Los caminos del leonesismo

Una enorme bandera de León en la gran manifestación de 2020.

David Díez Llamas

Hace más de 40 años desde que el leonesismo (en esta última etapa) surge como movimiento de afirmación de la identidad leonesa y rechazo al marco autonómico impuesto de Castilla y León. En todo ese tiempo ha destacado el carácter cívico de esa protesta. No hay alborotos, ni contenedores quemados, ni agresiones, ni enfrentamientos...

Podría decirse que el leonesismo sigue la máxima de “no hay caminos para la paz, la paz es el camino”. Uno piensa que todo ello encaja en lo que es la propia personalidad de los leoneses (más dados a hacer leyes que a las conquistas militares).

Sin embargo durante bastantes años el Grupo Autonómico Leonés estuvo ilegalizado. Desde luego no por conductas incívicas de sus componentes. Más bien cabría achacarlo a la propia desidia de la administración o por la voluntad de callar la oposición al ente autonómico. Por cierto ante esa injusticia no vimos protestar a los que ahora lo hacen en apoyo a los predicadores de la violencia.

El Grupo Autonómico Leonés logro una gran capacidad de movilización y apoyo social. Sin embargo si hoy preguntamos por GAL serían muchos más los que los identifican esas siglas con aquellos que mataban y asesinaban. Son las paradojas de las cosas. Se condena la violencia, pero a la vez se es altavoz de sus fechorías. Son muchas las veces en las que se da un mayor protagonismo a grupos de 200 personas que hacen actos violentos que a otras 80.000 o 100.000 que protestan de modo pacífico.

¿Los españoles no somos iguales?

Es habitual que se dé un gran protagonismo a los grandes núcleos de población donde se encuentran básicamente los centros de información. Lo hemos podido ver con la nevada de la borrasca Filomena en la que lo extraordinario más que su dimensión era que hubiera afectado principalmente a Madrid. Es como negar que todos los españoles somos iguales. Todavía ha habido algún insensato que justificaba la dedicación a Madrid de ese protagonismo en función de lo que era su aportación al PIB. Vamos era un poco el “tanto tienes, tanto vales” pero en versión territorial.

Con este bagaje de historia resulta que todavía hay personas que vinculan el leonesismo con movimientos independentistas e incluso llega a tacharnos de extremistas. Que paradojas. Aquellos que utilizan el insulto como argumento, se permiten tachar a los demás de lo que no son.

En los recientes altercados en Barcelona he podido ver una pancarta que decía que “el pacifismo es inútil”. Yo desde luego no lo creo. Pero también demando que nunca se puedan alcanzar fines a través de actos violentos y que haya un desmarque nítido de ese tipo de actuaciones. La violencia termina haciendo daño a las causas que pretende defender. Es inaudito que aquellos que dicen defender la libertad de expresión sean los mismos que atentan contra algún periódico o periodista. Tal vez entiendan que la única libertad para expresarse deba ser la suya.

Espacios para el debate y el respeto

Hay que establecer espacios para el debate y que este sea posible desde el respeto. Se puede ser muy crítico con determinadas actuaciones y no por ello perder la compostura ni las formas. El insulto lleva a una descalificación social sobre aquel que lo emplea.

Soy de los que piensa que para vencer hay que convencer. Para ello es necesario tener argumentos o utilizar datos que justifiquen aquello que afirmas. Puede ser un proceso lento pero también creo que esas cosas poco a poco van llegando y que cuando llegan se consolidan en la forma de pensar de cada persona (les convence).

Desde el leonesismo siempre se ha actuado desde el respeto y ha mantenido actitudes cívicas. Otra cosa es que se haya posicionado de manera favorable a quitar el reconocimiento social en nuestro callejero a quien como Martin Villa ha atentado contra la identidad y la voluntad de los leoneses.

Creo que el leonesismo debe seguir en ese mismo camino. Reclamaría que no se nos desvirtué con falsas acusaciones y también que se dé un mayor realce a los que actúan desde la “no violencia”. Defender la democracia es también hacerlo dando protagonismo más al número de personas que al número de actos violentos. Desgraciadamente no siempre es así en los medios.

No sería ni la primera ni la será la última vez en que sean los violentos los que acusen de violencia a los demás. Queremos una sociedad justa, que se fundamente sobre principios de convivencia con el diferente (ya sea por su origen, condición económica o sexualidad). Esos han sido principios básicos del leonesismo y hoy lo siguen siendo. Esperemos que todos lo entiendan así.

Etiquetas
stats