El desconocido rastro de los huídos y represaliados en la Cepeda

Abel Aparicio

Abel Aparicio / Astorgaredaccion.com

“Hay de personas que no se habla, eso es lo peor...”. Esta frase de Francisco Martínez 'Quico', miembro de los grupos guerrilleros del Bierzo, encaja perfectamente con lo ocurrido con los huidos de la Cepeda. La recuperación de la memoria histórica tiene una cuenta pendiente con esta comarca definida por el periodista Emilio Gancedo como el corazón silencioso de la provincia de León. Aunque los maquis cepedanos no llegaron a tener una estructura de guerrilla -militar y política-, merecen un reconocimiento.

“Era un hombre bueno, por eso lo perseguían”. Estas palabras son de Francisco Álvarez Cuesta, que, junto a su familia, siguió en 1964 los pasos dados por su tío -Agustín Álvarez Rodríguez (Riofrío 1882–Toulouse 1974), conocido como el Sastre de Riofrío- camino de Toulouse. Pero, ¿quién era el Sastre de Riofrío?

Agustín nació en Riofrío, un pueblo de la comarca leonesa de La Cepeda. Se casó con Ángela Rodríguez y, con ella abrió en Ponferrada la Sastrería Álvarez, en la que trabajaban junto a alguno de sus seis hijos. Conocido por sus ideas progresistas, el 18 de julio de 1936, tras el golpe de estado que pretendía acabar con el gobierno legítimo de la II República, decidieron huir a su pueblo natal, temiendo por su vida.

“De la sastrería de Ponferrada no quedó nada, los falangistas se lo llevaron todo”, asegura Natalia, una de las nietas del Sastre. Una vez en Riofrío, empezó a guardarse en casas de familiares y conocidos, pero cuando la represión por parte de los falangistas y de la Guardia Civil empezó a ser más fuerte, decidió echarse al monte, pasando a formar parte de esos cientos de huidos o escapaos que poblaron los montes españoles.

Del Sastre son conocidas a día de hoy dos cuevas de las tres que tenía, o más bien lo que queda de ellas, cuyas entradas tapaba con una mata de urz. Estas cuevas están situadas en el Monte La Casa, paraje entre las localidades de Riofrío y Carrizo de la Ribera. No estaría mal que, desde alguna institución pública, se señalase esta ruta para conocer mejor la historia de aquellas personas que lucharon por defender la democracia contra un régimen dictatorial, tal y como ocurre, por ejemplo, en La Pola de Gordón (León).

Ayuda secreta a cambio de trabajos y favores

Algunas de las personas que actuaban como enlace eran Sebastián, hermano del Sastre y María, su madre. Por otra parte, también lo hacían Domingo Pérez y sus hijos, Desiderio, Alipio, Josefa y Virtudes. Modesto, marido de Josefa, aún recuerda la cayada del Sastre, con dos puntas en la parte de abajo, para defenderse del lobo. “Para devolver todos estos favores, Agustín nos enseñaba a coser y hasta nos regaló una bata de domingo”, dice Modesto, “aparte de esto, le hacía cayadas a los pastores que le ayudaban.” Quizás, según Modesto, el que más le ayudó fue Desiderio, que conocía muy bien las cuevas, ya que muchas veces le llevó la comida acompañado por su perra, Laura, que tanta compañía le hizo. “Ay Laurina, Laurina, cuánto te quiero”, comenta Modesto que decía el Sastre. Pero no solo ellos, Adolfo, un vecino que hacía carbón, le ayudó varias veces y el Sastre le correspondía echándole una mano con la leña.

Otra mujer que actuaba de enlace era Ángela Cuesta. “Muchas veces al salir al monte con sus ovejas le llevaba comida”, dicen su hermana Nieves y Francisco, viudo de Ángela. En casa de ésta, existía un cuarto al lado de la cuadra donde el Sastre se guardaba cuando las cosas estaban tranquilas por la zona.

La contraseña del rebaño

Francisco, que conserva grandes rasgos del llionés, ya que marchó a Francia cuando esta lengua permanecía bastante más viva que ahora en la comarca, recuerda la escopeta que tenía el Sastre más las tres bombas que guardaba en la cueva. Explica las contraseñas que usaban nombrando al rebaño concejil, “al llegar la Guardia Civil los que estaban a la entrada del pueblo decían a voces, ¿a quién le toca hoy el rebaño? Y los que sabían si había algún huido en casa, decían su nombre, para que, rápidamente, fueran a avisarle”. Francisco, quiere hacer mención especial al cura de San Feliz, “mucho hizo ese hombre por el Sastre”.

Otro lugar en el que el Sastre se guardaba era en La Casa. El dueño, el Mexicano, se la tenía arrendada a Casimiro Álvarez y, éste le dejaba guardarse en su pajar y coger leche de las ovejas.

Los hermanos Prieto Fernández

Otras tres personas que se fueron al monte en Riofrío fueron los hermanos Prieto Fernández, Benigno, Eusebio y Manuel. Estos hermanos tenían su refugio y ayudaban de noche, en las labores del campo, a su hermana Manuela. Pero un día, cuando estaban escondidos en su casa, fueron sorprendidos por la Guardia Civil de Carrizo y acabaron en el campo de concentración de San Marcos (León), uno de los más temidos de todo el Estado. Posteriormente, Manuel fue trasladado a la Prisión central de Astorga, Eusebio a la Provincial de León y Benigno a ambas.

La guerra acabó pero la represión siguió con la misma intensidad, incluso en aumento, ya que como le explicaba Agustín González a Gabino Diego en la película 'Las bicicletas son para el verano', basada en la obra de teatro de Fernando Fernán Gómez, “es que no ha llegado la paz, Luis, ha llegado la victoria”.

Morriendo, Ferreras y el guardia que avisaba a los huídos

Riofrío no era una excepción. En los pueblos vecinos de Morriondo y Ferreras también había huidos. Quizás Ferreras fue el pueblo más politizado, ya que en él se encontraba una célula del Partido Comunista, cuyo líder era el conocido como Tío Sebastián. El cuartel de Carrizo era el encargado de vigilar esta zona y, según cuenta un vecino de este pueblo que prefiere mantener el anonimato, allí ejercía Celestino Cabezas, un guardia que simpatizaba con los huidos, ya que conocía a muchos de ellos. “Celestino, los avisaba del día que iban a buscarlos, por donde iban a ir y disparaba al alto o a unas piedras cuando había una batida para ir a por los rojos”, explica. Sus mandos, acabaron enterándose y lo destinaron a Barcelona. Para finalizar, indica que los huidos tenían otro refugio en Cueva la braña, bocamina de una explotación aurífera de los romanos en Escuredo.

Una persona de Morriondo que se suma al anonimato comenta: “El día que estalló la guerra, recuerdo ver a varios hombres con pistolas en el bar de Ferreras. A este bar, con la excusa de comprar cerillas, mi padre me mandaba ir desde Morriondo para informarme de la situación.” También recuerda ver a un grupo de 10 o 15 personas por los montes de Morriondo y, aprovecha para decir el recorrido de los huidos, “estaban por las encinas de Ferreras, La dehesa de La Veguellina, Villar, Quintana y el paraje de Quemadiellu, en Morriondo”. Entre los huidos destacaba Francisco Álvarez (Jedo) de Ferreras. De Riofrío se acuerda del sastre y Luís Álvarez Cuesta (El civil) y como al irse el camión de Falange para Castro, los que estaban en el monte bajaban para las casas y majadas.

“Aceite de ricino les dieron a casi todos los del pueblo”

Pero quien vivió aquello deja muy claro que el Franquismo machacó brutalmente durante casi cuarenta años y repite como un mantra “aquí no pasó nada”, sin embargo, a medida que avanza la conversación, dice, “bueno, aceite de ricino le dieron a casi todos los del pueblo”. Bajando la voz comenta que a Mateo Blanco Martínez lo mataron en el Valle Rozas (Estébanez) después de estar preso en la cárcel de Astorga y, como Andrés Blanco Arienza, al ir a buscarlo, subió a Morriondo diciendo “nunca vi tantos montones de muertos”, mientras vuelve a decir, “aquí no paso nada”. Para finalizar, nos recuerda que uno de los motivos de persecución era el no ir a misa y, que a varios le dieron aceite de ricino por eso, pero “aquí no paso nada”.

“El Sastre se guardaba en casa de Tomás Osorio y, allí, cosía para los vecinos del pueblo y para sus compañeros del monte. Uno de ellos era Orencio Fernández Pérez, de Castro”, comenta una vecina de La Veguellina.

La salida del Sastre a Francia

Los años iban pasando y los del monte no veían solución posible. El Sastre, quizás la persona que más huella dejó en la zona, cansado ya y sin ver otra salida, decidió emigrar a Francia, pero, ¿cómo lo hizo? Su sobrino Francisco nos cuenta que Cándido Álvarez, una persona sin recursos de Quintanilla del Monte, tenía una cédula para poder andar libremente por los pueblos para pedir. Cándido le dio sus papeles y así consiguió salir de la zona, para dirigirse a Barcelona. Allí lo estaba esperando una persona que lo acompañó hasta un pueblo del Pirineo. Una vez allí, una familia de pastores, que ayudaba a cruzar la frontera, lo acogió como pastor y, de esta forma, aproximándose a ella, consiguió cruzarla y llegar hasta Toulouse, ciudad de la que ya no se movería hasta la fecha de su muerte, en 1974.

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