La Churrería de Santa Ana, tu ‘churri’ desde 1953

Churrería Santa Ana

Marta Cuervo

Todas las mañanas, desde al año 1962, uno de los extremos de la avenida José Aguado comienza a desprender un denso humo blanco proveniente de un pequeño quiosco. Dentro de esta pequeñísima churrería comienza la actividad, y el frenesí para atender a la larga fila que se extiende por la calle se convierte en un no parar. Alberto, Elena y Óscar son la tercera generación de churreros de la tradicional churrería de Santa Ana, que se inauguró en el año 1953 en la plaza del mismo nombre.

Aprendieron de sus padres Cecilio y Ángeles, y éstos a su vez de sus abuelos Artemio e Hilaria, quienes comenzaron la tradición churrera que hoy sus familiares siguen cultivando con el secreto de su gran éxito: la dedicación y el amor por el trabajo bien hecho.

La churrería más antigua de León

Cecilio se crió entre churros, y ya con sólo 9 años recuerda echar una mano a sus padres, que cuando inauguraron la churrería en el año 1953 estaba situada en lo que hoy se conoce como el jardín de Santa Ana, en el homónimo barrio. “Allí había una casa en la que subsistían dos negocios: una hojalatería, la 'del calata', y una zapatería, la 'del mudo'. Esa zapatería se trasladó a Alcalde Miguel Castaño y fue cuando nosotros cogimos el local y montamos la churrería”, rememora el leonés, que asegura que por aquel entonces había más de 20 churrerías en la ciudad, “casi una en cada esquina”. Unos años más tarde, en 1964, tiraron la casa y fue cuando los padres de Cecilio, Artemio e Hilaria, se pasaron al famoso kiosco de José Aguado.

Ángeles entró a formar parte de la churrería al poco tiempo de casarse con Cecilio, en el año 65. “Empecé a ayudar a mi suegra en los mercados. Durante esos años el mercado de ganados de hacía donde hoy está el ambulatorio de José Aguado, y venía mucha gente aquí a por churros. Cada vez le fui ayudando más, hasta que nos quedamos nosotros con el negocio”, explica sonriente.

Aunque Cecilio confiesa sin tapujos que el secreto de los churros está en la masa y en trabajar con ganas, está claro que estos más de 65 años de vida de una churrería referente en León esconden una pasión transmitida de padres a hijos.

Los tiempos cambian, los churros no

El matrimonio apunta que ahora es todo más fácil, en relación a cuando ellos estaban al frente. “Cuando nosotros trabajábamos todo se hacía a mano, las masas, el corte... Ahora es todo mecanizado, lo tienen todo más fácil con la amasadora y la cortadora. Eso sí, la masa es la misma, que es lo fundamental”.

Al día preparan muchos churros, con una vertiginosa actividad, entre los que abastecen a las cafeterías de la zona y los encargos de clientes. “Los más ricos de León”, señala uno de sus clientes que acompaña sus churros con un vasito de mistela, entre otros muchos que esperan su turno, una escena que se repite estación tras estación. “Aquí se venden churros tanto en invierno como verano. Lo que hace falta para vender es que haya público y en invierno apetece menos andar por la calle pasando frio”, reconoce el matrimonio que, junto a su familia, quiere expresar su eterna gratitud a todos los clientes por la paciencia que tienen de esperar en la cola a pesar de las bajas temperaturas. “La fila para comprar churros ha llegado algún domingo por la tarde y días señalados hasta final del paseo. Estamos muy agradecidos”, declara Ángeles. De esta forma, trabajando siempre por ofrecer a los leoneses el mejor producto posible, Alberto, Elena y Óscar se empeñan todos los meses del año, menos 20 días de agosto. La hora punta del negocio; “para cada uno la hora que elija, a la que se levante y cuando quiera pasar a tomar unos churros. Aquí se sirve desde las 6.20 de la mañana”, comenta Cecilio, quien ya ha catado su vasito de mistela, la parva que se llamaba antiguamente, y cuatro churros.

Ángeles y Cecilio atesoran en su memoria muchas anécdotas, como los recuerdos de cuando estando recién casados se levantaban a las 4 de la mañana para bajar a trabajar a la churrería los dos en una bicicleta desde el final de Mariano Andrés. “¡Y gracias que teníamos una bicicleta!, muchos tenían que hacerlo andando”, detalla el churrero.

“Mi marido no esperaba tener una mujer que trabajase los churros tan bien o mejor que él”, apunta divertida Ángeles. “Yo mejoraba día a día, como trabajábamos suegra y nuera, tenía que demostrar mi amor propio, me esforzaba mucho”, añade sin perder la sonrisa.

“¡Soy tu churri!, desde 1953”

Después de 65 años, los tres hermanos herederos de este imperio del churro en León, han sabido adaptarse a los tiempos, con una actualización de la estética del kiosco que les propuso NARUA, la consultora de marketing e innovación emocional del vecino del barrio Roberto Santos, que con el simpático juego de palabras 'Soy tu Churri' crea un eslogan que alude al cariño mutuo de la familia churrera y sus clientes, además de poner en valor 'la Parva' como palabra leonesa casi en desuso referida al pequeño desayuno, que ha quedado adherida a las paredes exteriores junto con los grafismos de los churros, del árbol genealógico del negocio familiar y del logotipo que les identifica.

Y en esta familia de churreros también se disfruta mucho del sabor de esta fruta de sartén. “En casa todos comemos churros, a mí me encantan, nos gustan a todos, a los nietos también”, señala Cecilio. Entre ellos, los más pequeños de la saga, Lucía y Claudia reconocen las palabras de su abuelo y, aunque tienen todavía mucho tiempo para pensar si seguirán con el negocio familiar, de lo que sí que están seguras es del orgullo que sienten hacia sus abuelos, felices de pertenecer a la familia de la churrería de Santa Ana.

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