Los suicidios aumentan un 22'5% desde el comienzo de la crisis en León

F. S. / Ical. Suicidios en Castilla y León (10cmx10cm)

Javier Carrión / Ical

El número de suicidios en Castilla y León se incrementó un 23,7 por ciento entre los años 2006, a las puertas de la crisis económica, y 2014, al pasar de las 194 muertes por esta causa a las 240. Estas cifras provocaron que la Comunidad superara la media nacional en este aspecto, ya que el crecimiento en España se situó en el 20,4 por ciento, según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE).

En pleno comienzo de la recesión, el número de personas que decidieron quitarse la vida se mantuvo estable con ligeras variaciones: 217 en el año 2007; 218 en 2008; 221 en 2009; y 216 en 2010. Sin embargo, ninguno de esos periodos registró tantos casos al respecto como en 2014, año en que la Comunidad acumuló el 6,1 por ciento de los suicidios de España.

Aunque muchos psiquiatras y agentes sociales sostienen que la crisis económica no juega un papel relevante en la tendencia a esta conducta, algunos colectivos aseguran la versión contraria. Las decepciones por la falta de dinero han hecho que mucha gente no pueda “afrontar su vida”, asegura a la Agencia Ical el coordinador nacional de la Fundación de Asistencia Nacional para la Ayuda al Enfermo de Depresión (Anaed), José Ramón Pagés. “Cuando tu familia no tiene para comer, te afecta y hay gente que no lo aguanta por vergüenza”, explica.

Sin embargo, los problemas económicos no son la única semilla que siembra en alguien la intención de quitarse la vida. Pagés apunta que uno de los detonantes de esta situación es el propio clima de cada zona y, concretamente, aquel que se caracteriza por la poca frecuencia con la que sale el astro rey. “El sol y el poder salir al aire libre ayudan a evitar la depresión” y, por consiguiente, el suicidio, señala el responsable de Anaed, que también cita las amistades “tóxicas” y la despoblación -problema reconocido por el Gobierno autonómico de Castilla y León- como otros posibles factores desencadenantes.

Soria y Palencia, extremos nacionales

Desde la perspectiva de los ratios de suicidios, Castilla y León también superó el dato nacional, ya que registró 9,62 casos por cada 100.000 habitantes, frente a los 8,42 en el conjunto de España, según el INE. A este dato contribuyó en buena medida el hecho de que la provincia de Soria presentara la mayor tasa de España en 2014, que en ese año fue de 18,68. Sin embargo, la Comunidad también representó el extremo opuesto, ya que, hace dos años, la tasa más baja de suicidios se situó en Palencia, con el 4,81.

Respecto a los ratios de otras provincias de la región, por detrás de Soria se situaron Zamora -donde los 22 decesos de 2014 se tradujeron en 11,95 por 100.000 habitantes- y Salamanca, que registró 39 suicidios y una tasa de 11,40. Les siguieron Segovia (con una tasa de 10,76 y 17 casos), León (10,20 y 49 suicidios) y Valladolid (9,10 y 48 fallecidos). Ávila (8,45) y Burgos (7,16) fueron las provincias que, junto con Palencia, presentaron los menores niveles en la Comunidad.

Causas y signos de alerta

Ningún estudio ha conseguido, de momento, dilucidar cuál es el perfil de las personas que deciden suicidarse. Así lo asegura Pagés, quien hace un llamamiento a atajar un problema que cada vez afecta más a los jóvenes. De hecho, es la segunda causa de las muertes que se producen en Europa y en España en la población de entre 15 y 29 años, según el coordinador de Anaed, que se remite a los datos ofrecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

“Estamos creando una sociedad nada agradable, con unos problemas de competitividad atroces”, señala Pagés como una de las causas que motiva a los jóvenes a no querer continuar con su vida. En este sentido explica que, aunque la gente que se encuentra en esa franja de edad pueda adquirir muchas destrezas y formación, por lo general no consigue un puesto de trabajo. Esto hace que no se planteen “independizarse o tener un hijo al que mantener”, lo que da lugar a una sociedad “atrozmente peligrosa” y que lleva a los jóvenes a la depresión, según el responsable de Anaed.

Además, el abuso de las redes sociales y la nomofobia (miedo a estar sin el teléfono móvil) han provocado cambios en las relaciones con los demás, en las que se ha descuidado la comunicación cara a cara, subraya Pagés. Los jóvenes han pasado a experimentar una “falta de liderazgo social” y “desconfianza” porque en la red no se desahogan ni hablan sobre todo lo malo que les pasa y, por consiguiente, no “trabajan el cerebro”, advierte.

En el momento en que alguien se plantea el suicidio, este muestra ciertos signos que pueden ayudar a evitar su muerte premeditada. El más significativo de todos es, precisamente, que esa persona “diga” que no tiene ganas de vivir, avisa Pagés, para el que deben tomarse muy en serio esas palabras e iniciarse el tratamiento en ese mismo instante.

También es posible detectar ciertos indicios en el caso de que la persona no manifieste abiertamente sus intenciones. “Si lo lleva por dentro, si se nota que ha cambiado su carácter, que está más encerrado en sí mismo, que no habla, que siempre está enfadado, entonces hay que buscar ayuda”, alerta el coordinador de Anaed. Además, considera que cuando alguien está mal, hay que pensar que quizás tiene “un problema mental”, algo que nunca hay que asociar con síntomas de locura. “Todo el mundo tiene un problema de cabeza alguna vez en su vida, lo que pasa es que da mucho miedo contarlo”, afirma Pagés.

Políticas de prevención

Sin embargo, es posible revertir la tendencia creciente del suicidio “en cualquier momento” para evitar que las tasas sean tan altas que no se puedan sostener, algo que el responsable de Anaed califica de “desastre”. La solución pasa por que los políticos pongan en marcha medidas de “prevención” que incluyan un seguimiento a todas aquellas personas que respondan a los indicios citados, resaltó.

La principal barrera para conseguir estas políticas es, según Pagés, que a los mandatarios les sale “muy caro cambiar el sistema” y que solo piensan a corto plazo. “Prevenir es pensar en el futuro”, apunta el responsable de Anaed, que critica además que los políticos carezcan de una “conciencia” para dejar una “sociedad mejor”.

Pagés pone como ejemplo a seguir en esta materia a la Comunidad de Madrid, donde está funcionando un protocolo de actuación en caso de que se detecte una intención de suicidio. Hospitales como el 'Gregorio Marañón' y el '12 de octubre' se toman “muy en serio” este tipo de tentativas, ya que los pacientes pasan a una especie de “cuarentena” o tratamiento en el que participan tanto los médicos como las familias para evitar un segundo intento, señala el coordinador de Anaed.

El papel de los medios

Los medios de comunicación también juegan un papel importante en la prevención de este problema, hasta el punto de que se han convertido en “agentes antisuicidio” después de que la OMS recomendara en 2002 que los periodistas publiquen “artículos, opiniones y datos” sobre este asunto de manera “seria y ecuánime”. “Un problema metido en un armario no se soluciona”, se queja Pagés, que califica de “leyenda urbana” que las noticias sobre suicidios generen un “contagio” entre la población.

“Los periodistas son el arma más potente para luchar contra el suicidio y contra la depresión”, insiste el responsable de la fundación, para quien la prensa constituye la “columna vertebral” que une estas cuestiones con la sociedad. Los medios deben difundir que existe una solución a la depresión y que se puede “recuperar la vida” para que luego la gente “pida a los políticos” esas políticas de prevención, sentencia Pagés.

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