Lo que el año 2010 dejó tras de sí, literariamente hablando

Cristina García

Si por algo merecerá la pena ser recordado este año que termina en materia de literatura hispánica será por cuatro grandes nombres: José Saramago, Miguel Delibes, Mario Vargas Llosa y Ana María Matute. Los dos primeros porque nos han dejado; los dos restantes por el reconocimiento de su obra tanto a nivel nacional como internacional.

Saramago, portugués de nacimiento pero fuertemente unido a nuestro país, fue considerado ya en vida un clásico del siglo XX. Con una prosa que requiere una fuerte concentración por parte del lector que se sumerge en él, ha logrado plasmar los grandes conflictos del hombre de una manera sabia, astuta y cercana.

Miguel Delibes, el gran narrador de la España de la posguerra, pasará a la historia de la literatura como un escritor sencillo pero eficaz, capaz de recrear y acercarnos realidades cotidianas de una época dura donde las hubiera.

Ana María Matute ha sido la última ganadora del premio Cervantes (y tercera mujer junto con María Zambrano y Dulce María Loynaz). Escritora desde la infancia, su obra se enmarca dentro un realismo comprometido desde su postura de “niña de la posguerra”, aunque siempre con un lirismo y poética muy cuidada. Tras un periodo de inactividad de 25 años, renace en los noventa hasta llegar a recibir este galardón como premio a toda una obra.

Y por último, el gran Mario Vargas Llosa, por fin ganador del Premio Nóbel de Literatura. Representante peruano del algo ya manido cliché del “realismo mágico”, su obra consigue reflejar de una manera comprometida la sociedad peruana y sus conflictos, no sin ello renunciar a innovaciones literarias.

A todos ellos, gracias por habernos legado sus pensamientos y reflexiones de la mejor manera posible: con sus palabras.

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