Las noticias que desaparecen

La prensa de papel cada vez se reduce más en el mercado de información. //

Javier Pérez

Cuando el periodista se pone a elegir noticias para publicar, delimita con su agenda la realidad que el lector o el espectador percibe. Esa es una de las bases de la profesión, y siempre ha sido así. No sólo resulta importante el sesgo que se le otorgue a la información o el punto de vista que se emplee, sino también, y muy especialmente, los temas que entran y los que salen, y el ritmo al que funciona esta válvula.

Por eso, de vez en cuando, hoy por ejemplo, conviene hablar de cómo desaparecen las noticias, o de cómo son sustituidas por otras sin siquiera molestarse en cambiar el discurso.

Tenemos, por ejemplo, el volcán de la Palma. Los primeros días fue novedad, y nos bombardearon con impresionantes fotografías del Infierno. Todo muy espectacular. El volcán sigue ahí, camino de batir todas las plusmarcas en duración de una erupción, y la gente que lo sufre sigue también ahí, cada vez más necesitada de ayuda, porque los ahorros llegan donde llegan y las reservas de todo se van agotando, pero el espectáculo ha perdido su novedad y las cámaras van abandonando la isla porque ya nadie hace click sobre la imagen de un volcán escupiendo fuego. El volcán ha perdido todo su dramatismo, justo cuando el drama se agrava. Mala suerte, oye.

¿Y qué ha pasado con los inmigrantes que morían de frío en la frontera entre Bielorrusia y Polonia? ¿Habéis vuelto a oír hablar de ellos? ¿Se dieron la vuelta? ¿Los mandaron de vuelta a sus casas, o qué sucedió?¿Cedió al final el gobierno polaco y los dejó entrar, o comprendió que simplemente había que aguantar el tirón unos días, hasta que la opinión pública mundial empezase a bostezar? Tiendo a pensar que fue lo segundo, porque ahora, de pronto, vuelven a contarnos la misma historia, pero en Calais, con gente que arriesga la vida para pasar el Canal de Mancha en pleno invierno y llegar a Gran Bretaña. Y aunque estos no vienen de la guerra, ni se supone que huyen del hambre y la persecución, porque ya están en Francia, la retórica de buena parte de la prensa es la misma, como si reciclasen las frases, los argumentos y hasta las fotografías. ¿No tenéis a veces la impresión de que hablan de los mismos, que se han trasladado de una frontera a otra? Pues los dos problemas y los dos fenómenos son absoluta, radicalmente diferentes, aunque los informadores los resuman a la idea básica para el lector mínimo: gente pobre que quiere cruzar una frontera y no la dejan. Lo demás, ya es para nota y para pensadores mezquinos que se paran en detalles.

Pero tranquilos, que tampoco esto durará mucho. De un día para otro desaparecerán los que pasan el Canal como desaparecieron los que querían entrar en Polonia, y aparecerá alguna cepa del virus en alguna parte, o habrá una revuelta en algún sitio, o decidirán que es hora de organizar una campaña de castración de gatos callejeros, y los gatos sin castrar se convertirán en una amenaza para la paz mundial, o aún mejor, para la salud de nuestros perros. Y se armará la de dios.

Ese parece el camino. Ese parece el mecanismo: simpleza, inmediatez, y mutis por el foro.

Así las cosas, no es de extrañar que algunos periódicos hayan empezado a quitar la fecha a las noticias. Total, ¿qué mas da? Lo que importa es que Google no se entere de que están atrasadas.

¿Y así vamos tirando, verdad? Manda carajo.

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Javier Pérez Fernández es un escritor leonés. En 2017 recibió el Premio de Novela breve 'Baltasar Porcel en Andrach (Islas Baleares), por su obra 'Indicios, evidencias, pruebas y patadas en el culo'.

'Indicios, evidencias, pruebas y patadas en el culo

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