Inestable y frío, así será el tiempo en León el puente de la Constitución
'Tiempo de Victoria': la dinastía de los Lakers Showtime

“En Beverly Hills no tiran la basura, la convierten en televisión”, dice el personaje interpretado por Woody Allen en la maravillosa Annie Hall (1977). Eso mismo fue lo que debió pensar el extravagante empresario inmobiliario Jerry Buss cuando en 1979 decidió rescatar una franquicia deportiva en bancarrota y en una competición, la NBA, que agonizaba mucho más cerca del olvido y la indiferencia general que del exitoso glamour que empezaría a vivir a partir de la década de los 80.
Y no solo transformaría a ese equipo perdedor en un espectáculo de masas y en un jugoso reclamo televisivo, sino que también lo llevaría a vivir su época más gloriosa. Fueron los años del Showtime, entre 1979 y 1990, cuando unos Lakers liderados por Magic Johnson y Kareem Abdul-Jabbar impusieron un atractivo estilo de juego basado en el contraataque y conocido como 'run and gun' (correr y tirar) que les llevaría a ganar cinco anillos de la NBA.
Para que eso sucediera tuvieron que confabularse varios elementos, empezando con la llegada del excesivo Jerry Buss a Los Ángeles, una ciudad en la que todo tiene que ver con el espectáculo, con esa idea del show-business como motor de cualquier proyecto, con Hollywood y con todas esas celebridades (encabezadas por un Jack Nicholson siempre sentado en primera fila) que ayudarían a transformar la imagen pública del club.
El resto fue cosa de un tal Earvin Magic Johnson que se convertiría en la primera selección del draft del equipo gracias, literalmente, a una moneda tirada al aire. Y cómo no, también de un adversario a la altura como los Boston Celtics de Larry Bird, con los que protagonizarían una mítica rivalidad durante toda la década.
Tiempo de victoria: La dinastía de Los Lakers nos traslada a ese año de 1979 para contarnos con un tratamiento de la imagen colorista y exuberante, muy cercano a la época que retrata, esta historia de éxito tan intrínsecamente americana. La presencia de Adam McKay (autor entre otras de la irreverente y paródica No mires arriba) como productor y director de algunos de los episodios explicaría ese estilo visual agresivo y contagioso que derrocha la serie, con un montaje diabólico y rompiendo la cuarta pared con frecuencia para presentarnos a todo ese catálogo de disparatados personajes. Y con unos actores maravillosamente elegidos que, además de hacer un impecable trabajo, parecen no poder disimular que se lo están pasando en grande. Porque si algo tiene esta serie que gustará por igual a aficionados al baloncesto o a neófitos en el tema, es que es genuinamente divertida.