Más de la mitad de los jóvenes de León sufren FOMO, el miedo a perderse algo que potencian las redes sociales

El uso de redes sociales provoca ansiedad de perderse las cosas, el FOMO.

Sara Lombas

A principios del pasado mes de mayo ocurrió un acontecimiento singular que desató la euforia y la ansiedad a partes iguales entre un sector concreto de la población. El popular cantante Bad Bunny anunció una gira mundial y puso a la venta sus entradas. Durante este proceso el ‘conejo malo’ vendió más de 600.000 entradas y entre los españoles, especialmente los más jóvenes, y desató una fiebre por conseguir su pase a alguno de sus conciertos. El que fuera y donde fuera. Algunos, incluso, reconocían que no les gustaba especialmente su música, pero rechazaban perderse este evento.

La definición de FOMO (unas siglas que se corresponden con la frase inglesa ‘fear of missing out’, que se traduce como el miedo a perderse algo) podría resumirse con la locura desatada por este cantante, pero que ocurre todos los días a todo el mundo. El concepto que resume este sentimiento de ansiedad ante el riesgo de perderse un acontecimiento social que se considera relevante no es nuevo, pero ahora se ha incrementado hasta niveles peligrosos debido a las redes sociales.

La profesora Estefanía Gómez y el doctor Roberto Baelo Álvarez de la Universidad de León han investigado durante estos años los efectos del FOMO entre los más jóvenes y las consecuencias que este miedo provoca en ellos. En su estudio, realizado durante el año 2024 (pendiente de publicación y que ya ha protagonizado un curso de verano en la institución académica leonesa), contaron con la participación de 443 estudiantes universitarios de León, ya que se ha demostrado que el FOMO afecta especialmente a jóvenes entre 18 y 24 años.

En esta investigación descubrieron que más de la mitad de los universitarios de León (un 58%) presentaban unos niveles medios o graves de FOMO, que provoca importantes consecuencias psicológicas que se manifiestan en ansiedad y problemas de autoestima entre esta población tan vulnerable y tan vinculada al uso de las redes sociales, que todos los estudios apuntan como detonantes de los picos de FOMO.

“Las redes sociales constituyen una ventana a la vida de otros. Han provocado que el FOMO se democratice”, explica Gómez. “Antes podías ver la vida de María Teresa Campos o Georgina en la tele, pero no te generaba tanto FOMO porque considerabas que ese nivel de vida no es el tuyo. Ahora sí ves a compañeros de trabajo o de estudios viviendo cosas que tú no estás viviendo, pero que, como les consideras de tu mismo estatus socioeconómico, te provoca más ansiedad”.

La necesidad de compartir las experiencias en redes que no palia la soledad

Las redes sociales con sus algoritmos cambiantes y sus formatos efímeros (historias de Instagram y estados de WhatsApp que dejan de estar disponibles después de 24 horas), aumentan los efectos del FOMO. Todo ello sumado a la necesidad de compartir cada experiencia en redes, crea un cóctel perfecto para que el FOMO se convierta en un problema social: “Yo voy al concierto de Bad Bunny, pero subo una foto, si no, no voy porque de lo que no dejo rastro en mis redes sociales parece que no ha ocurrido”, ejemplifica Estefanía Gómez.

Los conciertos son uno de los mejores ejemplos de este fenómeno. Según la última Encuesta de hábitos y prácticas culturales en España 2024-2025, elaborada por el Ministerio de Cultura, el 34,1% de los españoles había acudido a un concierto de música actual ese año, aumentando el porcentaje respecto a la cifra de la encuesta de los años 2018-2019 (cuando fue un 30,1%). “Los conciertos son un ejemplo muy paradigmático. Estamos en un concierto y grabándolo con el móvil, en vez de vivir ese ambiente, para verlo luego en las historias. Se trata de vivir la experiencia por fotografiar, dar testimonio de esa experiencia”, contextualiza la investigadora.

A pesar de esta sobre-presencia en redes sociales, los jóvenes españoles se sienten cada vez más solos. El estudio sobre Juventud y Soledad no deseada en España presentado en febrero de 2024 (de la Fundación ONCE), identificaba que tres de cada cuatro jóvenes (de entre 16 y 29 años) decía sufrir de soledad no deseada, concretamente un 75,8% de los encuestados.

“Hay muchos jóvenes que quizá tienen un grupo social amplio de seguidores en redes, pero a la hora de la verdad no tienen a alguien con quien expresar lo que les pasa y demás. A lo mejor recibes muchos ‘likes’ y eso te hace sentir bien pero luego no tienes unas conexiones emocionales fuertes y positivas que, al final como animales sociales, es lo que necesitamos”, valora Gómez.

La brecha de género en el FOMO que también perjudica a las mujeres

En su investigación, los profesores de la Universidad de León han encontrado también que el FOMO afecta más a mujeres jóvenes que a los hombres. Han usado una escala que mide la intensidad de uso de redes sociales (Instagram y TikTok), que incluye la frecuencia con la que se usan estas plataformas (teniendo en cuenta si son importantes para su vida social o si se sienten conectados con los demás a través de ellas).

Los resultados mostraron que las mujeres se sentían más vinculadas a las redes sociales y que, por tanto, hacían más uso de ellas (con una diferencia de 49 puntos respecto a los hombres encuestados).

La presión estética o por obtener la validación masculina que pueden sentir algunas mujeres incrementa la necesidad de usar las redes sociales y, en consecuencia, de sufrir FOMO, según la teoría del estudio de la Universidad de León.

¿Se puede escapar del FOMO?

Ya que todo apunta que las redes sociales no dejarán de tener el protagonismo que tienen en el día a día de cualquier persona, cabe preguntarse si es posible hacer un uso de estas plataformas que evite caer en la ansiedad que provoca el FOMO. Estefanía Gómez aporta algunas pistas: “Lo primero es hacer un uso más controlado. Por ejemplo, mediante el panel de control de nuestros teléfonos para saber cuánto tiempo usamos cada red social o cada app”, explica, “Si tenemos un consumo muy alto hay que tratar de reducirlo y cambiarlo por otras actividades fuera de redes que nos gusten y nos hagan sentir bien”.

El diálogo con uno mismo es, según los investigadores de la Universidad de León, una parte indispensable para identificar si existe un problema con nuestro uso de las redes sociales: “Podemos reflexionar sobre lo que cada uno publica y preguntarnos ‘¿por qué tengo necesidad de compartir esta foto?’. No es fácil, como cuando hacemos terapia, pero lleva a un punto en el que poder reducir este problema”.

Algo que recomiendan los expertos es llevar a cabo un diario para registrar la actividad en redes y descubrir si el comportamiento y el ánimo de cada usuario cambia según cada publicación. Gómez pone encima de la mesa otro concepto; el JOMO, que proviene del inglés ‘joy of missing out’; es decir, “la satisfacción de estar perdiéndose algo, de no estar siempre conectados”.

¿Desaparecerá con esto el FOMO de nuestras vidas? Estefanía Gómez lo duda: “Diría que no, pero podemos conseguir que no llegue a afectar a la autoestima con un diálogo con nosotros mismos y buscando otras actividades. Hay gente que, con el auge de las redes sociales, ya no tiene gustos o aficiones. Hay que encontrar qué nos gusta y qué nos hace sentir bien aparte de esto”.

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