Genarín ya prepara el orujo

Genarín, agarrado a una farola, a su paso por las calles del Húmedo.

Isabel Rodríguez

La botella de orujo lista. Los pellejos bien atados. Y el final escrito. Genarín ya está preparado -y sus cofrades también- para la conmemoración de su propia tragedia el próximo jueves, el aniversario del fatídico día en el que un camión de basura -el primero de León- se llevó por delante a aquel hombre de vida humilde que repartía sus días entre el negocio de pieles de conejo, las tabernas y los burdeles.

Ajeno a los rumores sobre una posible visita del Rey -“¿qué importa? ¡que venga a la procesión!”, dicen los cofrades-, Genarín aguarda su momento y a él le esperan los miles de leoneses y foráneos que se concentran cada Jueves Santo para honrar a la memoria de aquel borrachín descuidado que murió atropellado mientras aliviaba su vejiga contra la muralla de León.

La expectación se ha hecho patente en un grupo creado en Tuenti hace varias semanas contra la prohibición de la procesión de Genarín por la visita del Rey. El caso es que de la visita del Rey nadie dice nada. “Serán rumores interesados”, asegura Fermín Carnero, cofrade mayor y uno de los reimpulsores de la tradición después de la dictadura. Precisamente, durante el franquismo la tradición se apagó al mismo ritmo que la libertad, pero entre unos cuantos, y con el impulso que le dio al evento el libro El entierro de Genarín, del escritor leonés Julio Llamazares, consiguieron avivar la llama después del 75.

Dainos razocinio pal que no lo sepa mear que no lo beba

Ahora forman parte de la cofradía unas 120 personas y cada año entran en ella nuevos cofrades que reciben el bautismo de bienvenida en el bar La Pintona, en la plaza de San Martín, desde donde cada año leen la epístola y el homenaje al Padre Genarín -solo Padre, que santo no era- antes de proseguir la procesión para culminar con la subida a la muralla y realizar la ofrenda de queso, orujo, pan, naranja -la última cena del padre- y una corona de laurel.

Tanto paralelismo con la religión católica que estos días celebra a bombo y corneta su Semana Santa, mosquea al resto de cofradías. A Carnero le parece que no hay problema. “Hay cofrades que forman parte de la de Genarín y de otras cofradías”. Pero mosquea, porque al fin y al cabo el que termina saliendo en la tele es Genarín. Con su barrica, con su puta y con sus múltiples jóvenes alrededor.

¿Y esos jóvenes saben a que han venido? ¿Fiesta o tradición? “Yo les diría que se divirtiesen, lo primero” -asegura Carnero- “y que entiendan que es una forma de reacción a una religión impuesta, porque nosotros respetamos el resto de procesiones pero entendemos que vivimos en un régimen de libertad”, explica.

Y lanza un consejo: “Dainos razocinio pal que no lo sepa mear que no lo beba”, recomienda este cofrade que subraya la importancia de pensar un poco en el significado de esta tradición: “Genarín fue una forma de sacar del anonimato a una persona que era nadie, es decir, supuso el reconocimiento de que todos los seres humanos tienen importancia”, afirma. “Siempre hay una minoría ahí arriba que recibe cientos de distinciones cuando hay todo un pueblo debajo que tiene que sacar adelante a sus familias”. Amén.

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