Diez años de 15M en León: el movimiento que llenó la plaza, tomó la montaña y cambió la política

Llegada de la columna noroeste (la que tomó León hacia Madrid) del 15M a Sol en julio de 2011.

César Fernández

Hubo un tiempo en que escenas inverosímiles como la de personas antisistema siendo recogidas masivamente por conductores haciendo autostop o siendo protegidas por la Guardia Civil resultaron normales. El movimiento 15M cambió los paradigmas y trastocó la agenda política, que introdujo nuevos asuntos y reabrió debates latentes pero soterrados hasta incluso resultar tabúes. León participó de aquella corriente que hizo historia. Hubo acampadas en la capital y en Ponferrada, se plantó cara a un determinado modelo de desarrollo económico, se procuró ofrecer herramientas que canalizaran la participación ciudadana. Diez años después toca hacer balance.

El 15M llenó la plaza. Sus protagonistas no fueron del todo conscientes. El historiador del arte Víctor Vicent Marcos Bartolomé había participado en 2003 en las movilizaciones del 'No a la Guerra' de Irak. Llegado el 15M, fue simplemente con la idea de hacer unas fotos a la movilización en León. “Y me involucré hasta el final”, cuenta sobre un movimiento que giraba en torno a la acampada en la Plaza de Botines. Jacobo Vecino estaba implicado a través de los monólogos cómicos en el ámbito de los centros sociales autogestionados. “¿Qué ha pasado aquí?”, se preguntó cuando la tímida movilización inicial desembocó en algo de mayor calado en Ponferrada, donde el espacio para la reivindicación acabó siendo la Plaza del Ayuntamiento.

“El 15M no sale de la nada”, dicen integrantes de 'Toma la calle León', donde se mezclaron personas que llegaron del activismo social o ecológico con estudiantes universitarios. Tan transversales e intergeneracionales eran las procedencias como los asuntos objeto de debate en una agenda en la que cabía desde el veganismo hasta el feminismo y en la que se ponía en solfa el bipartidismo o la corrupción política. Los lemas no pasaban desapercibidos. 'No hay pan para tanto chorizo' o 'me sobra mucho mes al final de sueldo' fueron algunos de los más calaron en el imaginario colectivo de una movilización que contó con un amplio respaldo social. A las acampadas llegaban bolsas de comida. Incluso en León usuarios de Cáritas se trasladaron a las tiendas de campaña de Botines.

Si la movilización tuvo el éxito que tuvo fue porque fue pacífica. Se intentaba cambiar el mundo desde la razón. Tuvo una repercusión mundial sin romper ni una papelera

El movimiento se valió de las incipientes redes sociales para lograr una interconexión que retroalimentaba las movilizaciones en distintas plazas de España. “Fue un descubrimiento”, dice desde Ponferrada Jacobo Vecino, para quien la reivindicación fue canalizándose “de manera espontánea, pero muy fluida”. “Si tuvo el éxito que tuvo fue porque fue pacífica. Se intentaba cambiar el mundo desde la razón. Tuvo una repercusión mundial sin romper ni una papelera”, destaca. “Y eso descolocó mucho”, apostilla al hilo de una protesta que también rompió los esquemas de los medios de comunicación, ávidos por captar testimonios en una movilización en la que no había líderes ni portavoces a los que poner la alcachofa. “Creo que los medios no entendieron muy bien la significación del movimiento”, añade Marcos Bartolomé, para quien se subestimó su importancia.

Cientos de personas salieron a la calle el 15 de mayo en León capital. “Veníamos de una etapa de poca movilización social”, señalan miembros de 'Toma la calle León'. Los asistentes se multiplicaron el 20 de junio. A modo de réplica de lo que sucedió en Madrid, el movimiento se fue descentralizando primero hacia los barrios y tomando cuerpo y contenido, algo que se resume en otro lema: 'Tras la protesta, llega la propuesta'. “Había que buscar tender un puente entre la gente del 15M y el activismo local”, añaden. La premisa cristalizó en iniciativas como la de transformar el antiguo Laboratorio Pecuario en un Laboratorio Social, una “reutilización de un espacio público no aprovechado” que llegó a albergar servicios de biblioteca o esparcimiento para niños y familias.

Como el movimiento se demuestra andando, la siguiente etapa fue precisamente a pie en las columnas que partieron de distintos puntos del país para llegar a Madrid el 23 de julio. León tomó la procedente de Asturias. “Notábamos el apoyo social. Había conductores que te cogían cuando hacías autostop precisamente por la imagen que proyectabas”, apuntan. El respaldo también fue institucional en el caso de alcaldes que cedían pabellones polideportivos como improvisados albergues para hacer noche de camino a Sol, el epicentro nacional del 15M, donde el efecto de lo que estaba sucediendo era multiplicador a todas las escalas. El terremoto social tuvo todavía otra réplica con las movilizaciones del 15 de octubre.

Recortes frente a la crisis, corrupción y sensación de fin de ciclo

El caldo de cultivo habían sido los recortes amparados en la política de la austeridad que guio la respuesta a la crisis financiera de 2008, adobados con recurrentes casos de corrupción y una sensación de final de ciclo. “Se había engañado a toda una generación. Te habían prometido que encontrarías un buen trabajo si estudiabas. Y al final fue la primera generación que vive peor que sus padres”, resume Vecino. Los estudiantes universitarios veían decrecer la calidad de la enseñanza mientras no paraban de subir las tasas sin siquiera ver salidas laborales en el horizonte. Y así no fue raro que alumnos que llegaron a la manifestación del 15 de mayo in extremis acabaran acampando en Botines, donde un día apareció un micrófono y afloraron temas que estaban arrinconados en la agenda política. La protesta estaba servida.

El movimiento contó con respaldo social desde el primer momento. El primer conato de oposición llegó con la iniciativa 'SOS Laciana-Toma la montaña', cuando la población local reaccionó a la campaña contra los cielos abiertos. Y la Guardia Civil nos protegió frente a los mineros, recuerdan

El 15M tomó la montaña. Fue en verano cuando la movilización nacional quiso extenderse por el territorio para confrontar su visión con modelos de desarrollo económico que se habían hecho fuertes en determinados lugares. Pese a su condición de Reserva de la Biosfera, el Valle de Laciana también era en parte un cráter de cielos abiertos que afeaba la postal sin generar la misma riqueza que la explotación tradicional del carbón en sus minas subterráneas. Aunque el mensaje inicial llegó distorsionado, al final la protesta era fundamentalmente contra aquellas explotaciones que suponían una brecha en el paisaje, uno de los iconos de la particular manera de actuar del empresario minero Victorino Alonso, que ahora precisamente responde sobre esas prácticas ante los tribunales.

El caso es que aquella protesta, que adoptó el nombre de 'SOS Laciana-Toma la Montaña', fue la primera que se topó con la resistencia de una sociedad que veía en peligro su principal fuente de desarrollo económico. “Fue un momento muy duro”, admiten integrantes de 'Toma la calle León' que exponían recetas basadas en la ganadería extensiva, la transformación de los productos o el turismo habida cuenta, además, de que los Fondos Miner llamados a la causa de la reactivación de las cuencas mineras no habían dejado frutos a largo plazo mientras promesas como la de acondicionar un Parador Nacional en Villablino eran pasto del olvido. “Y hubo alguna asamblea en la que la Guardia Civil nos protegió de los mineros”, recuerdan.

Ahora que la provincia de León se enfrenta en aluvión y entre el desconcierto a la llegada de iniciativas para la instalación de infraestructuras de gran tamaño relacionadas con la explotación de energías renovables, la respuesta no llega tanto desde las administraciones públicas (ni siquiera las más cercanas como ayuntamientos y juntas vecinales, también curiosamente reivindicadas por el movimiento como una singularidad en la provincia) como de la sociedad civil articulada en forma de plataformas. ¿Se trata de una 'herencia' del 15M? La respuesta no es uniforme. Pero sí queda la sensación de que la población ha descubierto otras vías de participación en el debate público, uno de los mantras de aquel movimiento.

La primera disyuntiva sobre la articulación del 15M como organización política llegó cuando se le instó a levantar la acampada para respetar el día de reflexión de las municipales y autonómicas de 2011: Y ahí la pregunta fue si estábamos o no haciendo política

El 15M cambió la política. No es baladí recordar que el movimiento se gestó en plena campaña de las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo de 2011. Y la primera disyuntiva se planteó el día anterior cuando instaron a levantar la acampada para respetar el día de reflexión. “Y ahí la pregunta fue si estábamos o no haciendo política”, recuerdan miembros de 'Toma la calle León' tras recordar que 'Democracia Real Ya' defendía desde el principio postulados encaminados a cambiar reglas electorales como la Ley d'Hondt. “Al final”, añaden, “hubo gente que dejó de asistir, aunque luego sí participaron en manifestaciones. Nosotros mantuvimos la acampada y reflexionamos juntos”. La acampada en León se mantuvo, de hecho, hasta el entorno de las fiestas de San Juan y San Pedro.

En cualquier caso, el 15M ya había logrado mediatizar el discurso político tradicional. “Todos estábamos unidos en la defensa de lo público. Y reivindicábamos otra forma de hacer política. Fue un poco poético. El 15M se salió del guion de la historia. Y creo que fue, sobre todo, un mayo del 68 retrasado”, refrenda Víctor Vicent Marcos Bartolomé. “Los políticos fueron los que peor lo comprendieron”, advierte Jacobo Vecino, para quien los sindicatos de clase se habían quedado “anquilosados”, algo que ilustra en la premisa de los indignados de realizar manifestaciones sin ningún tipo de bandera que condicionara la movilización.

“Lo político va mucho más allá de lo electoral”

La conversión de un movimiento en buena medida espontáneo en una organización de carácter político o social que llevara el timón de las reivindicaciones estuvo muchas veces sobre la mesa. Hay voces en 'Toma la calle León' que zanjan el asunto con tres frases: “Al 15M se le pedía que catalizara un movimiento cuando lo que hizo fue una reflexión colectiva. Era más importante el proceso que el fin. Y fue altamente exitoso lanzar una reflexión profunda”. También puede decirse con otras palabras: “Lo político va mucho más allá de lo electoral”.

Hay voces en 'Toma la calle León' que consideran que el mayor logro político del 15M fue ensanchar el espacio situado a la izquierda del PSOE, desde donde ciertos sectores le recriminan haber hecho una lectura de trazo grueso un tanto injusta sobre la Transición al poner el foco en sus cabezas visibles y no en la transformación social al referirse despectivamente al 'régimen del 78'. El movimiento, que sirvió de manera indudable para elevar el listón de la exigencia ética entre la clase política, acabó por tener primero mucha presencia en la plataforma antidesahucios o en las mareas verde (por la educación pública) o blanca (por la sanidad pública). La iniciativa 'Fridays for future', que entronca con las preocupaciones por el cambio climático, también bebe de aquel espíritu, añade Marcos Bartolomé.

Todos estábamos unidos en la defensa de lo público. Y reivindicábamos otra forma de hacer política. Fue un poco poético. El 15 M se salió del guion de la historia. Y creo que fue, sobre todo, un mayo del 68 retrasado

Sin obviar que apenas unos meses después el PP de Mariano Rajoy logró la mayoría absoluta, la política española rompió después con el bipartidismo hasta el punto de que, a mitad de la década pasada, hasta cuatro partidos (PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos) rivalizaban casi de igual a igual en los sondeos. Hay quien cree que, más que la formación morada, la cristalización política más parecida al 15M fueron Los Comunes o Manuela Carmen con Más Madrid. Otros como Marcos Bartolomé advierten: “Los partidos son peones o actores secundarios. Los que ostentan el poder no se presentan a las elecciones”.

“El movimiento de Los Comunes tenía un pie en las instituciones y mil en las calles”, dice un integrante de 'Toma la calle León' para quien la defunción política del 15M se produce con las elecciones municipales de 2015. “Cuando las reglas de juego son las de las instituciones, ya no es 15M”, advierte a renglón seguido para distinguir los 'círculos' del momento germinal de Podemos y su anclaje posterior en el sistema de partidos tradicional. Otros compañeros creen incluso que la formación morada, que capitalizó buena parte del movimiento, pervirtió aquel espíritu.

En otras lecturas, el 15M puede sacar como rédito el hecho de que, a partir de entonces, en parte se haya “legislado mirando para ahí”, destaca Jacobo Vecino, para quien “Podemos pudo ser un bien y fue un mal necesario” que generó una frustración no tan vinculada a las siglas como a su anclaje en el sistema. Al mapa político también se incorporó Vox. Y Vecino cree que ha faltado pedagogía en lugar de confrontación. “Es penoso que Vox haya entrado en las instituciones. Pero yo creo que ha habido gente que en su día estuvo en las plazas y que ahora, por desesperación, le ha votado”, concluye.

El 15M surgió como respuesta a la asfixia social que generaron los recortes tras la crisis financiera de 2008. El movimiento estuvo cerca de las plantillas de empresas que se enfrentaban a brutales regulaciones de empleo como Elmar en León o Friger y LM en Ponferrada. Ahora la pregunta es cómo será la receta para paliar los efectos de la crisis económica derivada de la sanitaria del coronavirus; si los fondos de recuperación articularán una respuesta más constructiva precisamente para evitar otra revuelta social, ahora más complicada ante medidas como la Ley Mordaza después de que los sindicatos mayoritarios recuperaran la bandera de la movilización con las manifestaciones conjuntas por el futuro de la provincia en febrero de 2020, justo antes de la pandemia. El tiempo dirá si otro 15M será posible.

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