Veinte días bajo el fuego entre El Bierzo y Omaña: los incendios que se unen y arrasan patrimonio natural único

Voluntarios refrescando con agua el incendio de Colinas del Campo.

Sara Lombas

El incendio de Colinas del Campo de Martín Moro, iniciado el 19 de agosto, y el de Fasgar, que comenzó el 8 del mismo mes, se han unido en las últimas horas tras veinte días activos. Ambos frentes han arrasado ya durante estos veinte días una extensa superficie de bosque en el límite entre el Bierzo y Omaña, poniendo en riesgo un patrimonio natural único en Europa y obligando a la movilización de todos los recursos disponibles para tratar de frenar su avance, incluyendo los voluntarios, ya sean bomberos llegados de otras Comunidades como Madrid, o de ciudadanos que nada tienen que ver con los operativos de extinción.

Según la última información oficial, el uso de fuego técnico durante la pasada noche dio buenos resultados en el norte del incendio, entre Posada y Vegapujín. Los medios aéreos continúan trabajando y se encargan también de trasladar a las brigadas terrestres hasta las cumbres, ya que el acceso resulta imposible por tierra. Las labores de extinción se centran ahora en cerrar perímetros en las zonas más accesibles y contener el fuego en los lugares más desfavorables, a la espera de que las condiciones meteorológicas ofrezcan una ventana de oportunidad. La complicada orografía de la zona y los vientos generados por los propios incendios han obligado a retirar en varias ocasiones a los equipos de extinción por motivos de seguridad.

Sin embargo las primeras aproximaciones apuntan a que estos dos incendios más 5.000 hectáreas entre los dos, una masa natural difícil de recuperar. La unión de ambos fuegos supone un nuevo desafío, en un terreno donde se han perdido ya importantes superficies de abedulares maduros, un ecosistema clave en la supervivencia de especies emblemáticas de la Cordillera Cantábrica como es el caso del oso pardo y el urogallo. La virulencia de las llamas provocó el desalojo de varias localidades, provocando tensión entre las autoridades y los vecinos que no quisieron abandonar sus casas para defenderlas del fuego. Además, hasta la zona se han desplazado decenas de voluntarios movidos por el deseo de proteger este valioso ecosistema.

“Esta zona del oeste de León ya ha sufrido demasiados incendios. Fasgar lleva ardiendo desde el 8 de agosto y los abedulares maduros donde vivía el urogallo se han quemado”, lamenta Estrella Alfaro, profesora de Botánica de la Universidad de León y una de las personas que ha acudido a los incendios como voluntaria. “Son como pequeñas islas que quedaban, reductos únicos. El daño es enorme y la especie va a sufrir muchísimo”, advierte.

Una de las valiosas especies vegetales que vive en estos ecosistemas es la Eryngium duriaei, una planta incluida en la categoría de 'Atención preferente' en la legislación de Castilla y León por contar con poblaciones escasas y posiblemente fragmentadas.

'Eryngium duriaei', una especie incluida en el listado de 'Atención preferente' de Castilla y León.

La especialista alerta que en ocasiones los contrafuegos pueden plantearse de manera indiscriminada, sin tener en cuenta el impacto sobre la fauna. “Cuando quemas todo deprisa lo que haces es freír al animal, no le dejas vías de escape. En cambio, si se permite que el fuego baje despacio y se apoya con medios aéreos, al menos existe una posibilidad de que los animales puedan huir”, explica Alfaro. “Ayer mismo reclamábamos esto y parece que hoy lo hemos conseguido, con un mando sensible que está ayudando a que la prioridad no sea solo salvar el pueblo, sino también proteger lo que queda del bosque”, celebra.

El urogallo cantábrico es una de las especies más amenazadas y su situación ya era crítica antes de estos incendios. “Los cantaderos, que son los lugares donde los machos atraen a las hembras, se conocen desde hace cientos de años. Al perder estos espacios, la especie entra en un declive seguro”, señala Alfaro. “Genéticamente ya estaba muy mal, y con este fuego se le da la puntilla. El daño es casi irreversible”.

Pero la afectación no se limita al urogallo. Osos, lobos y numerosas especies de flora, hongos e insectos ligados a los bosques maduros se encuentran en riesgo. “Estos abedulares no son solo de Colinas, se extienden por Omaña, el Alto Sil, Laciana o el Bierzo Alto, y ya quedaban muy pocos reductos en buen estado”, subraya la profesora de Botánica. “No estamos perdiendo únicamente especies emblemáticas, sino ecosistemas enteros que son irreemplazables”.

De cara al futuro, Alfaro reclama una reflexión seria sobre los planes de extinción y prevención. “Hay que proteger los bosques maduros por encima de otros y tener en cuenta la biodiversidad en las decisiones que se toman en plena emergencia. No podemos cerrar el camino a los animales ni permitir que se sacrifiquen ecosistemas únicos por falta de planificación. Hace falta un plan de prevención y de extinción serio, con gente preparada y con sensibilidad hacia el valor natural que se está perdiendo”.

Respecto al trabajo de los equipos de extinción, Estrella Alfaro matiza que “dentro de Castilla y León hay gente competente y gente a la que le falta formación. No es todo el dispositivo”. La profesora reconoce que en los puestos de mando también ha habido profesionales que han ayudado mucho y que no se puede generalizar. Añade que los voluntarios han estado en contacto con los medios de extinción y se les ha facilitado el acceso y las labores manuales. Sin embargo, recuerda que también ha habido momentos en los que no había ningún recurso operativo y “el fuego lo han retenido los voluntarios con muy, muy pocos medios y de forma precaria”.

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