Solidaridad y esfuerzo vecinal para recuperar la zona quemada por los incendios en La Valdería
Éxito de la convocatoria solidaria de la Asociación Tierras Quemadas de los valles del Eria, Duerna y el Jamuz. El sábado 18 de octubre, más de un centenar de personas —vecinos de los valles cercanos, voluntarios llegados de la capital y de otros puntos de la provincia, y un grupo desplazado desde Madrid— se reunieron en Pinilla de la Valdería para la primera gran facendera organizada por esta iniciativa. Un gesto colectivo para devolverle vida a un territorio que sufrió uno de los grandes fuegos de agosto este 2025.
El incendio arrasó más de 31.000 hectáreas en el suroeste leonés: bosques centenarios, tierras de labor, pueblos y viviendas. De esas cenizas nació la asociación, hace apenas un mes, impulsada por gente de la zona. Su lema 'Que el fuego no borre nuestras raíces' no es un para ellos un eslogan vacío: es un compromiso con la tierra y con la memoria de quienes la trabajan. Los miembros de esta plataforma, sin ánimo de lucro, quiere definirse por la acción directa y no esperar a una Administración que sienten que les falló en los momentos más dramáticos del verano.
El silencio que dejaron las llamas en los montes de La Valdería –una comarca al suroeste de la provincia de León afectada por uno de los incendios forestales más grandes de toda España en más de medio siglo que se inició en Zamora– comenzó este sábado a sanarse. No con palabras, sino con el golpe seco de las azadas sobre tierra quemada, el crujido de ramas apiladas y el murmullo de voces que se entremezclan con el rumor del río Eria. Con trabajo solidario, como es tradición en las gentes leonesas, con una facendera en la que el esfuerzo comunal intenta reparar lo que las autoridades dejaron arder.
A las diez de la mañana, bajo un cielo despejado de octubre, se formaron seis cuadrillas. No hubo megáfono ni protocolo, pero la organización fue precisa y certera. Cada grupo asumió una tarea concreta en las márgenes del río Eria, donde el fuego dejó cicatrices profundas.
Una cuadrilla extendió paja sobre el suelo desnudo y levantó fajinas —montículos de ramas trenzadas— para proteger la tierra de la erosión y evitar que las lluvias arrastren cenizas al cauce. Otra, guiada por un mapa de arroyos y corrientes menores, construyó albarradas: muros de madera y piedra que retienen humedad y frenan el arrastre de sedimentos. Un tercer equipo cavó hoyos para plantar castaños autóctonos, preparando el terreno para futuras repoblaciones. El cuarto erigió tipis de cañas y ramas alrededor de brotes de robles, blindándolos contra los animales silvestres.
Hubo también quien se encargó de la limpieza: bolsas llenas de plásticos, latas, restos de electrodomésticos abandonados. Y un último grupo, con motosierras y cuidado extremo, cortó pinos quemados en una zona próxima a los restos de una antigua mina romana, evitando maquinaria pesada para no dañar el yacimiento.
Durante cinco horas, el trabajo fue intenso. Faltaron azadas y guantes para todos, pero sobraron manos dispuestas. Entre pausas para compartir agua y bocadillos. No había jerarquías: abuelos con décadas de campo, niños con palas demasiado grandes, voluntarios corporativos con botas nuevas. Todos contra las cenizas.
El respaldo llegó también desde fuera: 45 personas de la Fundación para el Fomento del Desarrollo y la Integración (FDI), vinculada a Iberdrola, se sumaron a la jornada. Su presencia no solo aportó fuerza física, sino un componente social: entre los voluntarios había personas con discapacidad o en riesgo de exclusión, integradas plenamente en las tareas.
Al caer la tarde, el valle sanaba. El cauce del Eria estaba más limpio. El suelo, protegido. Los primeros castaños, plantados. Los tipis, en pie. La basura, recogida. Y, sobre todo, la sensación compartida de que algo había cambiado: no era solo una jornada de trabajo, sino un acto de resistencia. “Había nervios, pero más ilusión que nunca”, comentó uno de los participantes. “Hoy no nos hemos sentido la España vaciada, sino la que se levanta”.
El éxito de esta facendera ya tiene continuidad. La asociación prepara nuevas jornadas en el valle del Jamuz y en la Valduerna, con actividades pensadas también para familias. Montar tipis, plantar árboles, limpiar caminos: tareas sencillas que involucran a los más pequeños y les enseñan a cuidar lo que el fuego intentó borrar.
En La Valdería, el verde aún lucha por asomar entre la ceniza. Pero este sábado, entre el esfuerzo colectivo y el rumor del río, quedó claro que la reconstrucción no depende solo de instituciones o proyectos millonarios. A veces, basta con una azada, un vecino al lado y la certeza de que, juntos, la tierra vuelve a respirar.
La iniciativa cuenta con el respaldo de la Fundación FDI, dedicada a la integración de personas con discapacidad o en riesgo de exclusión social y al compromiso con el medio ambiente. Para ponerse en contacto con ellos y poder participar en más trabajos que han planificado se puede contactar con sus organizadores en el teléfono 625 15 32 43.