“Para luchar contra la mutilación genital no se pueden buscar culpables”

Rosalie Belentougri. Activista Burkina Faso. Mutilación genital

I.R.

A los cinco años a Rosalie Belentougri la metieron en un río de la localidad de Tenkodogo, en Burkina Faso, y la sometieron a una ablación. Jamás ha logrado desplazar esa escena de su memoria, aunque sus recuerdos están más presentes que nunca estos días después de haber pasado por una operación de reconstrucción genital en la Fundación Dexeus Salud de la Mujer (Barcelona) a través de un programa gratuito destinado a mujeres inmigrates residentes en Europa.

Confía en que la intervención la ayude a mejorar su estado de salud, pero sabe que en su mente, “nada podrá repararlo”. Para evitar que su terrible experiencia se repita, Rosalie lucha cada día a través de su asociación de mujeres Endevant, con sede en Gerona. Con motivo del Día Internacional de la Mujer que se celebra hoy, estuvo este jueves en la Facultad de Educación de la ULE dando una charla sobre mutilación genital, una práctica por la que todavía pasan cinco millones de niñas cada año.

Rosalie, que ahora tiene 39 años, creció en una familia de seis hermanas y un entorno machista. “La ablación se ve como algo normal, forma parte de la tradición”, comenta. Esto, a pesar de que Burkina Faso adoptó en 1996 una ley contra la escisión del clítoris. “Antes se hacía a las niñas con cinco años o más, ahora se suele hacer cuando solo tienen meses para que sea más sencillo ocultarlo”, asegura.

La madre de Rosalie intentó procurar a sus hijas una educación y ella sintió que debía devolverle ese esfuerzo. “Tenía que demostrar que ante todo era una persona válida y decidí emigrar”. A su padre le contó que había obtenido una beca para estudiar en el extranjero porque confiesa que en caso contrario no le habría dejado salir.

Llegó a España en 2003, primero a Málaga, después a Gerona. Recuerda que fue duro y que en ocasiones sintió ganas de volver. “No olvides el motivo por el que saliste”, le recordaban sus hermanas“ desde África. Y con ello en mente, aprendió el idioma y comenzó a defender los derechos de las mujeres que a ella le habían violado.

Al trabajar como mediadora en un centro de salud de Gerona entró en contacto con la cantidad de problemas que tienen las mujeres que han sufrido algún tipo de mutilación genital. Infecciones, anemias, complicaciones en el parto... Todo ello le animó a convertir su experiencia en un testimonio con el que sensibilizar sobre este problema a las mujeres, pero también a los hombres. “Para luchar contra esto no hay que buscar culpables, también es importante ponerse en el lugar del otro, entender cómo piensan”.

En su opinión, en Occidente no se entiende ni se conoce el alcance del daño que esta práctica puede causar. Advierte, además, sobre la situación de crisis, que “está devolviendo a mujeres y niños a pueblos pequeños donde todavía se practica la ablación”.

Por ello está a punto de poner en marcha a través de su asociación un proyecto para trabajar in situ y concienciar a mujeres, hombres y practicantes -suelen ser las abuelas- de lo problemático de esta práctica. “Es muy difícil, vas en contra de una tradición ancestral y te vas a enfrentar a los hombres. Lo peor que hay es cuando un hombre utiliza a una mujer para luchar contra una mujer”, asegura.

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