Ellas operan y miman los ojos de los vecinos de Trinidad, Bolivia.
Dice un renombrado escritor que el tren pasa muchas veces a nuestro lado, pero no siempre sabemos si debemos subirnos a él. Elena Pérez, oftalmóloga y Ana Núñez enfermera, son dos jóvenes leonesas que hace dos años decidieron subirse al de la Fundación Mirada Solidaria, para dedicar buena parte de su tiempo libre a ayudar a una de las poblaciones con la salud ocular más precaria en toda América del Sur, Beni.
Es un departamento de Bolivia envuelto entre el trópico y la Amazonía, cuya capital es Trinidad, a la que se llega tras una odisea desde Santa Cruz, en uno de aquellos aparatos de hélice que nos recuerdan las películas de aventuras.
Elena estudió medicina en Valladolid e hizo la especialidad en el Hospital de León y Ana se formó en la Escuela de Enfermería y ha trabajado muchos años en Madrid. A su paso por el Hospital de Cruces en Bilbao, dentro del periplo formativo, Elena entró en contacto con la fundación Mirada Solidaria y con el doctor Juan Antonio Durán de la Colina, y el efecto debió ser de tal dimensión que ella y Ana decidieron llamar a sus puertas y el año pasado, en 2011, ya fueron, por primera vez, a una zona en donde un simple tumor, que en el mundo desarrollado apenas genera problemas, es una condena: a los 50 años el 80% de la población de Trinidad padece ceguera, la antesala del abandono.
Operar y operar
Ya el viaje en si entraña toda una odisea hasta recalar en Trinidad, la capital de Beni, en donde viven 70.000 almas, de ellas 40.000 en el barrio de nuestra Señora de Pompeya. Lógicamente aquí se llega después de una labor logística amplia, de reconocimiento y sobre todo una vez que se consigue la complicidad de los lugareños; ellos continúan la labor todo el año, una vez que concluye la campaña.
Elena y Ana ven en la sonrisa de los pacientes el mejor pago a una labor intensa, física y emocionalmente: este año, y en siete días, el equipo de trabajo, en el que además están el doctor Juan Antonio Durán y la doctora Inés del Barrio Manso, operaron a 127 personas, sólo en dos días lograron devolver la esperanza a 52 vecinos.
A esta labor intensa, que sólo deja tiempo para descansar un rato para emprender de nuevo una jornada maratoniana, se añade la formación a los profesionales y al personal que trabaja en Trinidad; la actual oftalmóloga hizo su especialidad bajo el mecenazgo de la propia Fundación, a cambio de mantener el hospital, una vez que el equipo retorna a su lugar de origen.
Esta actitud ante la vida, que se traduce en una sonrisa permanente en Elena y en Ana, no sería posible sin el concierto de Cáritas que ha cedido el espacio donde se opera la vista y el alma. Sobre todo las cataratas y pterigium, una carnosidad que se adueña del ojo y que debe desalojarse; antes se rellenaba para evitar su recrecida; ahora se usa un pegamento especial para impedir que se vuelva a reproducir, una solución, como el más barato de los colirios, muy fuera del alcance de una población que en el mejor de los casos, universitarios de carrera o especialistas, cobra de media, y al cambio, setenta euros al mes.
Lo que no tienen
Ana y Elena están felices porque han comprobado este segundo año que el personal que mantiene el hospital el resto del tiempo ya comienza a hacer suyas técnicas y formas de trabajar que ellas sugirieron.
El caso más elocuente es el de los chamanes. El primer año llegaron con ciertas reticencias, sobre todo porque el viaje hasta Trinidad les impide ganarse el sustento para la familia. Sin embargo, este año ya aparecieron por la consulta muchos más. El boca a boca es la única red digital que funciona entre la mayoría de la población.
Beni fue una de las zonas elegidas de Bolivia, como sucede con Ecuador, por el estado deplorable de la salud ocular de los vecinos en el país menos desarrollado de todo el cono suramericano, en el que más del 80% de la población no tiene derecho a acceder a servicios básicos como la salud. La ceguera, que a partir de los 50 años se convierte en devastadora, conlleva que el trabajador sea abandonado a su suerte en la calle.
Ellas explican, con la pasión que le ha llevado hasta Beni, que para muchos vecinos de Trinidad acudir al médico es a veces imposible, porque no tienen dinero para el autobús. Sin embargo tanto Elena como Ana siguen asombrándose con qué flema afrontan lo inevitable, cuando les detectan una patología que a este lado del Atlántico es pecata minuta y para ellos una sentencia de muerte.
Otros campos
Si queda tiempo para algo, la campaña incluye pequeñas incursiones a la selva en donde viven comunidades sin acceso a la más mínima medicina convencional. Incluso ahora la Fundación, visto el éxito de Trinidad, estudia cómo abrir una nueva extensión más cerca de esas pequeñas poblaciones que viven, nunca mejor dicho, en otro mundo.
Algunas veces Elena y Ana se preguntan qué hacen ahí y basta una simple sonrisa de tanta gente que no tiene nada, que te da lo que no tiene y se siente feliz, para que esas dudas se disipen en décimas de segundo. Allí han aprendido que el hambre llega a casi todas las capas de población. “Allí ves otra dimensión de la comida, del hambre”, contestan al unísono ambas jóvenes que en la hora larga que estuvieron hablando con iLeon.com no perdieron la sonrisa en sus labios casi ni instante, porque se sienten felices con lo que hacen.
En todo el país existen 130 oftalmólogos aunque debería contar con 350 como mínimo; el ratio óptimo habla de 700. Ahora hay 40 millones de personas ciegas en todo el mundo, en 2020, la fecha propuesta para reducir hasta donde la medicina permite la ceguera, habrá 75 millones. Nueve de cada diez ciegos viven en países en vía de desarrollo y el 80% de los casos podrían cursarse con una buena alimentación y campañas de tratamiento. Mientras, Elena y Ana ya piensan en la campaña de 2013, que ya está a la vuelta de la esquina.