La pérdida silenciosa del turismo rural leonés: los hosteleros se jubilan sin relevo generacional
Uno de los motores de la provincia de León, el turismo rural, da cada vez más muestras de agotamiento. Junto a las consecutivas crisis que han dañado tan gravemente a la hostelería, especialmente la rural, y los incendios del verano (que provocaron una caída de viajeros alojados en casas rurales hasta cifras más bajas que los años de pandemia) ahora se suma una nueva crisis silenciosa: las jubilaciones sin relevo generacional.
La Asociación Leonesa de Empresarios de Turismo Rural (Aletur) alerta de que han comenzado a registrar varios casos de hosteleros que, llegados a su edad de jubilación, no encuentran a quien quiera seguir con sus negocios. Una situación que se gesta desde hace décadas y que, unido al éxodo de jóvenes a las grandes ciudades, deja un sombrío panorama laboral para este sector que todavía cuenta con más de 400 alojamientos, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), correspondientes al mes de septiembre.
Sin embargo, los datos de empleados en el turismo rural caen en comparación con lo que había hace una década en la provincia leonesa; en concreto un 1,25% menos que los trabajadores en el mes de septiembre de 2015. Una cifra negativa que, por otro lado, acompañan otras cuatro provincias (especialmente Zamora, que ha perdido en una década el 15% de sus trabajadores en turismo rural).
“Es un tema que nos preocupa mucho porque refleja una pérdida silenciosa de patrimonio, empleo y vida en los pueblos”, señala María Jesús González-Espejo, presidenta de Aletur, quien destaca cómo este tipo de negocios hosteleros son, en muchos pueblos de la provincia leonesa, los que mantienen activa social y económicamente la zona. “Cada vez que cierra una casa rural en León, no solo se apaga una luz en un pueblo: se pierde una parte del patrimonio vivo del territorio. Son proyectos familiares que han sostenido la vida en los pueblos durante décadas”, valora González-Espejo.
La presidenta de Aletur señala a la excesiva burocracia y a una rentabilidad cada vez más escasa para explicar la falta de relevo, que cada vez notan más en la asociación: “No hablamos de cierres puntuales. Estamos ante un goteo constante que refleja una falta de relevo generacional, exceso de burocracia y una rentabilidad cada vez más difícil de mantener”.
“Muchos propietarios superan los 60 años. Muchos se jubilan sin que nadie quiera o pueda continuar el negocio. Otros tiran la toalla por la carga administrativa o por la falta de apoyo institucional”, critica González-Espejo.
Es el caso de Charo, dueña de un hotel rural La Casa del Filandón en Quintanilla de Somoza (del municipio de Luyego). Se jubila a sus 65 años y quiere vender el hotel rural que regenta desde hace más de dos décadas, aunque todavía no ha dado con un interesado: “Si lo cierras, pierdes todo. Queremos venderlo porque creemos que es un hotel en el que se pueden hacer muchas cosas, por ejemplo es un espacio ideal para cursos e incluso para reconvertirse en una residencia de ancianos. Tiene un montón de posibilidades y terreno”. A pesar de ello, no llegan ofertas: “No es barato el asunto”, reconoce, “los inversores empiezan a hacer números y no se puede comparar lo que sale con un hotel rural que en una ciudad”.
Charo se lanzó a esta aventura a principios del milenio acompañada de su hermano, haciendo uso de la propiedad que formaba parte de la herencia de su madre y que se encontraba en ruinas. “La reconstruimos casi de cero”, explica, “incluso hemos hecho unas aulas para hacer cursos”. “Desde entonces hasta ahora aquí estamos. Con temporadas mejores, temporadas peores”, resume esta hostelera, aludiendo a las crisis que han sacudido al turismo rural en muy pocos años, como la de la pandemia de la covid-19 y, más recientemente, los incendios forestales de la provincia de León, que asestaron un duro golpe a los hosteleros rurales durante el verano.
La provincia de León, que fue la más afectada por los incendios forestales de toda España, pasó semanas sumida en una nube de humo (en el mejor de los casos, ya que en algunos municipios luchaban puerta con puerta contra las llamas). Estas circunstancias dañaron lo que parecía que iba a ser un buen verano para el turismo rural: “Este año era un buen agosto, pero empezó a llegar el humo y ya a partir del día 18 de agosto se acabó, tuve que llamar a la gente que había reservado para decirles que no vinieran y la gente dejó de reservar para septiembre”, recuerda.
“Es todo una lucha”, resume Charo, que además de las consecutivas crisis achaca el fracaso al turismo rural de León a una escasa promoción turística: “León se ha vendido siempre muy mal. Es todo una melancolía tremenda. Tenemos cultura, tenemos de todo, pero no sabemos venderlo”.
Otra de las cuestiones que han empujado a esta empresaria a querer vender su hotel rural es la edad; los hosteleros que llegan a la edad de jubilación lo hacen con un desgaste acumulado: “No encuentras gente para trabajar y tenemos que hacer muchas cosas nosotros”. Una de las cuestiones que señalan los hosteleros del entorno rural es la dificultad a la hora de contratar personal de limpieza dispuesto a trabajar en algunas zonas rurales, especialmente en aquellas más recónditas de la provincia leonesa.
En el caso de Charo, reconoce que el relevo generacional es complicado debido a las condiciones laborales a las que se enfrentan los hosteleros rurales: “Yo veo que la gente que se dedica a esto y tiene hijos, ninguno quiere seguir con esto. Es que no merece la pena”.
Ante esta realidad que puede salirle muy cara a la economía de la provincia de León, González-Espejo lanza un mensaje urgente a las administraciones públicas y a la sociedad leonesa: “Desde Aletur pedimos un plan específico de apoyo al relevo generacional y la simplificación administrativa. Si no se actúa ahora, en cinco años el mapa del turismo rural leonés puede quedar irreconocible y los pueblos sin uno de sus motores principales de dinamización”. La presidenta concluye reclamando una visión en conjunto: “Que se entienda que mantener abiertos estos alojamientos no es solo una cuestión de turismo, sino de supervivencia rural.”