Primero la cacicada, luego la impunidad

Alfonso Fernández Mañueco firmó el adelanto del toque de queda en enero; declarado ilegal.

Javier Pérez

Hay normas que pueden ser dudosas y que, cuando los tribunales las echan atrás, pueden dejar la duda de si el legislador era un canalla o un idiota, o simplemente se deslizó un poco más allá de la línea de sus competencias. Con esto de las autonomías es muy frecuente que los condes se crean reyes, y podría pasar. Otras normas legales, sin embargo, se ve a la legua que han nacido desde la prepotencia, el menosprecio a los derechos de los administrados, y desde esa burla, muy tipo “compañía de seguros”, del “vete reclamando, que mientras reclamas y no, te jodes.”

El adelanto de la hora del toque de queda durante la pandemia, era claramente una disposición de este último tipo. Un buen día llegaron y dijeron que el toque de queda en Castilla y León sería a las ocho de la tarde en vez de a las diez de la noche, y no porque pensasen que eso iba a arreglar nada, sino, me parece a mí, y por eso firmo el artículo, por simple chulería, por hacerse notar, por colgarse una medalla, por decir dónde estaban sus huevos y porque ellos lo valían.

Mi irritación, que creo demostrada, no viene tanto de que se adelantase dos horas el toque de queda, lo que puede ser discutible, sino mayormente de las razones que esgrimieron para dar por buena aquella cacicada: que al decir el decreto del Gobierno que se podía modular el toque de queda en horas nocturnas, como a las ocho ya había oscurecido, era hora nocturna. O sea, que además de por críos, nos tomaban por gilipollas.

Como ya decidieron anteriores sentencias, todo el Estado de Alarma era un cúmulo de infracciones, abusos y despropósitos. Y en el caso del adelanto del toque de queda, cacicada sobre cacicada, con burla, pedorreta, mofa y escarnio.

La pregunta, ahora, es si alguien se va a responsabilizar de todo este vertedero legislativo o si, como todos esperamos, los culpables van a quedar impunes, riéndose de nosotros a mandíbula batiente. Porque oye, si en vez de ser ellos dando por saco a millones de ciudadanos con una ley injusta, fuésemos uno cualquiera de nosotros aparcando media hora en un vado, seguro que la cosa tenía consecuencias. Muchas o pocas. Pero consecuencias.

Para ellos no hay consecuencias

Pero seguro que para ellos no hay consecuencias. Nadie va a tener que declarar siquiera por los daños económicos, morales o simplemente administrativos de una decisión tan ridícula y arbitraria como la que tomaron. Nadie va a sufrir un escarmiento. Nadie se va a acordar de esto cuando llegue la próxima ocasión de tomarnos a todos por menores de edad o cortos de entendimiento.

Nos lo volverán a hacer. Nos volverán a dar una palmadita en la espalda y nos dirán esta vez que quien no se afeite la cabeza, o el culo si los pillamos humoristas, no podrá entrar a comprar comida en los supermercados. Y a quien no se pinte un punto verde en la nariz se le cortará el agua o le caducará un año antes el DNI. ¿Por qué no?

Y si te parece injusto, reclama, que aunque te den la razón, tu te jodes y yo me río.

Luego dirán que la democracia y las instituciones pierden prestigio. Bastente que no les metemos fuego...

___Javier Pérez es un escritor leonés que ha ganado, entre varios, el premio Azorín en 2006 y el Ciudad de Badajoz en 2011, y ha publicado 16 libros. El último Catálogo informal de todos los Papas en 2021.

Catálogo informal de todos los Papas

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