Cacabelos pone en marcha una iniciativa educativa para favorecer la mediación

César Sánchez / ICAL El alcalde de Cacabelos , Sergio Álvarez; la concejala Susana Vila (D), y la educadora social Verónica Viéitez (I).

D. Álvarez / Ical

El municipio berciano de Cacabelos puso en marcha, hace ahora dos años, un proyecto pionero de intervención comunitaria bautizado como mediación social en la comunidad educativa. La idea, surgida en el seno del Colegio Rural Agrupado (CRA) de la localidad de Quilós, consistía en implicar a alumnado, familias, profesorado, Ayuntamiento y Policía Local para mejorar la convivencia y fomentar un clima de cooperación social entre todos estos actores, gracias a una herramienta de resolución de conflictos como la mediación, en la que una tercera persona hace de puente entre las partes enfrentadas para ayudarles a encontrar una solución. Con dos casos cerrados de manera satisfactoria en estos primeros pasos de la andadura, el programa busca aprovechar la fecha del 21 de enero, cuando se conmemora el Día Europeo de la Mediación, para darse a conocer entre la población del municipio, con distintas actividades en los colegios y en el instituto.

En ese sentido, el ámbito de actuación del programa abarca los seis centros que forman parte del CRA, así como el instituto Bergidum Flavium, que se sumó a la iniciativa. “Es muy ambicioso, porque hay mucha gente implicada, así que nos planteamos funcionar a muy largo plazo. Hasta que estos proyectos empiezan a funcionar y a tener casos de manera habitual suelen pasar años, cuesta que la gente sepa que existe este recurso”, explica la educadora social Verónica Viéitez, que se encargó de formar a los integrantes del equipo que gestiona las diversas peticiones.

Al respecto, Viéitez explica que los asuntos que provocan que una persona solicite un proceso de mediación tienen que ver con problemas cotidianos de convivencia escolar entre los alumnos, como peleas, disputas por el material o, de forma más reciente, mensajes en redes sociales. También pueden tener que ver con desavenencias entre alumnos y profesores, en forma de malas contestaciones, enfrentamientos constantes o acusaciones de favoritismo. Por último, pueden originarse por disputas entre profesores, a causa de los diferentes enfoques educativos o del uso de los espacios y los materiales comunes del centro.

“Son cosas que parecen tonterías pero que manchan la convivencia y el compañerismo”, explica la educadora externa, que recalca que el doble objetivo del programa es “evitar que malentendidos y desavenencias provoquen una situación más grave”, así como “prevenir y frenar el acoso escolar”. Porque, según recuerda Viéitez, “cuando hay acoso escolar ya no hay igualdad de condiciones y el niño abusado cedería a los acuerdos del otro”. “La mediación en caso de acoso escolar se aplica en los primeros estadios, para prevenir. Una vez consolidada, habría que utilizar otras herramientas que tenga el colegio para luchar contra este fenómeno”, explica.

El papel de la Policía Local

En esa línea, la concejala de Acción Social de Cacabelos, Susana Vila, coincide en señalar que el programa de mediación debe disponer de “pautas claras y límites”. “Hay casos que se tienen que solucionar en el juzgado”, recalca Vila. Como responsable municipal de la implantación de la iniciativa, la edil insiste en que “los conflictos son algo cotidiano y habitual” pero remarca que “la comunidad educativa no termina en la verja del colegio”, lo que justifica que los agentes de la Policía Local se estén formando en la mediación de conflictos.

“Hay conflictos que no sólo pasan dentro del aula, se daban casos de peleas en cumpleaños por las tardes y esos problemas entre los alumnos se convierten en problemas entre familias”, añade Viéitez, que subraya la importancia de que los efectivos policiales puedan aplicar las técnicas que han aprendido durante la formación en las intervenciones en conflictos entre familias fuera del colegio, así como en otros conflictos vecinales. “Lo primero es intervenir para que la cosa no vaya a más, pero algunos de esos problemas se pueden derivar después a un proceso de mediación”, concluye.

Equipo de mediación

Los primeros pasos de esta iniciativa se remontan a diciembre de 2016, cuando el proyecto se presentó con el objetivo de formar un equipo de mediación que pudiera estar operativo para atender los primeros casos. Un total de 26 adultos y 14 alumnos respondieron a la llamada y recibieron formación práctica sobre los conflictos, sus tipos, sus fases y cómo detectarlos. En las 12 sesiones, los grupos también aprendieron cuestiones teóricas sobre la mediación, como qué requisitos exige. Por último, pusieron en práctica herramientas como la escucha activa, la legitimación de posturas o las técnicas de preguntas. “La idea es formar muy bien al equipo de profesores y familias para que, con el tiempo, puedan ser ellos los que ofrezcan la formación a los nuevos alumnos”, explica Viéitez.

Este periodo de formación duró hasta abril de 2017, por lo que los responsables del programa decidieron retrasar su implantación hasta el inicio del curso pasado, después de ofrecer a los integrantes del equipo de mediación dos sesiones de recordatorio en el mes de septiembre. Con la inminente celebración del Día Europeo de la Mediación en el punto de mira, los responsables del programa esperan que la difusión entre vecinos y miembros de la comunidad educativa aumente para “incrementar el uso de este recurso como herramienta”, explica Vila.

Funcionamiento del recurso

La estructura básica de funcionamiento de este recurso requiere de la creación de un equipo de coordinación, del que forman parte dos alumnos, dos profesores, dos familiares y dos agentes sociales, en representación del personal del Ayuntamiento y de la Policía Local. Ellos son los encargados de recibir las solicitudes que puedan llegar a los buzones de mediación ubicados en los centros educativos y en el Ayuntamiento, aunque las personas interesadas también pueden dirigirse a los miembros del equipo en persona o a través del correo electrónico.

Cuando un caso susceptible de someterse a mediación llega al grupo coordinador, éste se encarga de hacer una sesión informativa por separado con las partes implicadas y de designar a las personas adecuadas para llevar a cabo el proceso. “La mediación no es la panacea, las dos personas tienen que querer solucionar su conflicto”, recalca Viéitez. Una vez las partes conocen el funcionamiento del proceso y se sientan para tratar de solucionar su conflicto, el primer paso es la firma de un acta de confidencialidad, que garantiza que los temas que se hablen en ese contexto no saldrán de la sala. Con ello, se intenta favorecer que los participantes se sientan libres para expresar sus problemas.

En esos casos, el papel del mediador se reduce, explica Viéitez, a “aprender a escuchar y hacer preguntas para que las personas busquen la solución al conflicto ellas solas”. Al respecto, la educadora externa recuerda que la mediación es un procedimiento diferente a la conciliación o al arbitraje. “En un proceso como éste, el mediador nunca sugiere las soluciones”, resume.

Durante el transcurso de las sesiones, los participantes exponen sus diferentes puntos de vista y, si llegan a un acuerdo, se redacta un documento que desarrolla detalladamente la solución y que queda firmado por ambas partes, con un valor similar al de un contrato privado. “La idea de la mediación no es recuperar la relación que había, sino que las partes aprendan a hablar y solucionar los conflictos, encontrando el origen y atajando el problema en su raíz”, puntualiza la educadora.

En ese sentido, Viéitez lamenta que muchos balances sobre procesos de mediación sólo valoran cuántas mediaciones acaban con contrato firmado. “Se pierde que, por el camino, muchas veces se soluciona el conflicto sólo con hablar, aunque no se lleguen a firmar acuerdos”, explica la educadora, que asegura que éste fue el desenlace de los dos casos a los que se ha enfrentado el equipo coordinador municipal desde su constitución, un conflicto entre dos profesores y otro entre un alumno y un profesor. En ambos casos, la solución fue satisfactoria, pero en ninguno de ellos los participantes llegaron a estampar su firma en el documento final, porque consideraron que el conflicto quedaba solucionado después de haberse sentado a hablar.

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