La cárcel concordatoria de Zamora, donde el franquismo recluía a los curas con ideas políticas propias

Cárcel concordatoria de Zamora

Abel Aparicio

La relación entre Iglesia y Estado durante la dictatura franquista no fue, a pesar de todas las creencias, una unión fraternal, si no que hubo muchos desencuentros, tantos, que ningún Papa pisó suelo de aquella España que nos vendieron como centro universal de la cristiandad. Por recordar, el primer Papa que visitó España en cuarenta años fue Juan Pablo II en 1982, y si hubo un Papa contrario a las políticas del dictador, ese fue Pablo VI.

'La cárcel concordataria de Zamora: una prisión para curas en la España Franquista' es un trabajo realizado por Francisco Fernández Hoyos y es uno de los documentos más leídos sobre dicha prisión. El documental 'Apaiz Kartzela' (Cárcel de curas) puso después imágenes a la historia de la cárcel zamorana.

Franco quiso desde un primer momento elegir a los obispos de su cuerda y desplazar al resto, tejiendo una red de mensajes que alabaran su obra en todos los pueblos y ciudades del Estado y criminalizando el gobierno que fue legítimamente constituido en las elecciones de febrero de 1936. El historiador católico Hilari Raguer llegó a decir que la iglesia española “atizó a fuego” y solo fue sensible con los sufrimientos de unas víctimas, las suyas. Uno de los datos que revela este estudio es que en 1969, según la 'Encuesta Nacional del Clero' muestra que el 47% de los curas jóvenes eran partidarios del socialismo y solo un 10% del clero lo hacía a favor de la dictadura. En este estudio se revelan hechos como el ataque a la iglesia de Moratalaz (Madrid), a la que los guerrilleros de Cristo Rey le prendieron fuego en diciembre de 1973. Otros ejemplos son las multas de 100.000 pesetas impuestas a Víctor Manuel Arbeloa en Navarra o las 150.000 a Ramón Landera en Bilbao.

En cuanto a la prisión de Zamora, el primer reo que ingreso en esta cárcel de curas en 1968 fue Alberto Gabikagogeaskoa. Otros de sus compañeros, también vascos, estaban allí tras negarse a pagar las multas impuestas por participar en el Aberri Eguna —Felipe Izaguirre y Juan María Zulaika— o por pedir que no se pusiera la bandera española en la iglesia de Gorizika, como es el caso de Domingo de Artetxe. Otros de los curas más destacados es el catalán Francesc Botey, que dedicó gran tiempo de su condena a la lectura y al estudio. Como ocurría en el campo de concentración de San Marcos, uno de los mayores problemas a los que se enfrentaban estos curas era al frío y a la humedad del río, lo que hacía las noches insufribles con el Bernesga en León y el Duero en Zamora. Como en toda prisión, el aislamiento era total. Tal y como escribe Fernández Hoyos, las autoridades intentaron ocultar el atentado contra Carrero Blanco y ni si quiera les dejaban leer los Boletines Oficiales de la Diócesis.

Túnel de huida

En octubre de 1971 estos curas tenían un túnel construido con mucho esfuerzo para evadirse de la prisión. Realizado con escasos medios, fueron poco a poco abriendo los veinte metros que necesitaban para llegar al otro lado del muro, pero finalmente, la idea no llegó a buen puerto. Uno de los presos, Nicanor Acosta, desvela en esta breve entrevista que le pesará toda la vida haberle contado a Santiago Carrillo el plan de huida, y le culpa directamente de su fracaso. Fue el propio Carrillo el que le dijo a Nicanor Acosta que se lo había hecho llegar a los responsables de Gobernación. “Es una espina que tengo aquí clavada. Ni nunca lo voy a olvidar ni nunca se lo perdonaré”, matizando que “el interés de Carrillo por legalizar el PCE le hizo hacer este tipo de cosas. Me llegó a decir que la lucha por la democracia no tenía que ser cosa de los curas”.

Huelga de hambre, rebelión y cierre.

En noviembre de 1972, Lluis María Xirinachs, catalanista y pacifista, inició una huelga de hambre en la prisión zamorana. Su decisión fue castigada con incomunicación total. Los curas vascos se solidarizaron con él y le cantaban cada mañana “Vull ser lluire, vull ser lluire ara mateix”, mientras este les pedía que dieran a conocer su acción fuera de los muros. Finalmente, fue trasladado al hospital provincial y le convencieron para que pusiera fin a su huelga de hambre. Poco después, abandonó la cárcel concordataria.

En noviembre de 1973, después de muchas peticiones solicitando estar en otras cárceles y ser tratados como presos políticos, destruyeron, perfectamente organizados, todo lo que estaba a su alrededor. Sillas, mesas, cristales y colchones ardiendo fueron parte del mobiliario destrozado. Cuando les preguntaron el por qué, cansados de ser ignorados por vías pacíficas, citaron unas palabras del Antiguo Testamento: “yo soy el que destruiré por el fuego todos vuestros altares porque estoy harto de vuestras canalladas y pamplinas”.

En noviembre de 1974 seis curas iniciaron una nueva huelga de hambre y en agosto de 1975 otra junto a diversas prisiones españolas que, en total, albergaban a quince sacerdotes, en su mayoría navarros. Finalmente, la cárcel concordataria fue clausurada en marzo de 1976. Juan Carlos I renunció al nombramiento de obispos y se aceptó que los curas fueran procesados sin consentimiento episcopal.

Documental 'Apaiz Kartzela' (Cárcel de Curas)

En el año 2021 vio la luz el documental 'Apaiz Kartzela' (Cárcel de curas), dirigido por Oier Aranzabal, Ritxi Lizartza y David Pallarès. Uno de sus directores, Lizartza, es también productor (Maluta Films) de la obra, y cuenta para ILEÓN que eligieron este tema porque hay muchos pasajes de nuestra historia cercana que están sin contar. “Este tema encaja perfectamente con nuestra línea editorial”, incide Ritxi, para añadir que “hay un salto generacional y vemos que esta información se está perdiendo”.

Lizartza tiene claro que hay personas que fueron curas con una importancia muy fuerte a nivel social, laboral, en asociaciones de barrio, en ONG´s, etc., que tiene que ser conocida por todo lo que lucha y luchó por mejorar la vida de los tienen a su alrededor. Una de las frases que se pueden escuchar en el documental y que la pronunció Xabier Amuriza es la siguiente: “Se llama memoria histórica, pero estamos vivos, es nuestra vida”. Este director de guipuzcoano indica que de los cincuenta y tres curas que estuvieron presos, a día de hoy treinta y dos ya están muertos. Sobre sus orígenes, cuarenta y cinco eran vascos (35 de Bizkaia y 10 de Gipuzkoa), cuatro catalanes, tres gallegos, 2 madrileños y un asturiano.

Sobre el documental, Lizartza destaca que la historia la cuentan de forma directa, porque sus protagonistas están vivos. “Es una cárcel única en el mundo, es una historia que en España se conoce poco y fuera de nuestras fronteras, nada”, señala. Sobre los ciento setenta pases del documental hasta la fecha, de los cuales unos cien fueron con un coloquio posterior, el productor destaca que la edad habitual del público asistente es de cincuenta años para arriba, por eso nuestro objetivo a día de hoy es llevar la obra a los institutos, para que las y los jóvenes sepan lo que aquí ocurrió y que varios de sus protagonistas a día de hoy están vivos.

Juan Mari Arregi

Juan Mari Arregi fue el encargado de llevar a los reporteros extranjeros a la cárcel y dejó una de las frases que cierran el documental: “intentamos cambiar la iglesia, pero la iglesia nos cambió a nosotros”.

Analizando por qué cree que tanto en el País Leonés como en el resto del Estado apenas es conocida la cárcel concordataria de Zamora, Arregi responde que “la iglesia de entonces no es muy distinta a la de hoy en cuanto a su jerarquía”, para añadir que por otro lado “la dictadura franquista dejó unas huellas que se empiezan a recuperar todavía hoy”.

Sobre el origen de la cárcel concordataria, Arregi tiene claro que fue un pacto entre el gobierno de la dictadura y la jerarquía eclesiástica. Como el Concordato le impedía que enviaran a los curas a las cárceles, el régimen abrió esta. “Lo que nosotros pedíamos era estar con los demás presos políticos, pero el régimen tenía otro plan”, destaca.

Cuestionado sobre si día de hoy la jerarquía eclesiástica o El Vaticano les han pedido perdón, responde con cierto enfado que “ni El Vaticano, ni la jerarquía española ni la vasca nunca nos han pedido ningún tipo de perdón”. Juan Mari, que fue uno de los fundadores del diario Egin, tiene publicados varios artículos, y en ellos se dirige a las tres jerarquías mencionadas, “pero ni una sola a mostrado ningún tipo de simpatía hacia ellos, su callada por respuesta demuestra que poco o nada ha cambiado dentro de la iglesia”.

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