Heladero, trabajar fabricando y repartiendo frescor y sabor

Daniele Bortignon pilota desde 2010 una de las heladerías de León con más tirón, sobre todo en verano.

C.J.D.

Ser heladero en León, donde los clientes locales salen siempre en pleno verano con “una chaquetina” por si refresca, puede parecer que no es el negocio del siglo. La tradición de degustar helados no es ni mucho menos tan enorme como en otros puntos del país, léase la costa.

Pero da lo suficiente como para que un 'maestro' heladero italiano -del área de Venecia, para más señas- como Daniele Bortignon tenga muchas anécdotas que contar tras la barra del Holy Cow, el refrescante negocio con el que se arriesgó hace ya siete años cuando aterrizó en España buscando el lugar idóneo para ganarse la vida haciendo aquello que otro 'paisano' suyo le enseñó en Alemania con enorme éxito: fabricando y vendiendo los gelato más auténticos y naturales.

Maurizio a los mandos de la maquinaria para fabricar los helados italianos artesanales de Holy Cow León.

Y aterrizó en el Casco Histórico de León, en el Barrio Romántico, “porque está céntrico, y aunque me gustaba mucho Logroño, allí no encontré un buen local”. No le ha ido mal. Es habitual ver amplias colas de clientes ansiosos de probar sus originales creaciones, “muchas con frutas de temporada, como ahora que solemos tener de paraguayo”, y otras más extraordinarias pero que causan idéntica sensación. Por ejemplo, el helado 'Genarín' (en honor al mítico personaje canalla leonés) que suele encontrarse sólo en Semana Santa, o el helado de vermú, una rara avis que recomienda todo el que la ha probado, “unos pocos días al año”.

El problema es que el trabajo en verano en su local, tanto en la cocina donde se hacen artesanalmente sus delicias frías -con la ayuda de su compañero Maurizio Benjamino- como tras las cámaras donde se exponen los helados, se multiplica mucho. No sólo porque el calor hace “que se consuma más”. También porque “la gente de León son muy tardones”, y más en una zona de vinos como el Barrio del Cid. Primero acuden a las tapas y mucho más tarde buscan su postre favorito. Y eso “para gente como nosotros, con horario europeo, comiendo antes de las dos de la tarde”, es lo que más cuesta.

Esas horas más tempranas son las que se emplean en elaborar sus especialidades, no sólo helados, también sorbetes, batidos, zumos naturales... Un helado lleva “entre tres y cuatro horas para que esté listo, porque tiene que compactarse bien, tiene que pesar, si no es como aire congelado”. Y en algunos casos especiales como el helado de regaliz que estos días sorprenden a los clientes, puede que más tiempo aún.

También el éxito veraniego llega de la mano de los turistas, por su emplazamiento. Especialmente entre los extranjeros, sus helados italianos y el resto de la carta -también de bollería casera, tiramisú, pasteles...-- son muy demandados. Casi nadie se va sin encontrar lo que más le gusta y mejor puede comer, ya que Daniele y Maurizio incluyen entre sus creaciones helados sin leche y para veganos.

El esfuerzo veraniego merece la pena. “Cada vez más, la gente consume helados fuera de este tiempo, de hecho vendemos bastante para llevarse a casa”, pero la temporada alta es en esta estación. Pero en lo más frío del clima leonés es cuando “cerramos un tiempo amplio, para descansar y viajar”. Bien ganado está tras el atragantón estival. Ese tiempo en el que, sin un buen heladero ofreciendo delicias, no sería lo mismo.

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