Las madres leonesas son las de más edad de España, solo por detrás de Vizcaya y La Coruña

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Silvia Heras Laguna / David García Iglesias

Las madres primerizas españolas son treintañeras. La edad media a la que las mujeres españolas actuales se lanzan a la tierna y audaz aventura de la procreación es de 31 años.

Las madres primerizas leonesas tienen casi 32 años. La edad media a la que las mujeres actuales se lanzan a la audaz aventura de la procreación es de 31,97 años (2019). Hay casi un año de diferencia con la media nacional, que se queda en los 31,09 años.

Las mujeres leonesas son, por lo tanto, unas de las madres más mayores de España, solo superadas por las de Vizcaya (32,13) y La Coruña (32,04). El retraso de la maternidad incide especialmente en León por su estrecha relación a la pérdida de gente joven, la escasez de empleo y el envejecimiento poblacional.

En España, La edad a la que las mujeres tienen su primer hijo se ha ido retrasando significativamente en los últimos 40 años, pues en 1980 era a los 25 años. Nadie duda de que criar niños nunca ha sido una tarea fácil y hoy en día aún menos, con la precariedad laboral, los bajos sueldos y la casi inexistente conciliación de la vida profesional y familiar, conclusiones que extraen Silvia Heras Laguna y David García Iglesias en un trabajo publicado recientemente.

“Las mujeres españolas tienen los hijos cinco años más tarde de lo que lo desearían”, señala Ana Isabel Blanco, catedrática de Sociología de la Universidad de León.

La edad en la que una mujer tiene el primer hijo se retrasa en muchos casos hasta superar la barrera de los 35 años. Un muro biológico a partir del cual aumenta la probabilidad de que los bebés tengan una malformación, si bien es cierto que hoy los cuidados prenatales han reducido este problema.

Este retraso en la edad de maternidad se debe en gran parte a causa de la inestabilidad laboral. Las mujeres quieren asegurarse una buena posición económica para poder sacar adelante al hijo y esta estabilidad llega más tarde de lo deseado.

“Las mujeres que quieren tener una buena posición en el mercado de trabajo, hasta que no tienen un trabajo suficientemente remunerado, no se deciden a ser madres”, señala la socióloga Blanco. El peso del cuidado de los hijos ha recaído tradicionalmente sobre los hombros de las mujeres y muchas han tenido que luchar cada día por conciliar la casa y la oficina. Una lucha que en ocasiones termina perdida y la mujer se ve obligada a escoger una opción o la otra. “Si se quiere trabajar y cuidar a los bebés, hay que elegir”, señala Ana Isabel Blanco.

El aumento del nivel educativo también es un factor clave en el retraso de la maternidad, con una vida académica más prolongada. Se acabó aquello de cumplir 14 años y a limpiar casas el resto de tu vida. En la actualidad, las mujeres jóvenes están más preparadas a nivel educativo y tienen una importante presencia universitaria. En el curso 2018-2019 representaban el 54,8% de los matriculados en grados universitarios.

Para conocer mejor la realidad de este asunto, se ha realizado una encuesta a 109 personas de entre 18 y 47 años. La intención de tener hijos roza el 50% en el caso de las mujeres de entre 30 y 35 años y sobrepasa el 40% entre los hombres de la misma franja de edad. Si es así, ¿por qué aún no los tienen? Según las cifras recogidas en el mismo estudio, el 33% reconoce retrasar este momento debido únicamente a “cuestiones económicas”, el 16% por “cuestiones laborales o estudiantiles” y el 29% por ambas razones. Tan solo el 20% de los encuestados y encuestadas no quiere tener hijos ni ahora ni en el futuro.

Centrándonos en ese 78% de la población que sí tiene intención de traer niños a este extraño mundo, la pregunta sería: ¿qué es necesario para que esas cuestiones que hasta ahora lo impiden tengan menos peso? Cristina Méndez, ingeniera química de 26 años, relata que “desde que terminas la universidad vas dando tumbos entre contratos de prácticas y precarios con horarios absolutamente incompatibles con la vida familiar”, lo que imposibilita la opción de pagar una vivienda propia o de alquiler. Esas dificultades económicas generalizadas provocan además que pocas mujeres se puedan permitir emplear a una persona para que cuide de tus hijos mientras están trabajando.

Cristina considera que precisamente esas personas que han pasado prácticamente toda su vida estudiando para obtener un nivel económico más alto, son las que priorizan el vivir unos años más esa juventud antes de lanzarse a la “responsabilidad” de tener hijos. Entraríamos aquí la cuestión cultural más que en la económica. “Quieren tener hijos pero no a cualquier precio”, confirma la socióloga Blanco.

La cultura actual está claramente marcada por las corrientes feministas y las jóvenes de hoy ya no están dispuestas a asumir toda la carga de cuidados. Tradicionalmente en países de tradición católica como España, se ha inculcado que es natural y que es instintivo ser madre, y las mujeres que no quieren tener hijos se sienten malas mujeres. Se trata de la llamada mística de la feminidad, que vincula la feminidad a la maternidad. Con las nuevas generaciones esto ha ido cambiando y las jóvenes mujeres de hoy ven la maternidad como una opción, no como una obligación.

En una sociedad más igualitaria, en la que el hombre asuma las tareas de la crianza en igualdad a la mujer, ésta se sentirá más proclive a tener hijos. En tiempos en los que se ha comprendido que existen diferentes modelos de familia y todos igualmente válidos, la socióloga Ana Isabel Blanco insiste en “incrementar la corresponsabilidad” en la tarea de la maternidad entendida como concepto de crianza.

La conciliación familiar parece ser la clave para la solución a la baja natalidad. Pero, ¿es realmente posible? En función a la experiencia en varios países europeos sí se puede lograr que la maternidad y la vida laboral sean cómplices y no enemigos. En los países nórdicos, la maternidad se ha entendido como “un trabajo colectivo, una función social”, según explica la socióloga Blanco. ¿Cómo reconocer este trabajo de maternidad? Remunerándolo. Al ser una tarea que requiere esfuerzo y que contribuye al bien común, el Estado está moralmente obligado a conceder ayudas reales para su desarrollo.

Un buen ejemplo de ello es Suecia. El país nórdico registró en 2018 una tasa de natalidad del 11,40% según los datos de Expansión en contraposición al 7,94% de España según los datos del Instituto Nacional de Estadística. Que los suecos nos lleven más de tres puntos de ventaja no es casualidad, es debido a sus políticas sociales que otorgan a las embarazadas 16 meses de baja por maternidad con una paga fija y la posibilidad de reducir la jornada laboral un 25% hasta que el niño cumpla los ocho años. Además, implementaron un sistema por el cual las familias reciben un apoyo económico de 110 euros al mes que puede verse incrementado según se vayan teniendo más hijos.

Suecia no es un caso aislado, Dinamarca le pisa los talones en la tasa de natalidad con un 10,60%. Su baja de maternidad alcanza las 56 semanas, quedándose muy cerca de las 64 semanas suecas. Las danesas perciben prácticamente la totalidad de su sueldo durante estas semanas de permiso y además se les concede un subsidio estatal que ronda los 140 euros hasta que el hijo cumpla los 18 años. A estas ventajas sociales se une la gran cultura familiar que existe en este país con espacios adaptados para los más pequeños, así como horarios laborales que permiten tener tiempo libre a partir de las cuatro de la tarde normalmente.

España tiene mucho camino por recorrer si quiere convertirse en una sociedad en la que la protección de la familia esté en el centro. Es cierto que hay brotes verdes, ya que para todos los niños nacidos a partir de 2021 ambos padres tendrán 16 semanas de permiso laboral. Sin embargo, las cifras muestran que todavía queda lejos una sociedad en la que los hombres y las mujeres, en igualdad, puedan progresar en su vida profesional sin tener que renunciar a la maternidad.

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