La bofetada del cambio

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Isabel Rodríguez

Arde Egipto en busca de democracia. Los ciudadanos desafían el toque de queda del Gobierno mientras el presidente intenta aferrarse al poder mediante promesas desesperadas. Tras 29 años no convence, los ciudadanos quieren más, que haga las maletas igual que las hizo su homólogo en Túnez, Ben Alí, hace dos semanas y deje paso a la democracia.

“Ojalá se extienda, ya es hora de cambiar”, proclama esperanzada Myriam Abdennebi, tunecina asentada en León desde hace más de dos años. Llegó con 23 a hacer un curso de español y se enamoró tanto de la ciudad que decidió volver para cursar un máster de literatura española y un doctorado. De lo que ocurra en Túnez depende también su futuro ya que espera, en unos años, volver a su país convertida en profesora de español.

Precisamente acaba de regresar de pasar un par de semanas en Gabés, la ciudad natal del interior de Túnez de la que procede. “He visto la alegría en las caras de la gente, se ve que igual que el pueblo americano rompió con el racismo votando a Obama, el pueblo tunecino ha roto con el muro del miedo”, explica.

Que una mujer pegue a un hombre, es la mayor humillación para un hombre en mi país

Su relato sólo se eclipsa cuando habla de un primo suyo que perdió la vida en una de las manifestaciones. “Fue el mismo día que el presidente dijo en su discurso que habría libertad y que no iba a haber más tiros”, cuenta, y se indigna cuando recuerda que prometió un avance hacia la democracia. “Nuestra constitución dice que Túnez es un país libre, independiente y democrático, eso es nuestro derecho, no un favor”.

Myriam tiene prácticamente la misma edad que Mohamed Bouazizi, el joven que el 4 de enero se quemó a lo bonzo en protesta por las condiciones económicas del país, por la corrupción, el hartazgo de que la policía le molestara un día sí y otro también.

Pero la gota que colmó el vaso fue cuando “una mujer policía le abofeteó e insultó”, un gesto insoportable para cualquier hombre en las culturas árabes. “En mi país eso es una humillación muy grande, un hombre deja de ser hombre para toda la vida”, reconoce Myriam al hablar del que, sin proponérselo, se ha convertido en el padre de la Revolución de los Jazmines.

La indignación de Mohamed se extendió como una mancha de aceite por el resto de países y ahora los ojos del mundo se fijan en Egipto. ¿La causa? El hambre, la pobreza, las grandes diferencias sociales. “Había mucha corrupción, en Túnez el 60% del presupuesto nacional se destinaba para la familia del presidente y el resto para el pueblo”.

Con esto y los precios de los alimentos básicos a unos niveles que poco tenían que ver con los salarios, los tunecinos se echaron a la calle. “La imagen que se tiene de Túnez en Europa es muy diferente de la realidad, en el interior, sobre todo, hay mucha pobreza”, explica.

El 60% del presupuesto nacional era para la familia del presidente

Pero lo más importante para Myriam es que se restablezca la libertad. “No hay libertad para hablar de política, sólo se podía en voz baja y mirando a todas partes por si acaso”. Un ansia compartida por todo el país y demostrada tras la salida de Ben Alí del país. Como si hubieran estado años esperando su oportunidad en un cajón, los periódicos se llenaron de caricaturas del presidente al día siguiente de su huida. “Internet ha sido muy importante para que esto haya tenido éxito”, asegura Myriam, y por eso espera que no coarten su libertad.

Ni ella ni el resto de personas que han participado en las revueltas están dispuestos a perder la oportunidad. “Ahora no nos fiamos”. La elección del nuevo partido que llevará el país no está clara, pero una cosa sí. “Es hora de cambiar, nadie se lo imaginaba hasta ahora porque ha sido un cambio espontáneo, que salió de la voluntad del pueblo”.

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