Riaño, el 'cómo hemos cambiado' de las ferias en la Montaña leonesa

Puesto de madreñas en la Feria de Riaño en 1980.

Vélez

La palabra resignación no encuentra acepción en el diccionario de la Montaña leonesa y es por ello que, sus cada vez más despoblados pueblos, jamás han querido renunciar a las tradiciones que a lo largo de décadas labraron sus antepasados. Las ferias de aquellos días grandes en vísperas del invierno han sido una de las costumbres que han sufrido de forma más demoledora el paso del tiempo. Quedan pocas sí, pero 'haberlas haylas'.

La Feria de Riaño es un claro ejemplo de la metamorfosis del sector primario en la provincia de León. Tradicionalmente situada en el calendario cada 6 de noviembre, recientemente y por cuestiones prácticas se ha decidido trasladar al primer fin de semana del mes. Así, este 4 de noviembre a orillas del Pantano habrá un sincero reencuentro con el Riaño de hace décadas, con los ganados y puestos de artesanía que daban vida a una comarca que convivía con la amenaza de ser literalmente ahogada.

Los niños de aquel Riaño ya empiezan a peinar canas, pero atesoran intacto el recuerdo de cómo aguardaban con ilusión la llegada de aquel día de fiesta. Toño González, uno de aquellos muchachos de 1980, relata con tanta nostalgia como pasión que la Plaza del Ayuntamiento, sus calles aledañas y el camino al recinto ferial de ganado se llenaban de puestos ambulantes con todo tipo de productos que preparaban a sus paisanos para el duro invierno que se avecinaba. “Había un movimiento brutal de gente, con trillos y yugos por todos los lados. Daba igual que lloviera a cántaros, estuviera nevando o hiciera sol”, rememora.

Antesala del largo invierno

Era imprescindible comprar provisiones de cebollas, ajos y pimentón, pero también tripas secas para hacer las morcillas de una matanza que ya asomaba en cada una de las casas del pueblo. En muchos de estos hogares tampoco podían dejar de adquirir una cabra para encecinar y echar al tradicional cocido montañés.

La llegada de la feria de noviembre llegaba puntual para hacer acopio de aperos de labranza, de cacharros de barro para cocinar, de madreñas y cencerros para el ganado. Era el momento de hacerse con todo lo necesario para la vida cotidiana de los inviernos en la Montaña Oriental. Unos meses que por aquel entonces eran “mucho más duros y fríos que ahora”.

A la llamada acudían tanto para comprar como para vender personas de toda la comarca, así como agricultores y ganaderos de la Ribera con sus carros tirados por burros. Durmiendo al raso, y a merced de los asaltadores que frecuentaban el camino, para aquellas gentes la de Riaño era una feria de referencia que rebasaba las fronteras provinciales con tratantes asturianos, cántabros, palentinos e incluso extremeños que llegaban con sus fajas y correajes.

Protagonismo del ganado

Junto al mercado agroalimentario y artesanal, en el Campo de Resejo, se situaba la feria de ganado con rebaños de cabras y pequeñas vacas caínas llegados desde Asturias, así como centenares de jatos, cerdos y yeguas. El inquebrantable sentido de la palabra dada y un apretón de manos eran el mejor contrato de compraventa.

Pedro L. González, otro de los jóvenes del Riaño que descansa en las aguas del pantano, se emociona al recordar la inocencia con la que contemplaba aquel momento. “Siempre regateaban el precio, uno subía y otro bajaba, hasta que llegaba un intermediario y daba la mano a las partes a grito de ¡Vendido!”.

El fuerte de aquella feria era la ganadería, puesto que su referencia marcaba el precio para el resto de mercados del año. “Era la más importante de León. En el nuevo Riaño hubo dos o tres años buenos pero pronto se perdió todo”, recuerda Pedro a la par que reconstruye cómo en 1987 se instaló el recinto en los accesos a un pueblo en construcción.

Feria de noviembre en Riaño en 1983

Renovarse o morir

A los riañeses les queda la sensación de que la feria actual es “muy diferente” y que “va pareciéndose cada vez más a un mercadillo”. No obstante, aseguran que este fin de semana se podrá pasear por un Riaño que, aunque tan cambiado como muestran las fotografías, conserva la esencia de décadas pasadas.

Entre el más de un centenar de puestos que se esperan no faltarán los tradicionales puestos de madreñas y ajos, de cencerros y castañas. Tampoco el ganado, aunque por la evolución del sector ya no se presenciarán aquellas intensas transacciones sí que veremos decenas de reses compitiendo en las categorías de vacuno, equino, ovino, caprino y mastín leonés.

Organizado por el Ayuntamiento de Riaño, para el XI Concurso de Ganado del sábado por la mañana se han establecido premios para los primeros y segundos mejores ejemplares de toro, vaca, añojo, ternero, caballo, yegua y potro. Igualmente, habrá premios en metálico para el mejor macho y hembra de cabras y mastines.

La Feria es el retorno a los aromas y sabores de antes, a una Montaña de Riaño que todavía no había sufrido los latigazos de una despoblación forzosa. Es la vuelta a un pueblo que vuelve a respirar recordando las tradiciones que algún día quisieron anegar bajo las aguas.

Cestos en la Feria de noviembre en Riaño

4 de noviembre, a partir de las 8:00 horas.

Recinto ferial de Riaño

Entrada gratuita

Premios por categorías:

Lote vacuno – 1º 150 euros/ 2º 70 euros

Toro - 1º 150 euros/ 2º 70 euros

Vaca - 1º 150 euros/ 2º 70 euros

Añojo/a - 1º 150 euros/ 2º 70 euros

Ternero/a - 1º 150 euros/ 2º 70 euros

Caballo padre - 1º 150 euros/ 2º 70 euros

Yegua - 1º 150 euros/ 2º 70 euros

Potro/a - 1º 150 euros/ 2º 70 euros

Potro/a quinceno - 1º 150 euros/ 2º 70 euros

Mastín macho - 100 euros

Mastín hembra - 100 euros

Mastín camada - 100 euros

Cabra macho - 150 euros

Cabra hembra - 150 euros

Lote ovino - 150 euros

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