La agonía leonesa de la revolución egipcia

Mina es egipcio y lleva cinco años trabajando en León.

Isabel Rodríguez

Esperaban una despedida, pero Mubarak se negó a dársela. Así que este jueves la plaza Tahrir de El Cairo estalló en ira tras escuchar las palabras con las que el presidente egipcio se dirigió a la población: “No voy a salir del país en este momento difícil”.

El sentimiento de frustración que ayer sintieron los millones de egipcios agolpados en la que ya se ha convertido en símbolo de la revolución lo comparte Michael, egipcio de 30 años residente en León con el que este periódico contactó minutos después del discurso del dirigente árabe. “Me ha parecido muy mal, queremos que se vaya y creo que este viernes va a ser su último día porque va a haber una gran manifestación en la plaza Tahrir”, aseguraba. Al ser festivo en Egipto -el viernes es como el domingo aquí en España- se prevé una mayor afluencia de gente para pedir la salida del presidente.

A Michael no le seducen ni las buenas palabras ni los anuncios de reformas. “Queremos un cambio total, que todos los que están en el Gobierno lo dejen y se produzca una renovación”. Tampoco el vicepresidente Suleiman, en quien Mubarak, ha anunciado, delegará sus funciones como presidente, le convence. “¿El Baradei? No sé... ha estado mucho tiempo en América, podría traer cosas nuevas”. La sucesión no está clara, pero ahora el único objetivo es que Mubarak deje su trono.

Un policía cristiano nunca será capitán, antes lo jubilan

Este egipcio afincado en León sueña con ver el renacimiento de su país para, así, evitar que muchos otros tengan que hacer las maletas como las preparó él hace casi dos años. En El Cairo trabajaba como conductor, por 100 euros al mes, por lo que se vino a España en busca de mejores perspectivas económicas.

Él forma parte de los 12 millones de egipcios que son cristianos coptos, una minoría religiosa en el país -suponen en torno al 12%- que, según denuncia, es discriminada en el país. “Al ser cristiano tienes más problemas a la hora de acceder a buenos trabajos”, asegura.

También es cristiano Mina, otro egipcio residente en León que trabaja en la capital desde hace cinco años, prácticamente el mismo tiempo que, en su opinión, Egipto ha entrado en decadencia debido a la corrupción de los políticos. Mina comparte las palabras de su compatriota. “Mubarak hace la vista gorda, pero para los cristianos todo es más difícil, abrir una iglesia nueva es casi imposible, en el Gobierno apenas hay cristianos y un cristiano policía jamás llega a capitán porque lo jubilan antes”, denuncia.

Diferencias que a ambos les hacen tener cierto reparo a la subida de los Hermanos Musulmanes. “Aunque ellos aseguran que no habrá problemas con los cristianos, yo creo que sí”, advierte Mina de este grupo al que califica de “radical” y “cerrado”. De todos modos, considera que sólo les apoya “el 10% de la población” y que, de subir al poder, no tendrían manga ancha para hacer y deshacer porque “aquí manda Estados Unidos, es el que vende todo el material del Ejército, así que no les va a permitir establecer un régimen islamista radical”.

Lo que no comparten estos dos egipcios es opinión sobre el presidente. Mientras Michael quiere que abandone el poder, Mina cree que debe permanecer en él, sobre todo porque considera que, si se va, “los grupos de la oposición empezarán a pegarse unos contra otros”. Peleas internas que, en su opinión, podrían resquebrajar la unión demostrada estos últimos días.

“El presidente era bueno hasta hace seis años, cuando empezó a entrar en el gobierno gente de negocios que lo corrompió todo, subieron los precios de la comida, los alquileres, la gasolina... pero Mubarak ha servido como pacificador de la zona, no metió a Egipto en guerras con Israel o Irán”, argumenta este joven de 25 años.

Él salió de Egipto precisamente cuando, dice, el presidente Mubarak comenzaba a “distanciarse” del pueblo y a perder el control sobre el equipo de Gobierno. “Casi todos mis primos están fuera, el marido de mi hermana vive en Dubai... no entiendo que alguien se pueda ir a vivir a Egipto”.

A pesar de su condescencia con el presidente, reconoce abusos por su parte. “El Cairo es una ciudad dos veces Madrid pero con apenas semáforos y cuando pasaba él o su hijo no podíamos abrir la ventana ni salir a las calles”, explica. En cuanto a la fortuna amasado por Mubarak no dice nada. “Es el presidente, tiene que vivir bien, también Zapatero vive bien y aquí hay gente que no tiene trabajo, ¿no?”

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