La Fundación Oso Pardo dice que no hay motivo de alarma porque se vea algún ejemplar cerca de pueblos

Conocida imagen de un supuesto oso pardo en Prioro, en 2015, en plena 'nevadona'. / Fotografía de Óscar Montero

ICAL

La Fundación Oso Pardo (FOP) afirmó hoy en un comunicado que el comportamiento de estos animales no ha cambiado; se sienten muy atraídos por la fruta y la miel y eso hace que algunos ejemplares se acerquen a los alrededores de casas pegadas al bosque o de pequeños pueblos enclavados en la montaña para alimentarse de cerezas, manzanas o ciruelas. Estas incursiones suelen ser nocturnas, ya que los osos rehuyen la presencia humana y los daños en los frutales son pagados además por la administración correspondiente.

Es la reacción del colectivo después de los comentarios suscitados a raíz de que en Orallo, pedanía del municipio leonés de Villablino, un vecino grabase la pasada semana desde su ventana a un joven oso accediendo a los ciruelos de su finca inmediata a un robledal y huyese al ser descubierto.

En contraste con las declaraciones alarmistas surgida al respecto, señalan, este vecino colgó las imágenes en las redes sociales junto al comentario: “Despertar a las 7-45 y ver esto desde la ventana, la verdad es precioso”.

Estos comportamientos, insisten desde la FOP, se han producido siempre, y los vecinos lo saben. Es lógico que con la recuperación de la especie en la Cordillera Cantábrica ahora sean más frecuentes y visibles. También es más habitual que acaben siendo públicos debido al auge de las redes sociales.

Otra cosa es que debemos estar atentos a que ningún ejemplar se habitúe a alimentarse en un entorno humano sin importarle la presencia de personas a pocos metros, sea en los frutales o en las basuras. Es un riesgo que existe en todas las poblaciones de osos de mundo y aunque este comportamiento es la excepción puede ocurrir con ejemplares jóvenes o con osas con crías que buscan comida fácil.

En la Cordillera Cantábrica ya ha habido algún caso esporádico en localidades occidentales de León y Asturias. El primero ocurrió en el pueblo somedano de Castro en 2014 donde un joven oso comía higos y manzanas al lado de las casas y toleraba la presencia de turistas y vecinos a pocos metros. Fueron necesarias tres o cuatro intervenciones diarias con voces fuertes y petardos durante tres jornadas para disuadirle.

En Asturias y en Castilla y León, recuerdan, existen patrullas especializadas para evitar estos casos. Actúan siguiendo el Protocolo de Intervención con Osos en la Cordillera Cantábrica, aprobado el 24 de enero de 2019 por la Comisión Estatal para el Patrimonio Natural y la Biodiversidad, de la que forman parte las comunidades autónomas además de la administración central.

Tal y como se especifica en el protocolo, un oso habituado “es un oso que de manera recurrente accede a zonas habitadas en busca de recursos tróficos accesibles como por ejemplo huertas o contenedores de basura y no presentan respuesta de huida ante la presencia humana”.

El protocolo también aclara que “la aproximación temporal a zonas habitadas en los desplazamientos habituales de un oso o en la búsqueda de recursos tróficos y los encuentros a poca distancia sin huida inmediata del animal no se considerará como comportamientos de osos habituados. Cuando un ejemplar comienza a comportarse de la forma familiar descrita es cuando intervienen los equipos especializados para disuadirle e intentar que modifique dicho comportamiento”. Los pocos casos constatados (alguno filmado), apuntan, han ocurrido aprovechando la tranquilidad de las horas nocturnas, lo que no es motivo de alarma y no justifica declaraciones alarmistas, concluyen.

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