Carbón

Nuria V. Martín

El Día Mundial Contra la Minería de Superficie, que se celebra el 22 de julio, es una iniciativa ciudadana que comenzó en 2009 gracias a activistas mexicanos y canadienses que han luchado contra la destrucción del Valle de San Luis Potosí y el Cerro de San Pedro. La minería de superficie se refiere a la extracción de recursos naturales de la superficie del suelo, a diferencia de la minería subterránea. Para obtener minerales como el oro, el cobre, el carbón o el uranio, se eliminan grandes cantidades de sedimentos y se utilizan productos químicos en el proceso de separación.

Este día pretende concientizar sobre el impacto negativo de esta práctica en el medio ambiente, los ecosistemas, la salud humana y la explotación laboral. Este proceso implica la eliminación de grandes cantidades de sedimento, en el que se utilizan productos químicos, como el cianuro de sodio, para separar los minerales deseados. Esta actividad requiere un uso intensivo de productos contaminantes, agua, electricidad y combustibles, provocando una importante degradación del territorio. Además, de la contaminación de las aguas superficiales y subterráneas, el daño a la flora y fauna de las áreas de intervención, y la pérdida de hábitat. A diferencia de las minas subterráneas, las minas a cielo abierto son visibles y su impacto en el paisaje es más evidente.

El lado menos negro

En la provincia de León, la minería ha sido una importante actividad económica durante siglos, desde el oro de los romanos a los minerales energéticos de la edad moderna. La explotación del carbón se remonta a principios del siglo XIX y alcanzó su apogeo en el siglo XX. Las cuencas mineras más destacadas han sido las de Bierzo, Laciana y el valle de Sabero, donde se han extraído grandes cantidades de carbón. Estas áreas han experimentado tanto beneficios económicos como problemas asociados con las operaciones mineras.

Entre los beneficios obtenidos de esta práctica destacan la generación de empleo en las zonas rurales y la contribución al crecimiento económico de la región. Las actividades mineras han proporcionado empleos estables a las comunidades locales y han contribuido al desarrollo de la infraestructura básica. Además, de ser una importante fuente de energía, especialmente en un momento en que el carbón es el principal recurso. Por otro lado, Las Médulas también son una explotación romana a cielo abierto y esa intervención humana ha dado como resultado un espectáculo visual en el corazón del Bierzo.

La cara más oscura: heridas en el paisaje

Sin embargo, también es necesario analizar los impactos negativos de la minería del carbón. La minería a cielo abierto tiene un gran impacto en el paisaje, con destrucción de vegetación y cambios topográficos. Esto tiene graves consecuencias para la biodiversidad local y el equilibrio ecológico de la zona. Además, la exposición a sustancias peligrosas liberadas durante la minería puede representar riesgos para la salud de los trabajadores y las comunidades vecinas.

Otro problema asociado con la minería del carbón es su contribución al cambio climático. La quema de carbón es una de las principales fuentes de emisión de gases de efecto invernadero, causando el problema del calentamiento global y la contaminación del aire.

En la actualidad, ya no quedan minas abiertas en León. Pero el impacto en la orografía del terreno es palpable, ya que rehabilitar esas zonas, ahora abandonadas a su suerte, es un proyecto caro y a largo plazo. La minería a cielo abierto ha alterado el paisaje y plantea desafíos para la biodiversidad y la salud humana. 

Ante la falta de asunción de responsabilidades de los empresarios mineros es el Estado, con cargo a los presupuestos de todos, quien intenta restañar las heridas de la minería, con proyectos millonarios como en la Gran Corta de Fabero, que busca aunar restauración ambiental con generación de valor económico.

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