La Prohida, la empresa de Laciana que lleva un siglo generando electricidad

Salto del Pozo de Los Casados, concesión que caduca de La Prohida

Luis Álvarez

La empresa más antigua de Laciana, aún en funcionamiento y a tres años de cumplir el siglo, sigue teniendo entre sus fines la producción de energía eléctrica, para lo cual se creó en 1921. Es Hidroeléctrica La Prohida, SA, que pierde ahora su concesión de aprovechamiento hidráulico más antigua al iniciarse el expediente de caducidad, por parte de la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil, del salto de Pergamez en Villaseca de Laciana, al agotarse el periodo legal de concesión del aprovechamiento, que data de 1921.

En la actualidad la eléctrica aún mantiene otras dos concesiones de aprovechamiento hidroeléctrico, una, también a pocos años de su caducidad, en el río de Orallo para el salto de 'El Pozo de los Casados', que mantiene activas dos turbinas de 125 Kw y un salto de apenas 30 metros de desnivel. La otra, mucho más reciente en su concesión en la década de los 90 del siglo pasado, en el río Altar con 700 Kw de potencia y un salto de 202 metros de desnivel.

Ambas, según explica uno de los miembros del consejo de administración, Tomás Ares, apenas pueden funcionar dos meses al año, debido al escaso caudal de los dos ríos menores, por lo que limitan su actividad a los períodos de abundantes lluvias o deshielos. El negocio de la empresa además se complementa con la titularidad del sistema de líneas de distribución en los municipios de Villablino y de Cabrillanes, excepto en la localidad de Huergas de Babia; que utilizan las compañías suministradoras y pagan por su uso el peaje correspondiente.

Su centenaria historia

La compañía se constituyó como sociedad anónima el 12 de noviembre de 1921 con un capital social de 505.000 pesetas, repartido en 505 acciones de 1.000 pesetas, distribuidas entre los hermanos Patricio, Ovidio, Gloria y Luscinda Gómez Alvarez-Quirós y el suegro de Ovidio, Salustiano Fernández, que era propietario del prado en que se ubicó la construcción de la primera central y al que se le pagó la propiedad con acciones de la empresa. El prado se denominaba “de la prohida” (que significa salto de agua o cascada en patsuezu), de ahí el nombre de la empresa.

El primer presidente fue el hermano mayor Patricio, a quien le sucedió a su muerte su hermano Ovidio, y a este su yerno Eloy del Potro, a quién le ha sucedido uno de sus hijos, Recaredo del Potro. Una empresa, hoy transformada en sociedad limitada, y de un carácter netamente familiar.

Tras su creación, con la primera autorización de aprovechamiento que fue la del río de Orallo, se construyó la primera central en la que se invirtieron 330.000 pesetas y para lo que contaron con el asesoramiento de Alfonso Torán, catedrático de la Escuela de Ingenieros Industriales y amigo personal de Patricio.

Con la producción inicialmente solo en invierno o con agua suficiente en el río, se comenzó a dar alumbrado, durante la noche a parte de los pueblos del municipio, Orallo, Villager, Caboalles de Arriba, Caboalles de Abajo, San Miguel y Villablino. A propuesta de MSP, unos años después, con la compra de un motor diesel (Sulzer) de 120 caballos de potencia se suministraba electricidad durante todo el año, para el servicio del primer compresor que tuvo en funcionamiento la empresa minera en el Pozo María. Para asumir los costes de esta nueva inversión y del combustible necesario para el motor (gasoil), se hizo una ampliación de capital entrando como nuevo accionista Laureano Rubio.

Nada más crearse la empresa adquirieron los derechos del aprovechamiento de Pergamez en Villaseca a Valentín Fernández, que había obtenido la autorización administrativa en 1916, y que a otra constancia mejor fue la primera fábrica de luz del municipio. Es la concesión que ahora caduca.

Lo mismo fueron haciendo con las otras pequeñas empresas existentes en el municipio, una propiedad de José Díez García en Villablino denominada 'El Salto', otra en Lumajo propiedad de Manuel García y otra en El Villar de Santiago propiedad de Conrado García. Todas estas pequeñas empresas aún funcionaban como independientes en 1928, según podemos constatar en el Anuario General de España de ese año.

El Ayuntamiento de Villablino en un pleno del 30 de febrero de 1922 acordó instalar el primer alumbrado público del municipio en los 15 pueblos, para lo cual compró 120 lámparas (bombillas) de 16 W, al precio de 2 pesetas cada una y la electricidad se la compraban a Patricio Gómez de Orallo, a José Díez en Villablino y a Conrado García en El Villar. En la capital de la provincia el alumbrado público eléctrico se había inaugurado en 1889, aún con corriente continua producida con motores que movían dinamos.

Era el principio de uno de los cambios más notables, para la calidad de vida de las personas, que aportó ese principio del siglo veinte. La llegada de la corriente eléctrica a las viviendas, un lujo que se ha convertido en hábito y del que un corte de suministro temporal nos genera ansiedad y confusión, como mínimo, y una paralización casi absoluta de la actividad en el mundo occidental.

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