Machado, a Blas de Otero, a Gabriel Celaya, a Miguel Hernández... Luego ya busqué los libros”, rememora Mariano, a quien la literatura le sirve para vivir: abriéndole caminos, acompañándole, haciéndole más sabio, “esto último lo digo modestamente, por supuesto”, haciéndole comprenderse y comprender a los demás, haciéndole viajar, “de hecho algunos de los viajes que he realizado los he hecho siguiendo la estela de algún libro o de algún autor”, afirma este apasionado de los viajes y la literatura de viajes, pues todo libro conlleva un viaje, según él, “no solo el que se cataloga estrictamente como 'de viajes'. Supongo que obedece a la naturaleza errante del ser humano, que cuando no relata un viaje real relata un viaje imaginario”.

Recuerdo que hace años viajé por toda Europa en furgoneta para llegar a Rumanía y Bulgaria siguiendo 'La lengua absuelta' de Elias Canetti. A Bretaña o a Galicia he ido en busca de La Santa Compaña tras leer a Cunqueiro (...)

Viajes reales versus viajes imaginarios

En este sentido, le vienen a la mente libros como 'Las crónicas del sochantre' de Álvaro Cunqueiro, “que nunca estuvo en Bretaña”, o 'Miguel Strogoff' de Julio Verne, “que se hace un viaje por Siberia la mar de entretenido sin conocer esa parte del mundo”.

Los primeros libros de viajes que leyó relataban, en su opinión, heroicas expediciones al Himalaya o navegaciones como la de la Kon-Tiki. “Aquello trataba de la pelea del hombre contra la naturaleza, pero más allá de eso no había más. Con el tiempo me fueron interesando otros viajes en los que la visión del foráneo se entremezclaba con las vivencias de los habitantes de determinados lugares. Desde ese punto de vista comenzó a interesarme lo que contaba Julio Llamazares”, del cual destaca libros como el ya mencionado 'Río del olvido' y también 'Trás-os-Montes'.

“No obstante, el primer libro de viajes que leí con características más o menos similares fue, cómo no, 'En la Patagonia' de Bruce Chatwin”, apunta este viajero escritor o escritor viajero, habida cuenta de que no tiene claro si es antes el viaje o la escritura. En todo caso, la mayor parte de sus viajes siempre tiene, a su juicio, un halo literario.

“Recuerdo que hace años viajé por toda Europa en furgoneta para llegar a Rumanía y Bulgaria siguiendo 'La lengua absuelta' de Elías Canetti. A Bretaña o a Galicia he ido en busca de La Santa Compaña tras leer a Cunqueiro. A Tombuctú viajé por ver si me encontraba con León el Africano... Por otra parte, mis poemas están repletos de menciones a los viajes... Si alguien repasara el resto de mis libros encontraría continuas referencias a Chile, a Senegal, a Siria, a Irán, a Irlanda... a México”, país este último al que Mariano le dedica un libro, 'La nube en la boca', el cual no nació con una vocación poética al uso, según su autor, sino como un testimonio, “una especie de diario del viaje que hice en el año 2001 a la Marcha Zapatista del Color de la Tierra, que llevó a la comandancia indígena desde la selva Lacandona a distintos puntos del país reivindicando la supervivencia de muchas etnias olvidadas y el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés por parte del gobierno mexicano. Por lo que pude experimentar entonces la poesía no estaba tanto en lo que yo escribía sino en lo que allí estábamos viviendo”.

Calvo Haya viajó a México como fotógrafo (otra de sus facetas artísticas) para dar a conocer en España la revolución que había nacido en Chiapas el 1 de enero de 1994. “Entonces militaba en un Comité de Solidaridad que 48 horas antes de partir me puso en la tesitura de viajar a la caravana zapatista como forma de apoyo a la revolución”, recapitula el autor de 'La nube en la boca', que nació a la manera de aquellas fotografías que se le escaparon, “aquellas que nunca hice, esos instantes difíciles de recoger con una cámara fotográfica”.

Desde el año 2001 confiesa que no ha vuelto a México, aunque desea volver a viajar a ese país. “El México que yo viví entonces era un tanto especial, como una burbuja. Los ojos del mundo estaban puestos allí y por tanto existía un ambiente extraño, controlado y expectante, como de fiesta. Nada que ver con la cotidianeidad. Mi compañera, la de La Mata de la Bérbula, había viajado varios años antes a la fundación del Frente Zapatista, lo que pretendía ser la rama política del EZLN, y aquello sí que debió ser más duro, un país muy azotado por la violencia y el miedo. No obstante, sí que pude observar la amplísima diferencia entre clases sociales. La riqueza más absoluta y la pobreza más salvaje”, revive Mariano, para quien viajar te ofrece la posibilidad de abrir los ojos y mirar con atención alrededor. “Algo que sin duda también puedes hacer en tu propio ámbito, pero que en territorios extraños se acentúa aún más porque, de algún modo, relativiza tus seguridades diarias. Luego ya viene lo de escribir”, puntualiza este ciudadano del mundo, que no se considera nada nacionalista.

“La bandera que hay que defender es la de la cultura universal, de la cual las culturas locales son meras manifestaciones. Vamos, que la cultura en realidad no tiene fronteras y que si los seres humanos las ponen, o es por miedo a lo diferente o es por motivos económicos egoístas. No hay más”, reflexiona el creador de 'Las fronteras del aire“ (2015), que es, en su opinión, el antecedente claro de 'La madera que arde', pues en ambos libros, o al menos en alguna de sus partes, intenta transmitir la preocupación por esa capacidad que el ser humano tiene para instalar barreras y cortapisas, ”no sólo para los demás sino también para él mismo“.

En 1998 ganó el Premio Alegría del Ayuntamiento de Santander en su segunda edición. Y eso le permitiría publicar su ópera prima titulada 'El privilegio de los pájaros'.

“El año anterior me había presentado con otro libro, que por ahí debe andar, en algún cajón, titulado 'Memoria del viaje', que había quedado finalista. Eso me animó a persistir. Hubo suerte, porque por entonces yo no tenía ningún bagaje más allá de algunos poemas que había publicado en revistas literarias manufacturadas que hacíamos en Magisterio”, revela este ávido lector, que en su adolescencia leía a Verne y a Mark Twain. Y todo lo que caía en sus manos de Hemingway. “Luego me aficioné a García Márquez... cada época tiene sus propios autores”.

'La Isla del Tesoro' de Stevenson sigue siendo un libro que relee habitualmente. Y en poesía ha sentido una especial debilidad por Celso Emilio Ferreiro y por Gabriel Celaya, “supongo que íntimamente todavía sigo pensando que la poesía es un arma cargada de futuro”.

La bandera que hay que defender es la de la cultura universal, de la cual las culturas locales son meras manifestaciones

En estos momentos lee toda la narrativa que se publica en castellano, “que no es mucha”, del escritor norteamericano, recientemente fallecido, Jim Harrison. “En poesía persigo los versos de Joseba Sarrionandia y del colombiano Juan Manuel Roca, a los que tuve la oportunidad de conocer hace dos o tres años, disfruto con Wislawa Szimborska y transito con sumo gusto 'los caminos ripiados' del chileno Jorge Teillier”, concluye este 'narrabundo' y fotógrafo, al que le gustaría, con el tiempo, escribir algún trabajo de investigación relacionado con su actividad actual en una asociación de memoria colectiva e histórica en Cantabria que se llama 'Desmemoriados'. Pero, como se considera de paso lento y no tiene necesidad de estar en el candelero, tampoco siente la necesidad de publicar de continuo. “Además el ego lo administro perfectamente... Los poemas, mientras tanto, llegan cuando quieren... Lo que me hubiera gustado realmente es dibujar con más gracia”, concluye.

Entrevista breve a Mariano Calvo Haya

“No soporto el fascismo ni la capacidad de algunos estamentos para entrometerse en la vida de las personas”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

Hay unos cuantos, pero mencionaré 'La Isla del Tesoro'.

Un personaje imprescindible en la literatura (o una persona en la vida).

En literatura, imprescindible, imprescindible solamente es el lector.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable)

No tengo autores insoportables. En todo caso, me resultan insoportables, lógicamente, los libros que me aburren o los que no me provocan ninguna sensación.

Como mucho, me molestan aquellos autores que mienten a sabiendas para obtener prestigios y prebendas.

Un rasgo que defina tu personalidad.

No sé muy bien. Seguramente alguno que esté en el punto justo entre cómo yo me veo y cómo me ven los demás. No obstante, mi aspiración es la coherencia.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

Me gusta la buena gente.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

Dado que considero que en la vida de la gente todo está regido por la política, la sigo y la practico en la medida de mis posibilidades. No soporto el fascismo ni la capacidad de algunos estamentos para entrometerse en la vida de las personas.

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

Muchas cosas. Creo que a lo largo de la entrevista he dado suficientes pistas.

¿Por qué escribes?

Como digo en un poema, para no vivirme con pena.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

Twitter no uso. Facebook me sirve como un banderín de señales, para saber de gente que me importa, aunque algunos no sean de mi círculo más cercano. Sin embargo reconozco lo ficticio y lo perverso que encierra.

Aparte tengo un blog que precisamente se llama 'La nube en la boca', y éste sí que nació como un cuaderno de navegación para aquellos ratos en los que me apetecía escribir sin objetivo concreto. Ahora mismo no sé si cumple esa función.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

Desde luego, en general, la lectura, el cine y la música. También los viajes. Pero sobre todo la mirada. Hay que mirar alrededor con atención. Y que mirar sirva para ver.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

Me temo que no soy un gran practicante, ni con mi blog ni con los de los demás.

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

Hay unos versos del poeta Ángel González, que ahora no recuerdo a qué poema pertenecen, pero que incorporé como dedicatoria a mi anterior libro, y que creo que pueden reflejar más o menos mi forma de entender el mundo:

“Quisiera estar en otra parte,

mejor en otra piel,

y averiguar si desde allí la vida,

por las ventanas de otros ojos,

se ve así de grotesca algunas tardes“

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