Molinos del Turienzo al Duerna: tejiendo futuro con una mirada al pasado

Molino restaurado en la plaza de Castrillo

Abel Aparicio

“Siempre habrá nieve altanera que vista el monte de armiño y agua humilde que trabaje en la presa del molino”. Estos versos, que pertenecen al poema 'Revolución' de León Felipe, chocan de bruces con la realidad que muestra este aciago mes de marzo en el que apenas la nieve cubre la cima del Teleno. No obstante, a orillas del río Duerna y del río Turienzo, más concretamente la Junta Vecinal del Val de San Lorenzo y el Ayuntamiento de Castrillo de Valduerna parecen coger el testigo de lo que dejó escrito el poeta. La historia es digna de ser conocida, así que, si hacen el favor, acompáñenme en este viaje.

A las afueras del Val de San Lorenzo se encuentra el molino harinero —que también lo fue de linaza y albergó una fábrica de mantas fundada con capital cubano y capital local en 1922— más antiguo del pueblo conocido popularmente como Molino del Junquillo. Hace tres años su Junta Vecinal con César Cuesta a la cabeza habló con los propietarios del molino para adquirir el inmueble con el fin de salvarlo de la ruina y convertirlo en un edificio público. “Lo curioso es que todo el terreno que rodea el molino es público, solo era privado el edificio”, señala Abel Lobato, licenciado en Historia del Arte, miembro de dicha junta vecinal y una de las personas más implicadas en esta aventura. “El paso siguiente fue hacer un proyecto y una memoria. Vimos que el Instituto Leonés de Cultura (ILC) estaba potenciando el tema etnográfico y realizamos la solicitud correspondiente”, indica mientras observa la fachada del edificio. El segundo paso fue un crowfunding que se promocionó en una gran cantidad de medios tanto locales como provinciales. “En este crowfunding tuvimos donaciones de lugares como EEUU, Francia o Bélgica y también, claro, de la gente del pueblo, llegando a la suma de unos dieciséis mil euros”, señala orgulloso. Con esta aportación consiguieron arreglar el tejado. En la actualidad la junta vecinal valura está pendiente de dos subvenciones, una dentro del plan etnográfico y otra del Programa R2, ambas del ILC.

El objetivo final es hacer del Molino del Junquillo un centro de interpretación, algo vivo, con implicación de los vecinos y vecinas del pueblo. “La idea que tenemos que la gente que venga al Val de San Lorenzo pase en el pueblo más de una jornada. Que vea los museos existentes, el futuro museo del Junquillo, la posibilidad de hacer dos rutas de senderismo con trasfondo cultural e histórico, es decir, que la gente pernocte en el Val y difunda lo que tenemos aquí”, finaliza Abel Lobato.

Fábrica de la luz

Lo poco o mucho que se sabe de esta fábrica lo dejó escrito Ricardo García Escudero en su obra 'Por tierras maragatas' en 1953. En los años veinte en el Val había varios casinos regentados por gente de un buen nivel económico. En una de esas reuniones se habló de conseguir luz para el pueblo, y en esos momentos la electricidad solo podía conseguirse con energía hidráulica. Todas las miradas se dirigen al río Duerna, ya que su caudal nunca llega a secarse. Una serie de personas pone parte de su capital y deciden construir un salto de agua en Velilla. “Lo que hicieron estos valuros fue muy similar a lo ocurrido en la ciudad de Astorga en años anteriores. Querían tener electricidad y construyeron el Salto del Cabrito, en Molinaferrera, no para dar luz a esos pueblos, si no para su ciudad”, explica Lobato.

La electricidad llega al Val en 1921 y se constituye la empresa Eléctricas del Val de San Lorenzo. En ese año se electrifica la primera fábrica de mantas en el pueblo, que en origen era otro molino, La Comunal, que no se encontraba donde lo hace en la actualidad, si no en las afueras del pueblo. También se electrifica el Pisón de las Paleras, situado donde hoy se encuentra el actual Museo Batán. Una palabra, batán, importada e impuesta, ya que tanto en Maragatos, Cepeda, Valduerna, etc. la forma tradicional es pisón. Con la llegada de la electricidad, ganan tanto las empresas textiles como las personas que habitan y el pueblo. Con esto, los valuros ya no tendrán que volver andando a los pisones de Castrillo, tendrán sus propios medios.

Rutas de senderismo

Val de San Lorenzo-Castrillo de la Valduerna

A iniciativa de la Junta Vecinal del Val de San Lorenzo se reunieron los presidentes de Castrillo y Destriana y los convocantes, pueblos por los que trascurre el camino de unos veintidós kilómetros que une (más bien unía) los pueblos del Val y Castrillo. Al secarse las zayas a mediados de mayo los valuros se desplazaban a Castrillo para utilizar los dos pisones que había en el pueblo regado por el Duerna. Allí pagaban su correspondiente dinero y volvían. “Lo que estamos haciendo es recuperar la parte que se pueda del camino inicial, ya que la concentración parcelaria y el abandono de los montes modifican el paisaje”, señala Lobato. La ruta podrá realizarse en su recorrido completo o en dos partes, ya que al tener forma de ocho, se puede hacer circular en días diferentes. En la ruta, a parte de los molinos y pisones de Castrillo podrá verse una antigua explotación romana, un antiguo corral de sobera y conocer la toponimia tradicional asturleonesa con lugares como el Fueyo, la charca de Sardonal o la peña Sabuguera entre otros. La primera parte ya está señalizada, aunque estas tres juntas vecinales esperan que se apruebe una subvención para incluir paneles explicativos y unas indicaciones más profesionales. La ruta completa podrá realizarse, en principio, en otoño de este año según indican desde la junta vecinal.

Val de San Román-Val de San Lorenzo-Morales

La segunda ruta parte del Molino del Junquillo, el más grande de la comarca. “En maragatos lo normal son molinos de treinta metros cuadrados, en este caso hablamos de cuatrocientos, más similar a los que hay en la vega del Tuerto”, indica Abel Lobato. En esta ruta lo que pretendemos es mostrar la industria que hubo en torno al agua, ya que a parte de los molinos había pisones y una sierra de finales del siglo XVIII. En total, unos veinte edificios que se conservan en todo el recorrido, que va desde el Val de San Román hasta Morales del Arcediano.

Antes de terminar la terea diaria y regresar a casa, Lobato señala con una sonrisa la mano que preside la fachada del Junquillo, una mano que parece dar la bienvenida a las personas que deciden ayudar a que este proyecto sea una realidad. Un trabajo, como indica Lobato, realizado en su mayoría en facendera, donde muchas manos se unen para un bien común, y es que, grano a grano se llena el granero.

Conjunto etnográfico en Castrillo de Valduerna

Castrillo de Valduerna es un municipio formado por dos pueblos, Castrillo y Velilla y regado por el río Duerna. En la plaza de Castrillo, a escasos metros de su ayuntamiento y a la puerta de un molino rehabilitado se encuentra Jesús López, presidente de la Junta Vecinal de Castrillo y alcalde del Ayuntamiento. A él me dirigo mientras en el coche suena 'Muela la Muela', del inagotable Rosendo.

“En Castrillo hay dos zayas autogestionadas, una por los vecinos de Castrillo y Velilla (zaya de Castrillo) y otra por los vecinos de Destriana (zaya de Destriana). Las zayas eran limpiadas de forma comunitaria según se ordenaba en concejo y la primera vez que aparecen documentadas fue en 1433”, indica López de memoria. Este tema es algo que le toca muy de cerca, ya que de niño le tocaba acompañar a su padre a moler con el agua de estas zayas.

El Catastro de Ensenada (1749) ya citaba diez molinos en el municipio de Castrillo de la Valduerna y el Diccionario de Madoz (1845-1850) catorce harineros y dos de linaza. Por lo general, las construcciones son de piedra y barro y la cubierta de teja con estructura de chopo del país. Por lo general su uso era compartido por los diferentes propietarios o por los vecinos del pueblo si este era comunal.

Mientras damos un paseo paralelo a la zaya que atraviesa el pueblo, Jesús indica molesto que en el año 2017 la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD) suprimió el curso ininterrumpido de agua por las zayas matando a miles de peces y secando la flora que hay a su alrededor. “Este secado produjo daños en las estructuras de madera de los molinos, ya que son de roble y necesitan estar sumergidas para evitar daños”, denuncia molesto. López incide en este tema y añade que “estábamos obligados a solicitar a Confederación que declare estas zayas como masas artificiales de agua y así garantizar un caudal interrumpido que salve a este conjunto etnológico leonés, claro ejemplo de una arquitectura tradicional viva”.

Jesús, ya en Velilla, enseña orgullo los molinos que se recuperaron y el panel de gran tamaño que hay a escasos metros de la zaya. Este panel, al igual que el situado en la plaza de Castrillo, señala los puntos en los que se encuentran tanto el río Duerna como las dos zayas, los molinos, las sierras y la fábrica de luz. “Con los escasos fondos que tenemos más las ayudas que solicitamos al Instituto Leonés de Cultura estamos adquiriendo molinos con el fin de restaurarlos y hacerlos visitables”, explica el alcalde mientras se despide de camino al ayuntamiento indicando que “es imprescindible poner en valor el patrimonio etnográfico que atesoramos a orillas del Duerna”.

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