La herencia del Val sigue viva
Lejos quedan aquellos años en los que hasta casi un centenar de fabricantes de paños copaban el negocio textil en El Val de San Lorenzo, en la provincia de León, un municipio próximo a Astorga que llegó a ser referente en la fabricación de mantas en toda España e incluso fuera de las fronteras nacionales, donde su calidad fue ampliamente reconocida. Las diferentes crisis económicas, el cambio del mercado y la modernización de los medios de fabricación han reducido a la mínima expresión este negocio tradicional, que sobrevive como puede.
Apenas seis artesanos mantienen vivo este negocio, con esfuerzo pero con una enorme ilusión, que les permite dar continuidad a un producto de calidad que convirtió en su momento al Val de San Lorenzo en un referente textil. En estos comienzos del siglo XXI se hace un llamamiento a la continuidad y al reconocimiento de un producto que mantiene intacta su calidad y su dedicación, pero al que la modernización y los cambios de tendencias están dando la espalda paulatinamente.
La industria textil de El Val de San Lorenzo se resintió ya a principios del siglo XIX, cuando la crisis industrial convirtió a Béjar (Salamanca) y Cataluña en los principales centros productores del sector textil, ya que fueron los lugares que mejor apostaron por la mecanización, además de que disponían de mejores medios de comunicación y de transporte de la mercancía. Pero los productores leoneses no quisieron quedarse atrás y optaron por la fabricación de mantas, con técnicas que aprendieron en las fábricas de Palencia. Es en 1858 cuando se exponen las seis primeras mantas tejidas en esta localidad, lo que marca un punto de inflexión en la zona.
Las mantas han sido referencia y su calidad ha marcado toda una época gracias al duro trabajo que se desarrollaba hasta conseguir el producto final. Josefa tiene 87 años y recuerda que sus abuelos ya trabajaban en la industria textil de El Val. Su hija Asunción está a punto de jubilarse y poner fin a cuatro generaciones dedicadas a esta tarea, porque no hay relevo generacional que se encargue de dar continuidad.
Josefa relata cómo dejó de coser cuando se casó para empezar a trabajar en el tejido de las mantas, que era el negocio al que se dedicaba su marido. Recuerda que era un oficio que le gustaba, aunque sonríe al hablar de las cuentas y de las dificultades que tenía a la hora de controlar el dinero y la cantidad de lana. Al quedarse viuda muy joven, tuvo que hacerse cargo del negocio en el que había “mucho lío” debido a los pedidos de “los viajantes”, lo que le permitió “coger alas” para poder vender grandes cantidades.
Más de medio siglo después, Josefa cuenta los innumerables sacos de lana que recibían en camiones llegados de Galicia, momento en el que comenzaba un trabajo “muy duro” que consistía en tejer antes de lavar la manta, coser “una por una” y elaborar una cadena para meterlas en la percha de cardo. “Mi hija todavía lo hace, están atadas nudo por nudo”, algo que diferencia sus mantas de las del resto.
Pero el cambio ha sido radical en los últimos 20 años, con una decadencia en esta industria que se atribuye, entre otras cosas, a la entrada en el mercado de los productos nórdicos, con los edredones o las almohadas de plumas y similares. También el dejar de surtir de mantas al Ejército, que ahora ha apostado por el mercado de China, ha hecho mucho daño a la industria de El Val de San Lorenzo. “Antes había tres turnos en las fábricas para hacer las 'grises' del Ejército, pero esa fuente de ingresos desapareció”, reconoce la alcaldesa, Azucena Fernández.
De ahí que se reclame un giro “brusco y rápido” que permita sacar a flote un sector todavía con vida, aunque se augura que “como esto no cambie, se termina”, dice Asunción. “No se hace la propaganda que se debiera, es en lo que hemos fallado, porque nosotros no sabemos hacerlo, nosotros sabemos tejer”, recuerda.
Peio García / ICAL Carmen, en su establecimiento de Val de San Lorenzo, muestra el género manufacturado en el puebloPérdida de la industria
La alcaldesa de El Val de San Lorenzo, Azucena Fernández de Cabo, echa la vista atrás, cuando apenas podía hablar con sus amigas de camino al colegio por el intenso ruido que hacían los telares en las calles de la localidad, donde el 90 por ciento de la población se dedicaba a este sector. Sin embargo, de esto hace ya muchos años y ahora el silencio inunda un municipio en el que quedan restos de esa industria textil, aunque ya no copa una actividad económica, que se centra también en el turismo y la gastronomía.
Fernández de Cabo, volcada con su localidad y con su industria, no duda en comprar en una de las tiendas de artesanía un gorro que luce con orgullo por las calles silenciosas de El Val de San Lorenzo antes de acudir a escayolar la pata a una oveja. “Ahora trabajan por encargo y la mayoría de la gente que compra es de fuera”, reconoce la alcaldesa. La diversificación ha sido uno de los puntos que ha permitido dar cierta continuidad al negocio ante la desaparición de las grandes fábricas, la última de ellas, 'La Textil', hace apenas tres años. “La venta se ha perdido totalmente, no se ve negocio y entonces la gente se ha ido yendo y no hay reposición generacional”.
Diversificación
Las mantas fueron el producto estrella de la industria textil de El Val de San Lorenzo, pero la caída del sector ha hecho que la diversificación se convierta en fundamental a la hora de poder mantener la actividad. Mari Carmen abandona el 'Mesón Maragato' para abrir la puerta de la tienda contigua a un grupo de visitantes interesados en ver el interior de un recinto que, desde el escaparate, muestra los productos textiles de la zona y la herencia de lo que fue 'La Textil', una de las principales fábricas del pueblo, que abrieron sus abuelos por el año 1946.
“Nos gustaba, pero hay que seguir viviendo”, reconoce Mari Carmen, que alude a una bajada del negocio “desde hace tiempo”, algo que atribuye a la entrada del mercado chino. En el interior de la tienda, por supuesto que hay cabida para las mantas, pero ya no sólo las conocidas tradicionalmente, sino también mantas personalizadas, de verano, bufandas, chales, alfombras y un amplio abanico de posibilidades.
La gente pide ahora “que abrigue y que no pese”, lo que ha hecho que la industria textil tenga que adaptarse porque “antes no había calefacción y la manta tenía que ser gruesa”, pero ahora la realidad es otra. Sin embargo, varias vecinas comentan una petición reciente, en la que una señora pidió que enviaran una manta a su hijo, residente en Gijón, donde no tiene calefacción. Aunque se intenta abrigar con un edredón nórdico “pasa frío”, por lo que una manta de El Val de San Lorenzo se vio como la mejor alternativa.
Productos de moda
Dentro de esa diversificación, las últimas tendencias también forman parte de la nueva industria en El Val. Pepita nos recibe en un momento en el que en su tienda tiene a varias personas interesadas en sus productos, en los que destaca, no sólo su utilidad, sino también su alegre colorido. “Llevo mucho tiempo diciendo que hay que dejar a un lado las mantas y tirar hacia otro lado, porque hay muchas más cosas que hacemos”.
En su caso, Pepita habla de mayor inclinación hacia el punto que no a la manta y a la lana, y nos cuenta cómo vende “jerseis, ponchos, calcetines, gorros, bufandas... aunque también mantas”. En su mayoría son productos elaborados a base de lana 100 por ciento, aunque también hay productos que llevan un 20 por ciento de acrílico, mayoritariamente “hecho a mano”. La única excepción son los calcetines, que se elaboran con una máquina que, sin embargo, requiere un remate también manual antes de ponerlos a la venta.
Todo ello se ofrece en su blog, artesanotextilsantiagogeijo, donde muestra un ejemplar de cada uno de sus productos para poder vender “por encargo”, una vez que el cliente les indique sus medidas o las de alguna prenda de la que disponen. “Vendemos por Internet, sobre todo lana”, dice Pepita. El punto de arroz es uno de los que permiten elaborar sus tejidos, aunque son en la mayoría “viudas” las que trabajan en estos casos, y se necesita de gente “que vaya aprendiendo a hacer esto”, ya que, de lo contrario “desaparece el trabajo manual”.
Alemania, país de venta
Alemania no sólo se está convirtiendo en país de salida para muchos españoles, sino que también las mantas de El Val de San Lorenzo están siendo alabadas en el país germano. De hecho, Josefa reconoce que hace años se vendían mantas “a todas las horas”, pero ahora se mantiene el trabajo “porque vienen los extranjeros y las llevan a Alemania, y así es como vamos tirando”. Su hija Asunción explica la llegada de un extranjero con un furgón, al que le preparan las mantas “en sacas” para que las pueda trasladar “en condiciones” a Alemania, donde se están vendiendo “perfectamente”.
Asunción insiste en que una de las señas de identidad de las mantas que tejen, además de la enorme calidad, es el nudo, que siguen haciendo minuciosamente a mano “una por una”, así como también la percha de cardo que “ya nadie hace”. Tal es el 'tirón' que estas mantas tienen para este viajante que incluso ha llegado a proponer, ante la próxima jubilación de Asunción, venir a España con varias personas que puedan aprender el oficio.
Sin embargo, Asunción estima que es una tarea “complicada”, porque “no se aprende de hoy para mañana”, aunque lamenta que tenga que ser el extranjero el que más valora la calidad de un producto de referencia. “Aquí no valoramos lo que tenemos, y así se va a perder”, añade con tristeza.
Clientes de renombre
La infanta Elena es una de las personalidades que se han decantado por los productos de calidad de El Val de San Lorenzo. Cuando la integrante de la Casa Real realizó el Camino de Santiago, no dudó en viajar a El Val para conocer su industria textil, donde adquirió alfombras para las habitaciones de sus hijos, chales para su madre y para ella “para cuando monta a caballo”. Aunqueen el pueblo reconocen que no se ha dejado ver en las revistas con alguno de estos productos, Mari Carmen sí se felicita porque sus alfombras han aparecido en más de una revista de decoración.
Pero si algo tiene renombre en El Val de San Lorenzo no son tanto sus visitantes, algunos de ellos ilustres en los momentos de auge de la industria, sino el legado que ha dejado un sector que dio alimento a todo un pueblo y que ahora lucha por sobrevivir ante la modernización, que en ocasiones deja a un lado la calidad y el tesón puesto en la elaboración de los productos más tradicionales.