Cómo una provincia sin pantanos puede aumentar los regadíos mucho más que la que sufre las inundaciones de sus valles

Reciente inauguración del 'mar' de Valladolid, una inmensa balsa en Villalón que nutren los pantanos leoneses y palentinos.

Carlos J. Domínguez

36 años hace que desaparecieron bajo 650 hectómetros cúbicos de agua siete pueblos para siempre en el valle de Riaño, en la provincia de León. Cada primavera las flores de los capilotes lo rememoran. Toda una montaña se sacrificó entonces en pos de un futuro de regadíos aguas abajo, paisanos no convencidos pero sí resignados, por la fuerza bruta en ocasiones, de que el agua sería lo más valioso varias generaciones después y su uso para disfrutar un futuro rural digno valdría el precio de la pérdida y el desarraigo sufridos.

Hoy, 36 años después, muchas promesas de futuro se diluyen. Riaño ha pasado a ser un paisaje tan espectacular como forzado. Y aguas abajo, los regadíos leoneses de zonas como Payuelos todavía están en fase de modernización, a base de muchos millones y todavía más paciencia, camino ya de las cuatro décadas. Pero todavía más abajo aún, ya en provincias más al sur, el agua de León nutre sobre todo otros futuros de quienes no saben lo que ha sido padecer las tragedias de las inundaciones y las pérdidas que las anegan.

De hecho, el ritmo de inversiones es desigual entre la tierra que fue inundada y la que se ve regada con buena parte de los beneficios. Son datos oficiales: el ritmo de crecimiento de los regadíos modernizados, con todo su potencial de rentabilidad para los cultivos, aumenta más en Valladolid, a cien kilómetros del pantano de Riaño, que en la propia provincia de León.

La estadística del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación deja claro que la última década la provincia vallisoletana ha visto aumentar un 31,4% su superficie de regadío, creciendo en más de 24.000 hectáreas entre los años 2010 y 2021. Hoy en día ya supera con creces las 100.000 hectáreas disponibles.

En cambio, León ha crecido a la mitad de su ritmo, un 17,3% en el mismo período, partiendo de 107.000 hectáreas para sumar ahora unas 127.000.

Valladolid, tierra libre de pantanos

Pero falta un dato esencial para comprender la desigualdad: en la cuenca del Duero, Valladolid carece de pantanos. Es la provincia que no tiene ninguno. Sus escasísimas balsas apenas almacenan seis hectómetros cúbicos y en los mapas nacionales de ocupación de agua embalsada es un oasis permanente: aparece siempre azul intenso, lleno al 100%.

En el lado naciente de los ríos, arriba, en la montaña leonesa, sí se ha invertido mucho en el último siglo para garantizar el almacenaje de agua. Sólo entre sus cuatro principales embalses dispone de 1.287 hectómetros cúbicos de capacidad. Y Palencia, desde donde también se nutre la meseta vallisoletana, 488 más.

El principal cultivo que consume regadío en Castilla y León es con diferencia el maíz, que 'chupa' una tercera parte del total de la Comunidad, con más de 141.000 hectáreas, seguido del trigo, con cerca de 80.000 hectáreas. 28.000 hectáreas de alfalfa, 20.000 de remolacha o 17.000 de patata completan el 'top 5'. Para comparar, los prados naturales se riegan en apenas 13.000 hectáreas.

León, tierra de 'queda inaugurado este pantano'

Es evidente que a este ritmo de incremento de necesidad de regadío modernizado, no sólo de gran consumo de líquido sino también energético, será cada vez más insostenible la situación incluso en lugares hídricamente ricos como León, Palencia o Burgos, que comparten una Cordillera Cantábrica por lo general muy verde pero a la que también el cambio climático le acecha amenazando con años de más sed y escasez, al igual que también más riadas e inundaciones. Así se contempla uno tras otro en todos los nuevos Planes Hidrológicos de España, recién aprobados hasta el horizonte 2027, y el del Duero no iba a ser menos.

De ahí que toda previsión oficial, y toda reclamación o exigencia de los regantes, pase por volver a tiempos de Franco y su famosa frase: “Queda inaugurado este pantano”. Una frase que se escuchó mucho en León durante la dictadura y todavía después de ella., como fue el caso de Riaño.

Se necesitarán sí o sí, dicen los expertos, nuevas más presas, nuevas balsas, más embalses. Coinciden en ello todas las organizaciones agrarias, que lamentan ver desembocar en el mar el agua que, embalsada, podría calma la sed de los crecientes cultivos de regadío, y lo secundan también buena parte de los partidos políticos, muy especialmente Partido Popular y Vox en Castilla y León, firmes defensores de más pantanos.

Otra vez el 'fantasma', ahora en Carrizo

De momento, el nuevo esfuerzo de asumir pantanos nuevos recae otra vez sobre León. Están en proyecto dos nuevas presas situadas a los pies de poblaciones como Carrizo de la Ribera y Villanueva de Carrizo, en el alto Órbigo, los pantanos de La Rial y Los Morales, en conjunto 34 hectómetros cúbicos de agua más que requerirían la inversión estimada de 63 millones de euros.

Curiosamente, al contar desde hace años con la fuerte oposición de la comarca, y a pesar de contar ya con la evaluación ambiental pasada, Confederación Hidrográfica del Duero juega 'a dos aguas': por un lado gasta dinero en redactar el proyecto y por otro en estudiar alternativas al mismo. Y esta maniobra de toral indecisión ya cuesta 2,6 millones de euros.

Pero es que además, aguas abajo, a pesar de considerar los regantes urgente cualquier nuevo almacenamiento que suplemente la insuficiente agua del pantano de Los Barrios de Luna, censuran que CHD recoge que estos dos pantanos se destinarían para garantizar riegos en zonas muy remotas como el Páramo Bajo, que actualmente recibe agua procedente del pantano de Riaño, la cual se liberaría para garantizar la perpetuidad en el tiempo de que esa gran cantidad de líquido siga viajando hacia las provincias de Valladolid y Palencia. Y por ahí dicen que no van a pasar.

Un trasvase temporal con visos de perpetuarse

En León suma ya muchos años de polémica esta soterrada 'guerra del agua' en la que se lamenta no sólo que Valladolid obtenga más líquido, a través por ejemplo del trasvase Cea-Carrión, cuando precisamente el panorama climático no garantizaría el riego en la superficie modernizada prometida a cambio del sacrificio de inundar Riaño.

El agua les llega gracias a un trasvase que nació hace 25 años con carácter temporal, en tanto se ejecutaban pantanos propios como Las Cuezas, al sur de León y el norte de Valladolid, pero que no pocos creen que el Gobierno y la Junta aspiran a perpetuar en el tiempo. Y peor aún, parte de ese agua ni siquiera sirve para regar cultivos sino incluso para consumo hasta en polígonos industriales donde se afincan las empresas que no se asientan aguas arriba.

El nuevo 'mar' de Valladolid

Recientemente, la opinión pública leonesa reaccionó con amplia indignación al conocer cómo se ha materializado ya el proyecto del primer 'mar' de Valladolid, en parte con agua de Riaño, así como de la cuenca palentina, inaugurado por el consejero de Agricultura de Vox, Gerardo Dueñas. Una inmensa balsa con capacidad para 10 hectómetros cúbicos de líquido fruto de las obras de transformación del sector IV del Canal Cea-Carrión, del tamaño de 117 campos de fútbol y en las que ha invertido 17 millones de euros para procurar futuros riegos a tres municipios.

Calado más autonómico tuvo la masiva protesta del campo leonés, pero que llegó hasta Valladolid, provocó ecos ministeriales e incluso internacionales, contra el Convenio de Albufeira que obliga a España desde 1998, bajo el Gobierno de José María Aznar, a ceder hasta 24 hectómetros cúbicos procedentes de los pantanos leoneses de Porma y Riaño. Claro que cuando se firmó en León había menos de la mitad de regadío que ahora.

La sequía trajo el 'no' a un acuerdo internacional con Portugal

A pesar de sumar 25 años de silenciosa vigencia, fue el pasado verano cuando la sequía encendió los ánimos y se quejaron de ese 'regalo' internacional no sólo los regantes leoneses sino zamoranos, palentinos y vallisoletanos, que reclamaban cerrar el grifo para garantizarse la subsistencia de sus cultivos. La polémica, en la que la Junta de Castilla y León se puso de perfil, pero aprovechando para reclamar nuevos pantanos en León, acabó con un pacto puntual entre España y el país vecino para no encender más los ánimos.

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