Las merinas atraviesan la provincia camino de los pastos de Babia

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Dirigiendo el rebaño va delante Darío Suárez Franco, pastor trashumante que de niño ya recorría estos montes de la mano de su padre de quien aprendió el oficio. Le acompaña en el camino Roque Rodríguez Morán controlando desde atrás, “yo voy el último por si se pierde alguna, o viene el lobo, o si se cae alguna oveja en algún reguero, o quedan metidas en el monte, el que va adelante no tiene peligro alguno lo importante es que sepa el camino”.

Roque y Darío acompañados de las mujeres que hacen el camino con ellos. / Astorgaredaccion.com

Roque es quien vigila que todo el ganado llegue este viernes a los montes de La Cueta, donde pasarán los próximos cuatro meses hasta octubre, cuando empiece a asomar el frío. Entonces, recorrerán la Cañada de La Vizana a la inversa para regresar al Páramo, a las majadas de Acebes, Bustillo y Villavante.

Son de los pocos pastores que mantienen la tradición de la trasterminancia -la trashumancia entre la ribera y la montaña-. Estos días están en La Cepeda pero vienen recorriendo los pastos de la Valduerna y de Curillas (municipio de Valderrey). Cada día recorren entre 20 o 25 kilómetros, “depende del terreno y de las dormidas porque tienen que beber agua”, asegura Ismael Rodríguez, pastor ya jubilado de Torrestío que este lunes ha venido a hacerles una visita al monte de Sopeña de Carneros donde hicieron noche.

Descansan de la caminata y el sofocante calor que les ha acompañado a lo largo de la jornada. Sentados en el abrevadero y con los rostros quemados por el sol, se preparan para hacer noche. No necesitan más que un saco de dormir y un hueco donde no haya piedras.

Algo debe tener esta vida en el camino porque Ismael todavía está 'enganchado' a este oficio duro, en el que una vez que se llega al destino “lo que haces es trabajar y trabajar. Acabas 24 horas de trabajo y empiezas otras 24 y acabas esas y empiezas otras 24. Así durante cuatro meses”, asegura el de Torrestío que trata a Darío como si fuera un hijo, “a los 10 y 11 años ya hacía camino y andaba mirando donde hacía yo la cama para ponerse al lado mío”.

Patrimonio Cultural Inmaterial

La actividad que durante siglos ha ayudado, entre otras cosas, a transformar el paisaje ha sido declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de España. El Boletín Oficial del Estado publicaba el pasado mes de abril el Real Decreto del Ministerio de Educación y Cultura por el que se declara la Trashumancia como Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de España. Una noticia celebrada por quienes están relacionados con esta tradición ganadera, entre ellos el sindicato Asaja que calificó de “merecido reconocimiento por sus inmensas aportaciones durante siglos al desarrollo económico, social y cultural de nuestro país”; sin embargo, puntualizaba el sindicato, la protección real en muchos casos ha sido mínima cuando no inexistente, lo que explica que hoy por hoy, la trashumancia en ovino, la que durante siglos ha ocupado las vías pecuarias de la meseta, “salvo algunos honrosos casos, esté prácticamente a extinguir”.

Ajenas a los reconocimientos, las 2.500 ovejas se disponen a descansar antes de emprender el camino este martes hacia Ferreras de Cepeda, donde concluirá la siguiente etapa. A esa hora, cuando a punto está de esconderse el sol, los mastines y los careas se refrescan en el abrevadero, mientras sus dueños conversan.

Roque, pastor merinero de Fuentes de Carbajal, cerca de Valderas, saca la cuerda del bolsillo de su mono de trabajo para explicar cómo mide la profundidad de los regueros cuando tiene que rescatar a una oveja, “vas atando piedras y vas viendo lo profundo que es”. “Lo que hace Roque no lo hace nadie”, dice Darío. Y debe ser verdad, porque Roque recuerda que “una vez en La Cueta me metí en una cueva a por una cordera y después no encontraba la salida; tuve que atropar piedras y hacer un estilo de escalera”.

Desde los nueve años

Así como Roque es el tercer año que realiza este camino, Ismael cuenta que “tenía 9 años cuando lo hice por primera vez, fue de Babia a Alcántara de Cáceres, donde está el famoso pantano de Alcántara. Ocho días andando y otros dos en tren, desde Villamanín a Arroyo de la Luz y después andando hasta la finca”.

Roque, en un descanso. / Eloy Rubio Carro / Astorgaredaccion.com

Ismael es, pues, uno de los últimos depositarios de la memoria de la trashumancia, que pese a los reconocimientos que recibe, “lo cierto es que hay muy pocas ayudas específicas”, ha puesto de manifiesto el sindicato Asaja.

Por el contrario, la actividad “está sujeta a multitud de trabas burocráticas que complican el movimiento de animales, así como licencias sobre pastos y multitud de normativas”, ha indicado Asaja, desde don piden a las administraciones competentes que más allá de los reconocimientos sean conscientes de los problemas a los que se enfrentan estos ganaderos que todavía mantienen la trashumancia como algo vivo, “no solo otra bonita fotografía en un museo”.

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