Una vida bajo la tela del paraguas

Paragüera Industrial

Marta Cuervo

Buen narrador de hechos y acontecimientos importantes de León, y mejor conversador si cabe, Ernesto guarda y comparte en su memoria los secretos de la mejor fábrica de paraguas de la provincia, la famosa Industrial Paragüera.

Todo surgió cuando el abuelo de Ernesto, nada más acabar la guerra, fundó una fábrica de pastas para sopa, en la calle Colón donde hoy reside la sede del Hogar del Jubilado, y un almacén de coloniales. En el almacén, sito en la calle Padre Arintero, esquina con la Inmaculada, fundó el conocido Bar Cantábrico, en la primavera de 1945. Unos años más tarde, en el 53, cuando liberalizaron las cartillas de racionamiento y los transportes y las comunicaciones evolucionaron, todas las pequeñas industrias que había en León fueron desapareciendo porque empezaban a surgir las grandes marcas, según relata Ernesto.

“En León había de todo: fábrica de cerveza, tres fábricas de producción de pastas para sopa, cuatro de chocolates... Mi abuelo, entonces, pensó en dar un giro tan radical al negocio como poner una fábrica de paraguas. Se trajo a un cortador y a una montadora de Santander, que estuvieron una temporada para enseñar a la gente. Y así nació Industrial Paragüera. Primero en las instalaciones de la fábrica de pastas para sopa en la calle Colón, luego en la avenida Roma número 40, y en Juan Madrazo. Después, en la Avenida de Roma se construyó un altillo y se trasladó la mercancía e instrumental de Juan Madrazo, hasta que en 1989, por circunstancias de mercado, se cerró. Simultáneamente, también en el año 1953, mis abuelos montaron en un local de Gran Vía de San Marcos un comercio al por menor de paraguas, para vender parte de la producción que venía de nuestra propia fábrica”, resume el leonés de 'pura cepa'. Negocio que durante 61 años ha trabajado con paraguas, bastones y abanicos.

El secreto del éxito de todo buen comerciante radica en el conocimiento del artículo que se vende

Ernesto es el leonés que más sabe de paraguas de toda la provincia. “Fui locutor de radio, bancario, hasta llevé la delegación de León y provincia de una empresa de calefacción que comercializaba un panel solar especial muy novedoso: Soltermi, en el año 68. En 1983 me hice cargo de la tienda de Industrial Paragüera, que había regentado hasta entonces mi abuela, con 80 años”, expresa.

Una vida dedicada al mundo del paraguas

Para Ernesto, el secreto del éxito de todo buen comerciante radica en “el conocimiento del artículo que se vende”. “En 1953, yo tenía 5 años, y me había criado con mis abuelos. Crecí entre paraguas. Estudiaba en los Agustinos, salía de casa, de Rodríguez del Valle –detalla- a desayunar al Cantábrico, y al colegio. Salía del colegio y comía y, después, por la tarde, volvía al Cantábrico a merendar y, al salir del cole por la tarde me iba a la fábrica a estar con mi abuelo, y lo veía todo”.

Con la mirada enternecida por los recuerdos de su predecesor, Ernesto rememora a su abuelo como una persona “muy perfeccionista”, “el mejor maestro”. “Cuando me hice cargo del negocio sabía lo que tenía entre manos. El haber fabricado paraguas te da un conocimiento del artículo que no tiene el que compra el paraguas ya hecho. Una cosa fundamental para manejar un negocio de este tipo es conocer. Así haces y vendes un artículo de calidad porque sabes que eso es lo que funciona”, apunta.

Un paraguas de calidad, el de toda la vida

“Yo me he dedicado al paraguas de calidad, y he ofrecido eso mismo: calidad y servicio; me he creado una clientela muy fiel que nunca me ha fallado. Nunca he querido el paraguas corriente, y nunca lo he tenido”, confiesa Ernesto, capaz de distinguir las calidades de este aparato con los ojos cerrados. “Viene gente a reparar paraguas con 30 y 35 años de antigüedad, que están de maravilla”.

Me he dedicado al paraguas de calidad, y he ofrecido eso mismo. Nunca he querido el paraguas corriente, y nunca lo he tenido

Además, Ernesto, y su mujer Mari José siempre han asesorado a su clientela. Y, es que, no solo hay paraguas para todos los gustos, sino para todos los usos, hay muchas calidades, características y modalidades. “Alguien que vive en Coruña, y lo quiere especial porque hace mucho aire, por ejemplo. Otro, cuando me venía un topógrafo ya sabía cuál le tenía que ofrecer para ir a la obra. En una ocasión un señor me solicitó uno grande y resistente, para que pudiera arrear a las vacas con él, era ganadero. 'Con los que les compro a los ambulantes se me rompen', me comentó”, explica el leonés entre risas.

La 'no evolución' del paraguas

Los hay largos, plegables y automáticos. Los paraguas son un mundo, sobre todo para alguien que conoce a la perfección su mecanismo. Pero lo que más llama la atención es que su evolución ha sido muy leve desde los primeros. “Han salido cosas modernas, pero mi abuelo me dijo una cosa: cuando salga algo nuevo espera dos años para comprarlo. Con las monturas hacíamos lo mismo. Si coges un paraguas fabricado ayer y otro de hace 100 años puede haber cambios en la composición del tejido porque hace 100 años eran en algodón y luego pasaron a nylon. Pero la montura, el mecanismo y el sistema son los mismos de siempre, los que no fallan. A veces salen cosas muy novedosas y fallan a los 10 días”.

Algunas de estas novedades a las que se refiere Ernesto son el paraguas cuadrado, el paraguas doble, con dos barras para dos personas, el automático de apertura y cierre largo, artículos que se dejaron de fabricar.

En casa del herrero... cuchillo de palo, y Ernesto se ha mojado muchas veces. “Teníamos el coche averiado y teníamos reserva de habitación en el Parador de Sigüenza, en Guadalajara. Nos fuimos para allí con la furgoneta rotulada con Industrial Paragüera, Fábrica de Paraguas. Era Semana Santa, y el Sábado Santo salimos a ver una procesión. Empezó a llover, nos habíamos ido sin ningún paraguas. La gente que nos vio correr y meternos en la furgoneta, desde la puerta de un bar empezaron a gritar: ¡Mira, mira como se mojan! Anécdotas del negocio tengo para escribir un libro”.

Una despedida, sin mirar al cielo y con todo el cariño hacia sus clientes

Volviendo la vista hacia atrás, tras 31 años de negocio para Ernesto y Maria José, y 61 de producción para la empresa, los propietarios no piensan en la jubilación.

Cuando ya no tengamos la tienda y nos levantemos por la mañana, no vamos a mirar el cielo, ni a mirar la página web del tiempo

“No nos lo hemos planteado, ni mi mujer ni yo lo hemos asumido. A veces se nos escapa y en octubre va haber que... No va a haber un octubre con la tienda abierta, no nos hemos dado cuenta de lo que significa el cierre, cuando cerremos una tarde y no volvamos para abrir a la mañana siguiente”, explica Ernesto, tranquilo.

“Es un negocio estresante, en el que dependes del tiempo: si llueve fabuloso, sino llueve malo”, declara subrayando la sequía del 2012 y un años especialmente lluvioso: el 89.

Serán paragüeros para siempre, pero algo sí que cambiará. “Cuando ya no tengamos la tienda, cuando nos levantemos por la mañana, no vamos a mirar el cielo, ni vamos a ir corriendo a internet a mirar la página web del tiempo”.

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